Archive for category Crítica
Los libros versus Peña Nieto y demás polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Política, Uncategorized on 5 diciembre, 2011
La metida de pata de Enrique Peña Nieto el sábado en la Feria del Libro de Guadalajara nos ha dado, además de mucho material para reÃr, una muestra más de la pobre cultura de nuestros polÃticos. Si se fija uno bien, Peña Nieto enfatiza «leà otro libro». Es decir, no está intentando responder qué libros han tenido impacto en su vida sino qué libros ha leÃdo; tan sólo eso le cuesta mucho trabajo, no por la abundancia sino por la escasez.
Pero creo que hay que ser más considerados con él. Al parecer, no le es fácil captar dos o más datos al mismo tiempo, por lo que los tÃtulos, los nombres de los autores y el contenido del libro son demasiado.
Por otra parte, tengo la impresión de que Peña Nieto no es el peor entre los polÃticos (en cuanto a cultura). Creo que la mayorÃa de ellos ni siquiera tendrÃan a la mano tÃtulos y autores para confundirlos. Es más, quizá no entenderÃan la pregunta. ¿Los libros pueden tener impacto en la vida personal y polÃtica de alguien? ¿Es importante acordarse de los libros de texto de la preparatoria? ¿Hay de otros libros? La razón de haber comprado el último libro que un negro le escribió al polÃtico de su preferencia es sólo la de apoyar a este último y tratar de convencerse de que algunas frases de ese encuadernado son geniales, para poder citarlas cuando consideren oportuno.
Por cierto, algunas frases de polÃticos plantean al lector preguntas inquietantes. ¿Va en serio? ¿Tiene un sentido profundo que me elude? ¿El autor es un idiota? Por ejemplo, un candidato a delegado de Ãlvaro Obregón ensucia bardas con frases como (sic preventivo) «respetar al peatón es respetar al conductor del mañana», en algunas versiones con puntos suspensivos intermedios y aleatorios. Otra es «cuando insultas a una mujer insultas a todas, a tu madre, a tu hermana, a tu abuela». No estoy seguro de estar siendo fiel a la letra de esta segunda frase pero sà a su espÃritu (chocarrero).
Ahora que es muy probable que, como los libros, las frases de los polÃticos tampoco sean en verdad de su autorÃa. Detrás de ellas deben estar brillantes asesores convencidos, como el resto de los que medran alrededor de los polÃticos, de que su asesorado es un genio. Ese convencimiento es lo que explica que ninguno de los asesores de Peña Nieto le haya elaborado una tarjeta con diez tÃtulos de libros y sus respectivos autores para citarlos en su presentación. No tenÃan que esperar la pregunta de los tres libros con más influencia en su vida, pero podÃan haber pensado que su jefe se verÃa muy bien si dejaba caer un tÃtulo por acá y otro por allá mientras echaba para adelante cara y copete. Si constatar (que no descubrir, por Dios) que nuestros polÃticos son incultos ya es triste, constatar que sus asesores son ineptos merma más nuestras esperanzas ciudadanas.
Pero no todo debe ser pesimismo. Las editoriales, los autores y las librerÃas tienen una gran oportunidad de incrementar sus ventas desde ahora y hasta el cierre de las campañas veladas o manifiestas que ya se desataron para una gran cantidad de puestos. Para empezar, sin tener que invertir ni planear, Gandhi, El Sótano, El Péndulo y el Fondo, entre otras librerÃas, pueden poner a la entrada de sus establecimientos una mesa igual a las que colocan cuando un autor muere o gana un premio. Esta contendrÃa tÃtulos como Los 1000 libros que hay que leer antes de morir, Datos para parecer culto o Toda la cultura en cápsulas de cinco minutos (mejor, tres minutos). PodrÃan capacitar a sus vendedores (a propósito, muy necesitados de formación, ¿me escuchas, Gandhi?) para ofrecer a los polÃticos (o a los choferes que manden de compras) una lista selecta de libros dignos de ser mencionados como influyentes en su trayectoria.
Las editoriales y los autores tendrÃan grandes ventas si cocinan al vapor un texto que emule aquellos de Frases célebres para toda ocasión y que se podrÃa titular Libros citables para toda ocasión. Se compondrÃa de cincuenta (no más, no tendrÃa caso) fichas bibliográficas con los datos de costumbre: autor (La Biblia podrÃa ser atribuida a Varios autores o a EspÃritu Santo, según el enfoque del compilador), tÃtulo, editorial, fecha de publicación, etc. Para darle valor agregado, se podrÃa incluir un rubro de «Posibles confusiones», donde se harÃan aclaraciones como Jorge Luis Borges no es igual a José Luis Borgues, Mario Vargas Llosa no es colombiano y Enrique Krauze no es el alter ego de Carlos Fuentes. Pero la aportación principal serÃa una clasificación de los libros según su afinidad o disparidad entre las ideas que proponen o las situaciones que narran y las propuestas (es un decir) de cada partido polÃtico. PodrÃa ponerse el logo del partido y, al lado, una mano con el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Claro que si los libros seleccionados son buenos, la mayorÃa de los pulgares, con independencia del partido, apuntarÃan hacia abajo.
