Archive for enero, 2011
Por qué no leo revistas para hombres
Posted by Humberto Rivera Navarro in Artículos, Comunicación, Crítica, Cultura, Erotismo, Escritura, Fotografía, Periodismo on 23 enero, 2011
Las revistas que se presentan como publicaciones para hombres ocupan áreas grandes de los puestos callejeros o de tiendas como Sanborns, abarcan sólo un poco menos de espacio que las revistas para mujeres. Los tÃtulos son parte de la cultura popular: Maxim, GQ, Hombre, Men’s Health, Interviú, Playboy, por supuesto, y un largo etcétera. Sus temas principales son mujeres, sexo, polÃtica, pasatiempos, gastronomÃa, gadgets y moda. Este artÃculo se trata de por qué no me gusta leerlas.
No es que los temas mencionados no me interesen. Me interesan todos en mayor o menor medida (excepto la moda, lo cual sufren quienes tienen que convivir conmigo), lo que no me gusta es la manera en que son tratados en las revistas para caballeros. Calificaré a ese tratamiento con un adjetivo que quizá sorprenda al lector. Esas revistas me parecen cursis. Para aplicar este calificativo me atengo a las acepciones proporcionadas por la Real Academia Española (y las estiro un poquito):
1. adj. Se dice de un artista o de un escritor, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados.
2. adj. coloq. Dicho de una persona: Que presume de fina y elegante sin serlo. U. t. c. s.
3. adj. coloq. Dicho de una cosa: Que, con apariencia de elegancia o riqueza, es ridÃcula y de mal gusto.
Las revistas para hombres pretenden en vano ser atrevidas, eróticas y conocedoras de la música, la tecnologÃa, la comida y el sexo. Lo que se obtiene es un producto de mal gusto. Me explico.
Los artÃculos sobre temas sexuales parecen extraÃdos a fuerza de la mente aburrida de un redactor en su escritorio, no ser producto de una experiencia, ni siquiera resultado de un saber teórico. Las recomendaciones para incrementar el disfrute son generalizaciones artificiales, las supuestas observaciones picantes son mera calentura adolescente y las descripciones de prácticas sexuales novedosas palidecen ante cualquier manual amatorio de siglos atrás.
Las reseñas de discos, libros y pelÃculas responden a machotes que no requieren el haber escuchado, leÃdo o visto las obras reseñadas. Tratan de salir del paso con un par de comentarios burlones, si están en contra de la obra, o con hipérboles gratuitas tomadas de fuentes de similar cursilerÃa, si quieren promoverla.
Los comentarios sobre instrumentos tecnológicos, los famosos gadgets, delatan a la primera el haber sido extraÃdos de los boletines de prensa de las compañÃas fabricantes.
De los artÃculos de la actualidad polÃtica y social, ya ni hablar.
Encima de todo, es frecuente que los redactores usen un tono de expertos que se dirigen a unos lectores ignorantes, reprimidos y sin sofisticación.
Claro que cuando las revistas masculinas tienen plumas invitadas, esos escritores y periodistas suelen ofrecer textos con temas diferentes a los que publican en revistas con un mercado más amplio pero con la misma calidad, por lo que casi siempre resultan interesantes. Pero un artÃculo no es suficiente para comprar toda la revista.
Sé que el lector debe estar pensando: ¿y las fotografÃas? Es obvio que el contenido central de las revistas que estoy criticando son las fotografÃas de mujeres en diferentes grados de desnudez, por lo que serÃa injusto evaluar estas publicaciones con base en lo que no es su fuerte. Bueno, si mis opiniones sobre los artÃculos fueron muy subjetivas, las que siguen lo son todavÃa más. Creo que la mayorÃa de las fotografÃas y reportajes fotográficos de las revistas en cuestión son también cursis. Ya no digo que pretendan ser eróticas o artÃsticas sin lograrlo. En general, pretenden ser simplemente excitantes o estimulantes sin conseguirlo tampoco.
No es que esas fotos muestren poca o mucha piel sino que muestran siempre a la misma mujer, al mismo molde, aunque las modelos sean diferentes. Siempre usan los mismos motivos, las mismas tomas, los mismos escenarios, la misma iluminación. Cuando quieren ser diferentes y ponerse artÃsticos, la cursilerÃa gana. En lo personal, prefiero un reportaje fotográfico que dé acceso a diferentes facetas de una buena actriz que admiro, aunque se desprenda de pocas prendas, al de una desconocida cuyo único interés es el pie de foto según el cual tuvo su primera relación sexual con su primo a los quince años y no teme a experiencias nuevas, o al de una mujer que es sólo popular por los escándalos que provoca para vender sus fotografÃas sin ropa. Pero esos reportajes con una entrevista incisiva y una fotos reveladoras tanto del cuerpo como de la personalidad de una mujer no se encuentran frecuentemente en las revistas masculinas. ¿Son demasiado fuertes para ellas?
