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Tweetbalas: la discriminación cotidiana hecha visible

México es balaceado por la discriminación en Twitter. Esa es la persuasiva afirmación de un arma que dispara una bala de pintura sobre una pared con la palabra «México» cada vez que en las cuentas de Twitter mexicanas se acumulan 20 nuevos twits con una etiqueta o hashtag discriminatorios. Se trata de la instalación #tweetbalas, que se puede ver en el Museo Memoria y Tolerancia o en el sitio web tweetbalas.com (aunque, al escribir esto, la transmisión estaba suspendida).

Las etiquetas que hacen disparar a este artefacto son (según Milenio): #EsDeNacos, #Indio, #Gata, #Zorra, #EsDePobre,#EsDeChacha, #EresPuto, #ForeverSirvienta y #HuelesAIndígena. El museo, la agencia de publicidad Ogilvy, la Facultad de Mecatrónica de la UNAM y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación CONAPRED, responsables de la instalación, quieren hacer evidente que esas expresiones no son insultos triviales. Son una contribución a reforzar las situaciones de discriminación que les dan origen.

Un insulto es, en esencia, la comparación del objeto insultado con un objeto, persona o idea que el insultador (y, muy probablemente, el insultado) considera indeseable, negativo, despreciable. Cuando, por ejemplo, calificamos de cerdo a una persona cuya higiene personal nos parece inadecuada estamos diciendo que su forma de ser es similar a la de un puerco. A veces, incluso queremos decir que esa persona es, tal cual, un puerco. La eficacia de este insulto se basa en la estereotipación (obviamente infundada) de los cerdos como animales sucios. La persona que insultemos con este epíteto puede sentirse ofendido, puede considerar que la calificación que le damos es injustificada o que es una exageración o que, con independencia de su pertinencia, es agresiva. Pero no necesariamente hay discriminación. La habría si le llamamos cochino por una conducta que no es antihigiénica desde un punto de vista objetivo (y creo que en el campo de la higiene hay algunos aspectos que objetivamente son adecuados o no, como lavarse las manos después de ir al baño o antes de preparar comida, en especial comida para otros) sino que es sólo diferente a la del insultador. Ciertamente no hay discriminación contra los puercos, a pesar de que los estamos estereotipando. Se pueden discutir los derechos de los animales pero, en este momento, los dejo fuera de la discusión sobre los derechos humanos.

En cambio, si pensamos que un hombre está enfrentando una situación con miedo injustificado (al menos desde nuestro punto de vista), y por eso le decimos joto, la situación es otra. No sólo estamos usando una forma despectiva de referirse a los hombres homosexuales sino que le estamos atribuyendo de manera estereotipada a este grupo lo que consideramos un defecto (ser pusilánime). Esa expresión discrimina a los homosexuales tanto si se espeta a un heterosexual como si se le endilga a un homosexual. En este último caso, reducimos al insultado al supuesto defecto que pensamos presentan todos los homosexuales.

Otro insulto discriminatorio, quizá el menos advertido como tal y el más difundido, es llamar puta a una mujer porque su conducta o sus ideas no se ciñen a una vaga y equívoca pero férrea noción de lo que es ser mujer. Incluso es uno de los insultos preferidos cuando simplemente hay enojo con una mujer y se le quiere causar daño, aunque no se haya desviado de esa noción. El insulto es usado tanto hombres como por mujeres. Con este insulto, la discriminación ocurre, en primer lugar, porque se estereotipa a las mujeres que se dedican a la prostitución, es decir, al declarar que todas ellas son despreciables y que son despreciables del todo por su forma de ganarse la vida. En segundo lugar, se discrimina a la insultada por asimilarla a un estereotipo debido a una conducta o rasgo parcial. Pero, suele haber otro matiz discriminador, quizá el más grave. Muchos de los hombres que emiten este insulto no sólo están asimilando a la mujer que insultan al grupo de las prostitutas sino que suelen dar por hecho que todas las mujeres se merecen el calificativo o, si no se lo merecen, es porque no han tenido oportunidad o no se las ha descubierto. Hace poco un legislador nos dio una muestra de este tipo de pensamiento.

Los insultos discriminatorios comunes en todo México son más: indio, prieto, chacha, pobre. Y hay otros de alcance local o propios de ciertos grupos. Discriminan a la persona insultada y al grupo que se toma como modelo para el insulto. Hacerlos visibles no es la solución a la discriminación pero es un paso para hacernos conscientes de que los mexicanos también somos racistas, clasistas y, por supuesto, sexistas, a pesar de que tratemos de no ver.

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En el consultorio del ginecólogo o Lo que las mujeres quieren saber sobre la impotencia y los hombres no se atreven a preguntar

Entro con mi esposa a la sala de espera del ginecólogo, nos sentamos y exploro las mesitas en busca de algo que leer, una de esas lecturas breves y olvidables que uno no haría más que en situaciones como esta. Como no hay nada por el estilo, me dirijo hacia un pequeño folletero con cuadernillos rosas. Ni modo, pensé por el color de los cuadernillos, a leer sobre cuidados durante el embarazo, sobre los primeros días del bebé o sobre ejercicios post-parto, temas todos ellos que dejaron de ser de mi interés hace varios años. Pero al alcanzar el folletero leo “erección”.