Los «grados» de separación en Facebook
Posted by Humberto Rivera Navarro in Comunicación, Crítica, Cultura, internet, Tecnología on 26 noviembre, 2011
Esta idea de que en lugar de seis, son 4.7 los contactos entre dos personas cualesquiera en el mundo ha sido mal entendida y sobrevalorada.
En primer lugar, la cifra de los 4.7 llamados «grados de separación» se refiere a los usuarios de Facebook, lo que no es una gran sorpresa. Si hiciéramos algo asà con los aficionados al Guadalajara, los suscriptores de Teléfonos de México o los ex-alumnos de los jesuitas, la cifra muy probablemente serÃa menor. No es que la tecnologÃa nos acerque (que sà lo hace pero no es la explicación de este dato), se trata de algo más simple: si 721 millones de personas se suscriben a Facebook y lo hacen para comunicarse con sus amigos, es lógico que haya más proximidad entre esos usuarios que entre el total de la población mundial.
Además hay que recordar que, de alguna manera, ese tipo de estadÃsticas son promedios. No es que los 4.7 o los seis pasos se cumplan en cada par de personas de Facebook o del mundo, algunos estarán separados por dos pasos, otros por decenas. El estudio de Facebook se basa en una población en la que supuestamente no hay barreras, cualquier amigo es igual de amigo para el conteo. Por supuesto, esas personas que aparecen como amigas, con frecuencia no se conocen realmente o no estarÃan dispuestos a que algunos de esos amigos tuvieran que ver con ellos algo más que ver sus fotos de vacaciones y sus anuncios de que entraron a cierto restaurante.
El otro dÃa un comentarista dijo que conforme más personas se suscribieran a Facebook la cifra disminuirÃa. HabrÃa que hacer cálculos (que desgraciadamente exceden mi conocimiento de las matemáticas), pero, en principio, tengo la impresión de que la distancia entre los usuarios no variará por el mero incremento de usuarios sino por la cantidad de vÃnculos (amigos) que ellos establezcan. La tecnologÃa posibilita el acercamiento pero no acerca por sà misma, nos necesita a nosotros.
DÃa Internacional de la Mujer
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Desarrollo humano, Género, Sociedad on 8 marzo, 2011
«Â¡Gracias por existir!». Nooo, por supuesto.
«Â¡Son super!». ¿Sólo por ser mujeres?
«Â¡Nunca cambien!». Qué friega.
Ah, lanzar loas a la feminidad. ¿Y dónde está esa esencia femenina? Si existe, ¿cuántas la asumen?
Agradecer a las mujeres que han hecho posible mi vida y la siguen haciendo rica. Quizá, pero no sólo un dÃa. ¿Y los hombres?
Insistir en que seguimos dando menos oportunidades a las mujeres que a los hombres; advertir que usamos para ello tanto formas sutiles y hasta aparentemente elogiosas como otras descaradas y brutales; recordar que en muchos ámbitos esa desigualdad es una franca opresión; señalar los estereotipos de lo femenino (desde las habilidades para conducir un auto hasta la conflictividad y la sujeción a «las hormonas») que ayudan a reforzar la discriminación; reconocer que han hecho muchas contribuciones y tienen importantÃsimos y múltiples papeles en la sociedad, algunos en los mismos campos que los hombres, otros en campos distintos; proclamar que no se necesita de esos logros para respetar los derechos de todas las mujeres como seres humanos; denunciar que a veces se reconoce su capacidad sólo para imponerles más cargas y responsabilidades; aceptar que somos diferentes, al menos fisiológicamente, y que el respeto no se debe ejercer sólo en aquello que nos asemeja sino también en lo que ellas tienen de particular; proponer que establecer una relación entre mujeres y hombres libre, justa y respetuosa no se alcanza por una ley ni por un manifiesto sino por el diálogo y el trabajo diario. Asà sà me uno al DÃa Internacional de la Mujer.
Censura y ética: el asunto Aristegui/MVS
Posted by Humberto Rivera Navarro in Comunicación, Crítica, Periodismo, Política on 11 febrero, 2011
Como muchos mexicanos repudio la censura aplicada a Carmen Aristegui por la empresa MVS. Sin embargo, creo que no comparto con muchos de esos mexicanos la caracterización de lo ocurrido. No creo que la terminación de la relación laboral de Aristegui y MVS por parte de esta última sea una acción injusta ante un comportamiento profesional, ético y valiente de la conductora. Creo que es una reacción incongruente y desproporcionada ante un comportamiento no del todo profesional y ético de parte de Aristegui.
En defensa de Carmen Aristegui se ha dicho que sólo hizo una pregunta, nada más pidió al Presidente aclarar algo y que eso no es una acusación. Es cierto, Aristegui no acusó de alcohólico a Calderón, pero sà lo puso en calidad de sospechoso con base en lo que se dice en las redes sociales y en lo expresado por una manta colocada en el Congreso por el diputado Fernández Noroña y otros congresistas del Partido del Trabajo. Es decir, asumió que el Presidente debe presentar pruebas de su salud porque circula un rumor en un medio donde predomina el anonimato y porque un no anónimo barbaján dice que Calderón es alcohólico. Ella misma dijo en su programa “no podemos corroborar (el rumor), no hay información especÃfica, por lo menos, que nosotros dispongamos de ellaâ€. Como señala Raymundo Riva Palacio en Eje Central, no se le ocurrió pedir pruebas a los acusadores, como hasta en nuestra deficiente práctica judicial se hace. Tampoco pensó en, antes de pedir aclaraciones a la Presidencia, tomarse la molestia de conducir una investigación periodÃstica: entrevistar personas presentes en actos del Presidente, revisar videos, correlacionar acciones, etc. Eso no es algo demasiado difÃcil, es posible obtener filtraciones hasta de la salud de Fidel Castro.