Otra vez, hay excepciones entre los diferentes números de estas revistas pero, ante el anuncio en portada de una sesión fotográfica prometedora prefiero mantener la cartera en el pantalón y ojear la revista en Sanborns o buscar algún buen samaritano que haya subido a su página web personal las imágenes y la entrevista que las acompaña.
Hay dos caracterÃsticas más que me disgustan de las revistas para hombres, las cuales quizá no tienen tanto que ver con la cursilerÃa. Una es la ausencia de Ãndice o la dispersión de este a lo largo de varias páginas, además de que muchas de las páginas no tienen número, por lo que encontrar un artÃculo se vuelve una tarea detectivesca. El otro defecto tiene que ver con el elevado número de fotografÃas publicitarias de hombres que miran al lector fija y seductoramente para decirle cuál es la última moda en suéteres, pantalones o calcetines. Son tantas o más que las fotografÃas de mujeres en la misma actitud. ¿Que no eran revistas masculinas?
En fin, antes de terminar, mencionaré otra excepción a todo eso que no me atrae. Se trata de la revista SoHo, originada en Colombia y que acaba de lanzar el número 0 de su edición mexicana. Sus asuntos son los mismos que los de otras revistas para hombres pero su tratamiento es, por lo general, mucho mejor. La presencia de buenos escritores y periodistas no es esporádica sino regular, con una participación notoria de mujeres (ellas son lo que nos interesa a los hombres, sea que muestren su cuerpo o sus palabras, ¿no?).
Los artÃculos con tema sexual no están escritos desde la necesidad de crear un texto supuestamente lujurioso para vender ejemplares sino desde la experiencia, las ideas o las preocupaciones de los autores de uno y otro sexo (que pueden resultar bastante excitantes).
Cada número tiene un tema que se mueve entre lo novedoso, lo morboso y lo profundo: cómo es vivir con una prótesis (es decir, cualquier objeto que suple una parte o función corporal), cómo es la vida de los pordioseros que “trabajan†en las esquinas concurridas de una gran ciudad o qué se siente acudir a los practicantes de las diferentes ramas del esoterismo, entre otros. Un conjunto de plumas experimentadas revisa las diferentes caras de estos problemas con espontaneidad, humor y, por supuesto, buena escritura.
Las colaboraciones femeninas no hablan de la mujer desde la biologÃa, la psicologÃa o el feminismo (o sÃ, pero no exclusivamente) sino desde la particularidad de mujeres reales que no pretenden hacer generalizaciones fáciles sino sacudir a los hombres con humor y elegancia. Además hay cuentos, reflexiones polÃticas, reportajes sobre figuras públicas y púbicas y reseñas sin pretensiones pero informativas.
El punto más endeble, como en las otras revistas, es la fotografÃa de desnudos o semidesnudos pero, de todos modos, SoHo supera a sus competidores pues con más frecuencia que ellos ofrece fotorreportajes cuyo mérito radica, para mÃ, en que ni las modelos ni los fotógrafos se toman demasiado en serio. Los temas son juguetones: cómo serÃa un dÃa en la vida de una actriz pero sin ropa (no sé si lo lograron con base en montajes o si lograron la colaboración del resto de los asistentes a un restaurante o supermercado), una entrevista doble a una modelo y a su madre, quien también posa semidesnuda, o una serie de fotografÃas con una periodista que por primera vez da otra cara.
Espero que SoHo México conserve las buenas costumbres de su hermana mayor colombiana y no se vea maniatada por un ambiente cultural en el que predomina lo solemne, lo pedante y lo mojigato.
Un México ganador
Posted by Humberto Rivera Navarro in Cultura, Elecciones 2011, México, Política, Sociedad on 16 enero, 2011
Después del famoso puente Guadalupe-Reyes, retomo Notas al pasar y le deseo lo mejor para 2011 a todos los que tienen la amabilidad de visitar este blog. Sin más preámbulo, voy al tema de un México ganador.