Desde el largo título compuesto de tres frases dispersas en la portada –“Problemas de erección”, “Una condición del hombre, una preocupación de la pareja” y “Las preguntas más frecuentes que las mujeres se hacen”– el enfoque de la publicación empieza a notarse. Contra lo que pudiera uno pensar, los destinatarios no son los hombres, por eso el color rosa. Dice así la introducción: “Este folleto presenta información básica a las compañeras de los hombres que cursan con este tipo de disfunción (la eréctil), con el objeto de ayudarlas a conocer aún más sobre este padecimiento”. En otras palabras, al bolsillo del hombre por la necesidad de la mujer.

Muchos organismos internacionales, ONG (organismos no gubernamentales) y GNO (gobiernos no organizados) han descubierto que, para elevar el nivel de vida de las comunidades, las estrategias de desarrollo han de contar con el apoyo de las mujeres. Parece que Pfizer -el laboratorio editor de este cuadernillo y productor del Viagra- también comprende que para elevar algo en el hombre y para que dicha empresa eleve sus ingresos, tiene que aliarse con el elemento femenino de la pareja. Sabe que los hombres, por pena, pueden callarse la impotencia durante más o menos tiempo, pero que las mujeres no tienen motivaciones para aguantarse y estarán más dispuestas a tomar medidas. Viéndolo así, los hombres con “disfunción eréctil” deberían estar agradecidos de que Pfizer proporcione una opción intramatrimonial a sus compañeras.

Después de la introducción ya mencionada, Pfizer buscar serenar a sus lectoras y a sus consortes y se esfuerza por hacer pasar a la impotencia como algo similar al catarro común: millones la padecen pero no hay por qué alarmarse. No es para tanto. Si el impotente está desesperado y deprimido (doblemente), se trata de una reacción exagerada. Se afirma que el impacto emocional causado por la disfunción eréctil es causado muy frecuentemente porque a las personas les llega mala información. Es curioso pues creo que la información básica que provoca en un hombre erecto-disfuncional un impacto emocional negativo no “le llega”. La obtiene simultáneamente de sí mismo y de su pareja y, como se dice ahora, en tiempo real. Los prejuicios, las películas y cualquier otra información externa poco pueden hacer para empeorar el estado de ánimo del sujeto, con una excepción. Esa información externa no solicitada consistente en: “tu esposa (o novia o amante) se metió con fulano porque dice que contigo nada de nada”.

En esta línea de restarle gravedad al asunto, el folleto sostiene que el término disfunción eréctil es más adecuado debido a las connotaciones negativas que algunas personas adjudican a la palabra impotencia. Francamente no entiendo por qué evitar una expresión de resonancias negativas para designar una situación que todo hombre (y su pareja) percibe, más allá de su gravedad (que no dureza) y de la posibilidad de ser corregida, como inequívocamente negativa. Pero los redactores de Pfizer insisten y, para tranquilizar todavía más a la mujer y a su compañero, dicen: “no es un padecimiento que amenace la vida” (¡faltaba más!). En otras palabras “no la haga de tos, no se va a morir por impotente (perdón por usar el término de connotaciones negativas), aunque se esté muriendo por tener sexo”.

El folleto sigue, describe la fisiología de la erección y hace una lista de las causas de la disfunción eréctil. Inmediatamente después da respuesta a esta hipotética pregunta de una mujer: ¿cómo puedo saber si mi pareja tiene disfunción eréctil? La respuesta es digna de citarse textualmente. “Si con frecuencia su pareja tiene persistentes problemas de erección, es muy probable que usted ya lo sepa”. Creo que lo que querían decir es: “No se haga. Si usted de verdad no se ha percatado de que su pareja es impotente, significa que no hay problema (improbable si ya llegó a este punto del folleto), que usted no ha intentado tener sexo con su pareja en mucho tiempo o que no sabe cómo se tiene sexo”.

Un par de páginas después (sí, son varias páginas) se responde otra supuesta interrogante de una impaciente y, como de pasada, se desliza esto: “Por experiencia propia, quizás ya se haya dado cuenta de que para algunos hombres la disfunción eréctil puede ser un tema muy difícil de abordar”. Vaya, si la frase citada en el párrafo anterior supone que la lectora del folleto es tan ingenua o tonta como para no sospechar un problema de erección en su pareja impotente, esta otra frase asume que es una sexóloga experta, una encuestadora que se dedica a aplicar cuestionarios sobre sexo a hombres o una mujer con una experiencia sexual tan vasta que ha reunido una muestra de actitudes masculinas tan grande como para llegar a la conclusión referida.

Entramos finalmente a consulta. Todo en orden. Al terminar, el médico nota el folleto en mi mano. “¿Qué andan leyendo ustedes?”, dice con cierta sorpresa. Se sorprende más cuando le informo que el opúsculo estaba en su sala de espera y que en la contraportada tiene esta leyenda: “Este folleto es una cortesía de su médico”. Mientras nos acompaña a la puerta nos comenta que hay quien aspira nasalmente el Viagra en lugar de ingerirlo por vía oral. No hay tiempo de pedir más detalles. Me invade la imagen de una Eva entregando una línea de Viagra a un Adán que de inmediato se echa un pericazo. Me pregunto si esta vía de administración permite un aprovechamiento más rápido y completo del medicamento o si la razón para inhalar Viagra es que evoca el consumo de drogas y le añade al encuentro sexual la emoción de lo prohibido.

Mientras esperamos el auto en el estacionamiento leo el enunciado con el que concluye el mensaje: “Este folleto es proporcionado como un servicio educativo de Pfizer, ‘ciencia para el bienestar de la humanidad’”. Vaya un slogan apropiado este último. Con el Viagra, Pfizer, como pocas compañías, puede estar haciendo una gran contribución al bienestar y, por supuesto, al crecimiento de la humanidad.

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