Creo que esa conducta no es profesional, pero tampoco inusual en Carmen Aristegui. Ella con frecuencia toma rumores o, sobre todo, sus propias conjeturas (y sus conjeturas sobre sus conjeturas) para hacer “análisis†y señalar personas como posibles responsables de acciones reprobables o para plantear la existencia de problemas con poca sustancia. Es más, creo que este caso de uso inapropiado de suposiciones no es el más grave que se le puede encontrar. Por estas dos razones, porque no es la primera vez que Aristegui infla notas y porque en esta ocasión lo hizo de manera más leve que de costumbre, me parece que la respuesta de MVS fue incoherente y desproporcionada. Hasta ahora, el estilo Aristegui les traÃa audiencia y estaban contentos. Sólo ahora, cuando se ve afectado el Presidente, se le ocurrió a los directivos de la empresa llamarle la atención y, finalmente, despedirla. No parece haber una verdadera preocupación por la ética periodÃstica, más bien hay una cobardÃa que los lleva a censurar lo que en otros momentos toleraron.
Pero es obligado decir que inflar los rumores y las suposiciones para obtener notas escandalosas es una práctica muy común en el periodismo, Aristegui y MVS no son los únicos. Algunos medios, como Proceso, han hecho de esa práctica toda una disciplina. Por nuestra parte, los lectores y audiencias tendemos a aprobar noticias y editoriales cuando señalan a alguien que nos disgusta y a descalificarlos cuando atacan a quien respetamos, con independencia de los datos y los razonamientos. Los medios menos crÃticos (quiero decir los que menos usan criterios explÃcitos y consistentes para opinar) suelen denostar y alabar a las figuras y a las polÃticas adecuadas para tener contento a su público y a sus aliados polÃticos. Asà se mantiene un cÃrculo vicioso que, por supuesto, no ayuda a informar objetivamente ni a fomentar la crÃtica en la ciudadanÃa.
Se puede objetar a lo que acabo de expresar que cuando se escribe o se conduce un programa todos los dÃas y cuando se tiene que procesar información con rapidez para ofrecerla al público, es difÃcil trazar con precisión la lÃnea que separa los hechos estrictos de las suposiciones probables pero eso no es una excusa para dejar de preocuparse por ello en aras de atraer lectores u oyentes. El ser una figura consagrada tampoco otorga la infalibilidad a los periodistas.
A propósito de esto último, me llama la atención que varios de los editorialistas que han criticado a MVS por despedir a Aristegui incluyen en sus artÃculos una frase del estilo de «estemos o no de acuerdo con la forma en que Carmen Aristegui manejó la noticia, MVS hizo mal en despedirla…». Parece que ellos mismos se censuran ante esta popular periodista. ¿Por qué no decir abiertamente si están de acuerdo o no con el tratamiento que ella hizo de la nota sobre la manta petista en la Cámara de Diputados? ¿No enriquecerÃa el trabajo de los periodistas en general? ¿O es que temen perder la simpatÃa de sus lectores si hacen notar una pequeña mancha en la carrera de Aristegui?
Finalmente, a pesar de estos comentarios crÃticos sobre Carmen Aristegui, no dejo de reconocer su trabajo en temas como los abusos de Marcial Maciel y la persecución a Lydia Cacho por parte de Mario MarÃn. Su labor en esos asuntos benefició a muchos, involucrados y ciudadanos en general, incluso fuera de México. En el primer caso, dio voz a vÃctimas largamente ignoradas y contribuyó a abrir el problema. En el segundo, además de ayudar a proteger a Cacho, su cobertura sirvió para evidenciar lo opresivo y brutal de un lenguaje (el de Mario MarÃn y Kamel Nacif) que los oyentes de un paÃs tan machista como el nuestro podrÃamos haber encontrado inocuo y hasta chistoso. Carmen Aristegui ha tenido un lugar importante en la vida pública mexicana, espero que podamos ver lo mejor de ella.
Por qué no leo revistas para hombres
Posted by Humberto Rivera Navarro in Artículos, Comunicación, Crítica, Cultura, Erotismo, Escritura, Fotografía, Periodismo on 23 enero, 2011
Las revistas que se presentan como publicaciones para hombres ocupan áreas grandes de los puestos callejeros o de tiendas como Sanborns, abarcan sólo un poco menos de espacio que las revistas para mujeres. Los tÃtulos son parte de la cultura popular: Maxim, GQ, Hombre, Men’s Health, Interviú, Playboy, por supuesto, y un largo etcétera. Sus temas principales son mujeres, sexo, polÃtica, pasatiempos, gastronomÃa, gadgets y moda. Este artÃculo se trata de por qué no me gusta leerlas.