Hace algo más de quince años asistà a una función de danza en la que se rindió homenaje a dos miembros de la compañÃa: a la primera bailarina (entonces prometida y hoy esposa de un querido y antiguo amigo), que se retiraba ese dÃa, y a la directora, por su trayectoria. De esta última se leyó una semblanza que impresionó no sólo a los que la conocÃamos superficialmente sino incluso a los enterados. Cuando la directora tomó la palabra se refirió una y otra vez, de una manera y otra, a la lucha que habÃa librado a lo largo de su carrera. No especificó contra quién habÃa luchado pero creo que más de un asistente sospechó de la burocracia cultural y de los colegas envidiosos. Cuando salÃamos de la función, Paco Donovan, un jesuita gringo que tenÃa más de veinte años en México, me dijo, palabras más, palabras menos: “los mexicanos se enfocan en sus luchas y no se dan cuenta de sus logrosâ€.
En efecto, aunque se podÃa atribuir el tono del discurso de la homenajeada a su modestia o a una disposición a disfrutar el camino tanto o más que el arribo al destino, la verdad es que se habÃa presentado como vÃctima sufrida y no como vencedora de obstáculos a pesar de sus innegables y numerosas conquistas. No tengo elementos para decir si esta afirmación de Paco se aplica a la mayorÃa de los mexicanos pero sà tengo algunas experiencias por las que me atrevo a postular la hipótesis de que muchos mexicanos (me incluyo entre ellos, ver mi publicación del 15 de septiembre de 2010) no solemos ver lo que vamos logrando como paÃs.
Sà reconocemos un gran pasado que algunos sitúan antes de la colonia, otros en la Nueva España, en la Reforma, en el Porfiriato o en la Revolución Mexicana, según sus afinidades. Por supuesto, apreciamos nuestra variada y rica naturaleza. No se diga lo orgullosos que estamos de nuestra gastronomÃa. Pero, de alguna manera, todo eso nos fue dado. Sobre lo que hoy somos y hacemos llegamos a señalar nuestra creatividad, entendida casi siempre como habilidad para saltarnos las trancas, pero no mucho más. A veces pareciera que el paÃs funciona (porque, a pesar de nuestras justificadas quejas, mal que bien, marcha) sin mexicanos, que no somos nosotros los que hacemos que las cosas pasen.
Por su parte, los partidos polÃticos refuerzan esta percepción al ofrecer: a) darnos lo que necesitamos porque ellos saben lo que realmente queremos, b) vengarnos de las injusticias que los malos nos han infligido, c) prohibir aquello que nos da miedo o d) recuperar el poder para hacer lo que hacÃan (¿bien?) antes de perderlo sin hacer un ajuste de cuentas con las barbaridades que cometieron. Es decir, entre sus propuestas no está dirigirnos para mejorar juntos al paÃs, para alcanzar un mejor México del que todos podamos sentirnos responsables y orgullosos. Ellos quieren hacer las cosas por nosotros. Parece que lo único que no quieren hacer por nosotros es tomar las decisiones difÃciles que le corresponden a quienes han optado por la polÃtica.
Por lo anterior, me llamó mucho la atención que, en su primer dÃa como presidente, Felipe Calderón dijera (otra vez, palabras más, palabras menos) que querÃa ver un México ganador. Nunca habÃa oÃdo a un polÃtico decir algo semejante. Lo nuestro no parece ser ganar sino ser vÃctimas, tener mala suerte o, si acaso, como la directora de danza, luchar para casi llegar (ver al respecto el artÃculo “¡El que sigue!â€, de Juan Villoro en Reforma del viernes 14 de enero). No sé si esa intención de Calderón (que repitió en el mismo discurso al menos una vez) fue transformada en estrategia de gobierno pero no veo evidencia de que los mexicanos nos sintamos más ganadores. Más aún, no veo que los mexicanos tengamos más deseo que antes de ser ganadores en el sentido de responsables activos del desarrollo del paÃs. Tengo la impresión de que, en general, seguimos esperando que regresen los que dicen que hacÃan las cosas bien olvidando su autoritarismo y su corrupción, que un mesÃas nos vengue de las afrentas sufridas o que alguien ponga orden.
Ahora bien, en el segundo párrafo de este texto di por hecho que los mexicanos tenemos algunos logros por los que podrÃamos sentirnos, al menos, un poquito ganadores. El ensayo «Regreso a futuroâ€, de Jorge Castañeda y Héctor Aguilar CamÃn, en nexos de diciembre me hizo reflexionar al respecto. Los autores sostienen las tesis de que México “es preso de su pasado†(planteada en otro artÃculo un año antes) y de que “es preso también de la idea pobre que tiene de sà mismoâ€. Recogen un gran conjunto de datos variopintos (estadÃsticas, impresiones, anécdotas, opiniones de entrevistados) para afirmar que el paÃs es mejor que lo que pensamos, que es mejor que antes y que sigue mejorando. Su análisis es desigual y más contradictorio de lo que ellos mismos reconocen (por ejemplo, como prueba de lo erróneo de las opiniones negativas que los mexicanos tenemos citan varias veces las opiniones positivas de algunos mexicanos), asumen supuestos cuestionables, pero sin duda logran presentar al lector un panorama mucho más complejo y prometedor que el de un paÃs atrasado sin remedio. No repetiré aquà esa información pues hay acceso libre al artÃculo en la revista, pero no quiero dejar de mencionar que, además de reunir muchos datos útiles, Castañeda y Aguilar CamÃn problematizan los criterios que usamos para valorar lo que hemos alcanzado. No sacan todas las conclusiones sobre ello pero no le dejan a uno otra opción más que reconsiderar los insumos y perspectivas con los que pensamos a México y, de inmediato, voltear para ver de nuevo, con ojos más abiertos, aquello con lo que nos tropezamos a diario.