No es que los temas mencionados no me interesen. Me interesan todos en mayor o menor medida (excepto la moda, lo cual sufren quienes tienen que convivir conmigo), lo que no me gusta es la manera en que son tratados en las revistas para caballeros. Calificaré a ese tratamiento con un adjetivo que quizá sorprenda al lector. Esas revistas me parecen cursis. Para aplicar este calificativo me atengo a las acepciones proporcionadas por la Real Academia Española (y las estiro un poquito):
1. adj. Se dice de un artista o de un escritor, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados.
2. adj. coloq. Dicho de una persona: Que presume de fina y elegante sin serlo. U. t. c. s.
3. adj. coloq. Dicho de una cosa: Que, con apariencia de elegancia o riqueza, es ridÃcula y de mal gusto.
Las revistas para hombres pretenden en vano ser atrevidas, eróticas y conocedoras de la música, la tecnologÃa, la comida y el sexo. Lo que se obtiene es un producto de mal gusto. Me explico.
Los artÃculos sobre temas sexuales parecen extraÃdos a fuerza de la mente aburrida de un redactor en su escritorio, no ser producto de una experiencia, ni siquiera resultado de un saber teórico. Las recomendaciones para incrementar el disfrute son generalizaciones artificiales, las supuestas observaciones picantes son mera calentura adolescente y las descripciones de prácticas sexuales novedosas palidecen ante cualquier manual amatorio de siglos atrás.
Las reseñas de discos, libros y pelÃculas responden a machotes que no requieren el haber escuchado, leÃdo o visto las obras reseñadas. Tratan de salir del paso con un par de comentarios burlones, si están en contra de la obra, o con hipérboles gratuitas tomadas de fuentes de similar cursilerÃa, si quieren promoverla.
Los comentarios sobre instrumentos tecnológicos, los famosos gadgets, delatan a la primera el haber sido extraÃdos de los boletines de prensa de las compañÃas fabricantes.
De los artÃculos de la actualidad polÃtica y social, ya ni hablar.
Encima de todo, es frecuente que los redactores usen un tono de expertos que se dirigen a unos lectores ignorantes, reprimidos y sin sofisticación.
Claro que cuando las revistas masculinas tienen plumas invitadas, esos escritores y periodistas suelen ofrecer textos con temas diferentes a los que publican en revistas con un mercado más amplio pero con la misma calidad, por lo que casi siempre resultan interesantes. Pero un artÃculo no es suficiente para comprar toda la revista.
Sé que el lector debe estar pensando: ¿y las fotografÃas? Es obvio que el contenido central de las revistas que estoy criticando son las fotografÃas de mujeres en diferentes grados de desnudez, por lo que serÃa injusto evaluar estas publicaciones con base en lo que no es su fuerte. Bueno, si mis opiniones sobre los artÃculos fueron muy subjetivas, las que siguen lo son todavÃa más. Creo que la mayorÃa de las fotografÃas y reportajes fotográficos de las revistas en cuestión son también cursis. Ya no digo que pretendan ser eróticas o artÃsticas sin lograrlo. En general, pretenden ser simplemente excitantes o estimulantes sin conseguirlo tampoco.
No es que esas fotos muestren poca o mucha piel sino que muestran siempre a la misma mujer, al mismo molde, aunque las modelos sean diferentes. Siempre usan los mismos motivos, las mismas tomas, los mismos escenarios, la misma iluminación. Cuando quieren ser diferentes y ponerse artÃsticos, la cursilerÃa gana. En lo personal, prefiero un reportaje fotográfico que dé acceso a diferentes facetas de una buena actriz que admiro, aunque se desprenda de pocas prendas, al de una desconocida cuyo único interés es el pie de foto según el cual tuvo su primera relación sexual con su primo a los quince años y no teme a experiencias nuevas, o al de una mujer que es sólo popular por los escándalos que provoca para vender sus fotografÃas sin ropa. Pero esos reportajes con una entrevista incisiva y una fotos reveladoras tanto del cuerpo como de la personalidad de una mujer no se encuentran frecuentemente en las revistas masculinas. ¿Son demasiado fuertes para ellas?
Otra vez, hay excepciones entre los diferentes números de estas revistas pero, ante el anuncio en portada de una sesión fotográfica prometedora prefiero mantener la cartera en el pantalón y ojear la revista en Sanborns o buscar algún buen samaritano que haya subido a su página web personal las imágenes y la entrevista que las acompaña.
Hay dos caracterÃsticas más que me disgustan de las revistas para hombres, las cuales quizá no tienen tanto que ver con la cursilerÃa. Una es la ausencia de Ãndice o la dispersión de este a lo largo de varias páginas, además de que muchas de las páginas no tienen número, por lo que encontrar un artÃculo se vuelve una tarea detectivesca. El otro defecto tiene que ver con el elevado número de fotografÃas publicitarias de hombres que miran al lector fija y seductoramente para decirle cuál es la última moda en suéteres, pantalones o calcetines. Son tantas o más que las fotografÃas de mujeres en la misma actitud. ¿Que no eran revistas masculinas?
En fin, antes de terminar, mencionaré otra excepción a todo eso que no me atrae. Se trata de la revista SoHo, originada en Colombia y que acaba de lanzar el número 0 de su edición mexicana. Sus asuntos son los mismos que los de otras revistas para hombres pero su tratamiento es, por lo general, mucho mejor. La presencia de buenos escritores y periodistas no es esporádica sino regular, con una participación notoria de mujeres (ellas son lo que nos interesa a los hombres, sea que muestren su cuerpo o sus palabras, ¿no?).
Los artÃculos con tema sexual no están escritos desde la necesidad de crear un texto supuestamente lujurioso para vender ejemplares sino desde la experiencia, las ideas o las preocupaciones de los autores de uno y otro sexo (que pueden resultar bastante excitantes).
Cada número tiene un tema que se mueve entre lo novedoso, lo morboso y lo profundo: cómo es vivir con una prótesis (es decir, cualquier objeto que suple una parte o función corporal), cómo es la vida de los pordioseros que “trabajan†en las esquinas concurridas de una gran ciudad o qué se siente acudir a los practicantes de las diferentes ramas del esoterismo, entre otros. Un conjunto de plumas experimentadas revisa las diferentes caras de estos problemas con espontaneidad, humor y, por supuesto, buena escritura.
Las colaboraciones femeninas no hablan de la mujer desde la biologÃa, la psicologÃa o el feminismo (o sÃ, pero no exclusivamente) sino desde la particularidad de mujeres reales que no pretenden hacer generalizaciones fáciles sino sacudir a los hombres con humor y elegancia. Además hay cuentos, reflexiones polÃticas, reportajes sobre figuras públicas y púbicas y reseñas sin pretensiones pero informativas.
El punto más endeble, como en las otras revistas, es la fotografÃa de desnudos o semidesnudos pero, de todos modos, SoHo supera a sus competidores pues con más frecuencia que ellos ofrece fotorreportajes cuyo mérito radica, para mÃ, en que ni las modelos ni los fotógrafos se toman demasiado en serio. Los temas son juguetones: cómo serÃa un dÃa en la vida de una actriz pero sin ropa (no sé si lo lograron con base en montajes o si lograron la colaboración del resto de los asistentes a un restaurante o supermercado), una entrevista doble a una modelo y a su madre, quien también posa semidesnuda, o una serie de fotografÃas con una periodista que por primera vez da otra cara.
Espero que SoHo México conserve las buenas costumbres de su hermana mayor colombiana y no se vea maniatada por un ambiente cultural en el que predomina lo solemne, lo pedante y lo mojigato.
¿Dónde quedó la bolita?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Periodismo, Política, Sociedad on 12 diciembre, 2010
Hace unos dÃas vi afuera de la estación Tacubaya del Metro a un estafador que se valÃa del truco de la bolita. Para quien nunca haya visto este tipo de estafa, se trata de esconder una pelotita muy pequeña debajo de uno de tres objetos cóncavos -tapas de frasco en este caso-, mover rápidamente las tres tapas y pedirle a un observador que adivine debajo de cual está. Lo normal es que haya una apuesta de por medio. Cuando llegué a donde estaba este timador, le acababa de esquilmar cien pesos a uno que tenÃa apariencia de albañil. De inmediato, una mujer que estaba viendo dijo, «a ver, yo» mientras extendÃa un billete de quinientos pesos. «Â¿Quinientos?», le preguntó el defraudador. Ella dijo que sólo doscientos. El hombre de la bolita hizo su juego, la mujer puso su dedo sobre una de las tapas, dudó y finalmente eligió otra en la que estaba la bolita. «Ganó» doscientos pesos y el albañil se aprestó a apostar de nuevo ante la evidencia de que se podÃa ganar. El truhán y su palera habÃan actuado de manera impecable.
Además del coraje por ver cómo le robaban su sueldo a un trabajador a plena luz del dÃa, mi otra reacción fue preguntarme: ¿cómo es posible que alguien crea que le va a ganar al tahúr?. El problema de jugar a la bolita no es vencer con la vista la velocidad de unas manos, ni calcular y superar las probabilidades. El problema es que no hay bolita. El estafador la esconde entre sus dedos mientras sigue desplazando las tapas para distraer al incauto. Después de que este último escoge una tapa vacÃa (todas están vacÃas) y pierde, el timador empieza de nuevo. Si se llega a ver forzado por la duda del perdedor, lo único que hace es deslizar la bolita debajo de otra tapa mientras la levanta. Si los clientes son escasos, hasta puede dejar ganar a un jugador auténtico. Supongo que también habrá ocasiones en que tienen que salir corriendo.
Después de hacerme la pregunta del párrafo anterior me surgió otra: ¿es este juego la única situación en la que creemos que hay bolita cuando no hay nada en realidad? Mi respuesta casi inmediata fue que no, que hay muchas otras situaciones en que las personas nos convencemos o dejamos que nos convenzan de que podemos encontrar algo inexistente y beneficiarnos con ello. El ámbito en el que esto ocurre más claramente es el de la polÃtica. Debajo de los discursos con voz engolada y con pelo engominado, de los pleitos entre partidos, de la defensa exaltada de posturas, de la indignación ante las posturas de los contrarios, de las alianzas y las rupturas, con frecuencia parece no haber nada más que las tapas, es decir, intereses personales o de grupo. Los ciudadanos, por nuestra parte, nos ponemos de un lado o de otro o, si queremos ser más analÃticos, tratamos de ver lo positivo y lo negativo en los diferentes planteamientos. En ambos casos, creemos que hay algo digno de ser discutido, apoyado o rechazado, imaginamos que hay una propuesta que, de salir adelante, puede beneficiarnos. Por supuesto, también existen aquellos escépticos que piensan que no vale la pena dedicarle tiempo a considerar lo que dicen o hacen los polÃticos porque estos sólo ven por su propio interés, es decir, porque no hay bolita.