Plantean también algunos de los nudos a desatar para contar con un futuro mejor. Y al ver hacia adelante señalan lo que le toca al gobierno, en particular al ejecutivo federal, y lo que nos toca a los ciudadanos. Y vinculan a ambos a través del término “liderazgo didácticoâ€. Se trata, hasta donde lo pude entender, de una labor que corresponde a los polÃticos y consiste en reducir la separación entre “las aspiraciones más concretas e inmediatas de la sociedad y las decisiones de grandes cambios que pueden colmarlasâ€. Esto pasa por reconocer lo que piensan, sienten y necesitan los ciudadanos y por ayudarlos a entender cómo se puede obtener lo que quieren y los lÃmites, obstáculos y requisitos que se encuentran en el camino. Hallo muy ricos estos contenidos para la noción de liderazgo didáctico, pero me gustarÃa ampliarlos, pues los veo insuficientes para sustentar un quehacer polÃtico y gubernamental que nos mueva hacia la responsabilidad ciudadana, hacia la participación, hacia querer ser y sentirnos ganadores. El concepto psicológico de autoeficacia viene entonces a cuento.
La autoeficacia consiste en las creencias que tienen las personas acerca de su capacidad de realizar satisfactoriamente una tarea (de esa manera, se puede distinguir la autoeficacia de una persona para el estudio, para ser padre, para cuidar de su salud o para ejercer una profesión u oficio). La autoeficacia está en la base de la persistencia ante los obstáculos, de la planeación de la acción, de la apertura al cambios, entre otras actitudes y conductas constructivas. Para fortalecer su autoeficacia una personas requiere, entre otros factores, percibir sus logros pasados; identificar la relación entre lo que ella hizo y esos logros, al tiempo que admite sus errores y los convierte en oportunidad de cambio; aprender de otros que es posible realizar bien las tareas en cuestión y recibir una retroalimentación positiva por sus acciones y éxitos.
Los polÃticos y gobernantes deberÃan ser promotores de lo que se podrÃa llamar autoeficacia ciudadana. Para eso tendrÃan que favorecer la libre circulación de información objetiva sobre la situación del gobierno y del paÃs en general; presentar los resultados de sus acciones como producto de todos, no sólo de ellos; abrir la discusión de los grandes temas nacionales y abrirse ellos mismos a la discusión; hacer públicos los diferentes escenarios y traer a revisión las experiencias nacionales y extranjeras, sin miedo a reconocer que no tienen todas las respuestas; reconocer con precisión las insuficiencias de ellos y de los ciudadanos para precisar los asuntos pendientes y las conductas a mejorar en los gobernantes y los gobernados; proponer retos a la ciudadanÃa como quien trata con personas capaces de las que se puede esperar mucho. De alguna manera, tendrÃan que ser como los buenos maestros.
Ahora que, por donde se mire, México está en plena carrera electoral, me gustarÃa ver que los partidos polÃticos, asumiendo un liderazgo didáctico, no sólo ofrecieran soluciones sino que propusieran hacernos parte de las soluciones (por supuesto, sin desentenderse de sus obligaciones) para, entre todos, hacer un México ganador, uno cuyos ciudadanos estén orgullosos del presente que ellos mismos han creado, no sólo de lo que otros mexicanos más o menos etéreos les entregaron. Y me gustarÃa que los mexicanos nos hiciéramos cargo de nuestras responsabilidades, entre las cuales están exigir a los partidos planteamientos inteligentes y pensar qué queremos para este paÃs, cómo queremos verlo ganador.
En congruencia con ese deseo, en algunas de las siguientes entregas de este blog retomaré el tema de hoy. Los invito a dejar sus comentarios acerca de su evaluación del paÃs (qué ha logrado, qué no, quién ha hecho su trabajo, quién no) y acerca de qué significarÃa que México fuera un paÃs ganador.
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