Me parece triste decirlo, pero creo que, ante un asunto especÃfico que se esté discutiendo entre polÃticos, un escéptico tiene mayor probabilidad de dar en el clavo que quienes se pongan a hacer un balance de pros y contras. Escribà «mayor probabilidad», no que los escépticos siempre tengan a razón. Y esa es la cuestión. Con frecuencia, debajo de los intereses propios de los gobernantes (y aspirantes a serlo) sà hay una bolita, un problema real que puede ser resuelto con mayor o menor beneficio para la población. Peor todavÃa. Aunque sólo existan las tapas, es decir, la pura conveniencia de los lÃderes, el hecho es que lo que resulte afectará a los ciudadanos, cuando menos porque se están usando recursos del erario. Cuando más, porque la decisión facilitará o hará más difÃcil su vida. En fin, la trampa consiste en que, aunque estemos ciertos de que no hay bolita, aunque sepamos que ganaremos sólo si el tahúr quiere dejarnos ganar, tenemos que estar atentos al juego de la polÃtica, si no queremos perder más.
Eso sÃ, tenemos que estar atentos a los posibles paleros. Estos, en primer lugar, son los mismos polÃticos, quizá más los que se oponen a una propuesta que los que la apoyan. Los opositores pueden ayudar a crear la ilusión de que una mala iniciativa purificada por sus crÃticas ya es aceptable.
Otros paleros son los comentaristas de los medios (incluyendo los blogueros como un servidor). Como los polÃticos opositores, los escribidores y locutores contribuyen a producir el espejismo con la ventaja añadida de que pueden parecer más imparciales o, al menos, preocupados por un valor que nosotros también apreciamos, llámese justicia, libertad o eficiencia.
Y asà se puede seguir identificando paleros hasta incluir, por ejemplo, a las lecciones de civismo, que nos enseñan cosas muy bonitas sobre el quehacer polÃtico. Pero aquà se impone hacer matices de nuevo. No estoy diciendo que todos los polÃticos que se oponen a uno de sus colegas, ni todos los articulistas de la prensa, ni todas las lecciones de civismo sean cómplices de engaño. Creo que muchos han asumido honestamente la necesidad de estar atentos a las tapas para esperar la ocasión en que de verdad habrá una bolita debajo o para limitar las repercusiones de la prestidigitación de los hombres y mujeres de estado, además de que algunos de estos últimos no pretenden abusar de los ciudadanos (¡sà los hay!).
En suma, a pesar de mi propio escepticismo, acepto que no nos quedan más que dos opciones: dejar que los polÃticos hagan con nosotros y nuestros recursos lo que quieran o aceptar el mal menor de dedicar tiempo a observar sus manos para reducir los daños, obligarlos a dejarnos ganar algunas veces y, en otras ocasiones, hacerlos correr. En lo personal me inclino por la segunda opción.
¿Festejar la Revolución Mexicana?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Política, Sociedad, Uncategorized on 21 noviembre, 2010
No es lo mismo la Independencia que la Revolución Mexicana. Me refiero a que tienen caracterÃsticas por las que no puedo contemplar de la misma manera los dos aniversarios que este año se están celebrando fastuosa e impuntualmente. Me explico.
La Independencia, al margen de la discusión sobre si debemos celebrar su inicio o su consumación, representa un claro punto de inflexión a partir del cual se puede hablar de un nuevo paÃs, asà sea sólo legalmente. Por supuesto, no todo es muy cristalino, para empezar, los intereses que consumaron la independencia no eran los mismos que los que la iniciaron. Pero al menos sabemos que esos diferentes intereses coincidÃan en la búsqueda de un paÃs independiente y que eso obtuvieron. Si alguien se siente mexicano, con todos los asegunes que esto tiene (ver los mÃos en mi publicación de hace dos meses en este mismo blog), puede celebrar el bicentenario de la Independencia como el nacimiento de este paÃs del que se considera parte.
La Revolución Mexicana no se presta para lo mismo. Podemos darle como inicio el 20 de noviembre de 1910 pero no podemos darle como fin el 25 de mayo de 1911 (menos de un año después), fecha en que Porfirio DÃaz renunció a la presidencia, es decir, cuando el levantamiento obtuvo lo que pretendÃa. En cambio, llamamos también Revolución Mexicana a los enfrentamientos ocurridos durante varios años más y que ya no tenÃan como objetivo derrocar a Porfirio DÃaz sino que uno u otro caudillo revolucionario llegara al poder. (Me parece curioso como el discurso del festejo del centenario llama a la Revolución Mexicana «el movimiento armado», como si fuera un solo movimiento medianamente coherente y no un tremendo enredo de intereses).
Si se considera al movimiento cristero como una respuesta a polÃticas instauradas por algunos de los caudillos, se puede decir que los enfrentamientos siguieron hasta 1929. Además, en ese año, Plutarco ElÃas Calles funda el Partido Nacional Revolucionario (PNR), que después se transformarÃa en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y, más tarde, en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ese partido se encargó de canalizar polÃticamente (decir que electoralmente serÃa una burla) las luchas armadas previas entre revolucionarios. Desde cierto punto de vista, ese año de 1929 puede ser declarado (y varios historiadores asà lo hacen) el año de terminación de la Revolución Mexicana. Pero no el de su consumación, por la simple razón de que es difÃcil atribuir un objetivo a esas múltiples y cambiantes facciones que guerrearon durante diecinueve años. La Revolución Mexicana, entonces, no se consumó sino que se consumió.
Por otra parte, si hacemos caso a la retórica del PNR, el PRM y el PRI, la Revolución Mexicana continuó sin batallas por varias décadas más. PolÃticas educativas, movimientos artÃsticos y, sobre todo, el omnipresente PRI, trataban de crear la sensación de que todo lo que pasaba en este paÃs era resultado de la gloriosa Revolución Mexicana. Hasta para defenderse de sus crÃticos, el PRI acusaba a estos de tener intereses oscuros (también los calificaba de exóticos) contrarios a la Revolución Mexicana y a la nación que dicho partido se habÃa apropiado. Igual que los obispos se justifican como sucesores de los apóstoles, los priÃstas se justificaban como herederos (y alguno como cachorro) de la Revolución Mexicana. No necesitaban otro mérito o virtud (muchos de sus polÃticos, de hecho, no los tenÃan).
Al considerar los costos en vidas y en infraestructura de los casi veinte años de guerra y los costos en civilidad y en desarrollo económico de los setenta años de regÃmenes «revolucionarios», no puedo dejar de pensar la Revolución Mexicana de una manera similar a como pienso el sismo de 1985: abrió la puerta a algunas mejoras sociales, polÃticas y culturales y trajo otros males en los mismos terrenos pero, en sà misma, fue una desgracia. Por tanto, no veo cómo festejar la Revolución Mexicana. Puedo recordar lo que fue y lo que trajo; valorar a algunas personas y resultados, comprender a otros y repudiar a otros más; empatizar con los que sufrieron la violencia y con todos aquellos a los que la revolución no les hizo justicia sino que los ajustició con pobreza; puedo constatar los genes «revolucionarios» que perviven en nuestra vida pública. En fin, puedo tratar de aprender algo de la Revolución Mexicana, pero no festejarla.
¿Es el bicentenario que esperaba?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Personal, Reflexiones, Sociedad on 15 septiembre, 2010
¿Es el bicentenario que esperaba?
Cuando se preparaba la celebración del bicentenario de los Estados Unidos de América yo era un adolescente y, en mi mente nacionalista, me parecÃa que ese paÃs no se merecÃa tanto como México un festejo tan fastuoso como el que se estaba organizando allá. Pensaba con ilusión en nuestro bicentenario y me preguntaba cómo serÃa yo cuando México cumpliera doscientos años. Mi preocupación era, en concreto, si no serÃa yo demasiado grande como para disfrutar esa fiesta. El supuesto de esta pregunta era que los adultos no se divertÃan tanto como los niños y jóvenes.
Se llegó este año y esta noche del 15 de septiembre y me doy cuenta de que no he disfrutado mucho. También veo que no se trata, al menos no principalmente, de que he llegado a una edad aburrida (sÃ, quizá, más crÃtica, en ese sentido sà influye la edad). Más bien me cuesta trabajo dar entrada al júbilo cuando tenemos la violencia del narcotráfico, la corrupción gubernamental y la corrupción ciudadana, que es la contraparte de la anterior, y la ausencia de un sentido de paÃs que nos haga trabajar juntos. En fin, rasgos que no parecen coyunturales sino más bien endémicos en México. ¿Qué puedo festejar?, me digo.
Detrás de mi pesadumbre están, acumulados desde hace años, muchas ideas y sentimientos y experiencias que me dicen que sà tengo razones para celebrar. Si bien estoy enojado con mi paÃs, no dejó de sentirlo mÃo y quiero, más allá del patrioterismo y de ingenuidades, celebrar que estamos aquà y que conservo algo de esperanza en él. Quisiera decir más acerca de lo que significa México para mà y de por qué quiero celebrar esta noche, pero hay alguien que ya lo dijo y de una manera infinitamente mejor. Por eso, más adelante, transcribo el poema de José Emilio Pacheco titulado “Alta traiciónâ€. Sólo quiero añadir que, al hacer mÃas esas palabras de Pacheco, el verso que dice “cierta gente†se refiere a ustedes: familia, amigos, compañeros.
Alta traición
No amo a mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
darÃa la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques, desiertos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro rÃos.
Todos contra Hillary Clinton
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Política, Reflexiones, Sociedad on 10 septiembre, 2010
Las declaraciones de Hillary Clinton acerca de que México se está pareciendo a la Colombia de hace 20 años han logrado unir a nuestra clase polÃtica por unos minutos (lo que duran las conferencias de prensa de banqueta) para descalificar a la Secretaria de Estado. Las crÃticas de nuestros personajes públicos se han concentrado en el hecho de que Clinton asimiló las acciones violentas del narcotráfico a una insurgencia.
Cabe aclarar que estas declaraciones de Clinton fueron sólo una parte de una comparecencia ante el Consejo de Relaciones Exteriores en la que la ex-primera dama y ex-pre-candidata a la presidencia de Estados Unidos hizo más aseveraciones desatinadas. ¿Cómo se le pudo ocurrir considerar insurgencia a la acción del narco? Algunos polÃticos suelen cometer esas pifias cuando se aventuran demasiado en el terreno de la reflexión.
Pero se trata de un error de análisis tan obvio y tan lejano a una intromisión en los asuntos mexicanos que no amerita la nota diplomática que pidió Fernando Castro Trenti, vice-coordinador del PRI en el Senado, ni mucho menos (algunas de las otras opiniones que expresó en la mencionada reunión con el Consejo de Relaciones Exteriores son más graves, realmente prepotentes). Se trata esencialmente de una tonterÃa que ya parece haber sido corregida por Barack Obama (en una entrevista con el diario La Opinión, de Los Ãngeles , que tampoco estuvo dedicada exclusivamente al tema). Sin embargo, se entiende la indignación de nuestros polÃticos como una forma de evadir el cuestionamiento que les plantea la otra parte de la comparación con Colombia, que es mucho más apropiada: los niveles de violencia –incluidas acciones francamente terroristas- que se ven aquà y ahora son similares a los que se vieron allá y entonces. Claro que recientemente varios analistas han sido mucho más claros y precisos que la Hillary al encontrar paralelos entre Colombia y México y al alertar sobre la posible evolución colombiana de la violencia en nuestro paÃs pero sus opiniones no tienen la visibilidad de las de Clinton. Por eso, lo declarado por ella es amenazante para quienes (desde el ejecutivo o desde el legislativo) no le acaban de encontrar el modo a la lucha anti-narco (tarea que, por lo demás, no me parece nada fácil) pero tampoco parecen querer aprender de la experiencia de otros.
En fin, estaré de acuerdo (también por unos minutos) con los polÃticos nacionales: la violencia y el terrorismo que estamos sufriendo son muy diferentes a los que tuvo Colombia. AquÃ, para secuestrar, extorsionar, asesinar funcionarios, hacer estallar bombas en concentraciones masivas o realizar asesinatos colectivos los narcos no necesitan la ayuda de grupos insurgentes.
Carlos Monsiváis y Germán Dehesa, dos periodistas que quitaban el velo a los polÃticos.
Posted by Humberto Rivera Navarro in Artículos, Crítica, Periodismo, Política, Reflexiones, Sociedad on 5 septiembre, 2010
Hace tres dÃas murió Germán Dehesa. Hace dos meses y medio, Carlos Monsiváis. Dos escritores muy diferentes pero con algo en común: desvelar a las figuras públicas en sus columnas: la “Gaceta del Ãngel†y “Por mi madre, bohemiosâ€, respectivamente. Dos columnas que tenÃan esa virtud común. Me explico.
En México hay excelentes editorialistas. Algunos hacen brillantes y orientadores análisis polÃticos o económicos, otros se especializan en acceder a información oculta que es de interés público para revelarla (también existen los pseudo-analistas que sólo hacen juegos malabares con sus obsesiones ideológicas y los que están a la búsqueda del dato escandaloso o, peor, se dedican a hacer escandalosos los datos más anodinos; de ellos no estoy hablando). Pero hay pocos articulistas en los diarios que hagan lo que, cada uno a su manera, hacÃan Monsiváis y Dehesa en las columnas mencionadas: mostrar la realidad del traje nuevo de los polÃticos (de la vida civil, religiosa o empresarial). Pocos como ellos para hacer evidentes las incongruencias, la desvergüenza, el autoritarismo, la irracionalidad o, de plano, la estupidez, esporádicas o crónicas, de esos personajes.
Los polÃticos tienen buenas y malas ideas y decisiones, que los ciudadanos debemos analizar y juzgar. A eso contribuyen los buenos editorialistas con sus observaciones. Pero, además de esos análisis, para entender a los polÃticos, para tomar postura frente a ellos, para votarlos y botarlos, necesitamos bajarlos a la tierra, reconocer que los polÃticos arrogantes no tienen un traje nuevo, que van encuerados, que no tienen un acceso privilegiado a las aspiraciones de la nación, la patria o el pueblo (pero sà acceso privilegiado a medios para satisfacer sus aspiraciones personales), que no son inmunes al error, ni tienen más derechos que los ciudadanos comunes. Para eso, entre otras cosas, servÃan las publicaciones de los dos escritores recién fallecidos.
Pienso que, afortunadamente, las pérdidas de Dehesa y Monsiváis no son irreparables en términos de ese papel que jugaban (por supuesto, como personas, no hay reemplazo), quedan otros escritores que, también a su manera, desvelan a las figuras públicas. Pienso en las colaboraciones periodÃsticas de Guillermo Sheridan y Juan Villoro (las de este último quizá se ocupan de los polÃticos menos asiduamente y no siempre señalan los personajes pero sà las absurdas tramas) y, seguramente, la mata seguirá dando. Pero Monsiváis y Dehesa se extrañan.
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