Archive for category Crítica
Piso parejo o el comienzo del terreno pedregoso
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Democracia, Elecciones 2024, Política, Uncategorized on 13 junio, 2023
Me llaman mucho la atención las entusiastas opiniones de algunos comentaristas de los medios de comunicación que aseguran que los acuerdos del Consejo Nacional de Morena con los aspirantes a la candidatura presidencial de ese partido son un avance de civilidad y democracia y festejan que ya (como se dice del pulque y su relación con la carne) solo les falta un grado para ser elecciones primarias. No extraña que digan eso las personas involucradas, pero ¿los externos?
Pensar que con esos acuerdos el proceso de selección de la o el candidato de Morena avanzará tersamente es no conocer o hacer como que no se conoce a los políticos mexicanos. Quiero hacer notar que me resisto a llamarle a ese proceso la sucesión presidencial, porque hacerlo sería normalizarlo, asumir su naturalidad y su ajenidad respecto de la voluntad ciudadana, como en los tiempos del viejo PRI.
Los líderes morenistas tienen algo, y muy fuerte, en común, su apoyo al Presidente, pero eso no se puede confundir con unidad. Pueden firmar que respetarán los acuerdos, mas después podrán arguir que no aceptan los resultados porque el proceso se apartó de lo acordado. Y hay muchos aspectos en los que el proceso puede desviarse de lo que parece ser su espíritu. Para empezar, el hecho de que quien gane no será el que simplemente tenga más «votos» en la encuesta, sino el que tenga más puntos. Definir qué contará hacia esos puntos es una gran oportunidad de conflicto; asegurarse de que el procedimiento acordado (si se llega a ello) se siga escrupulosamente, es otra. El financiamiento de estas precampañas es una más, como lo es la prohibición de debatir.
Por cierto, un comentarista piensa que esta última prohibición fue un punto ganado por Sheinbaum, quien, supuestamente, es menos hábil en la discusión pública. Yo creo que es, más bien, un triunfo del Presidente. Evitar el debate y las confrontaciones entre sus candidatos sería una forma de bloquear las críticas a su gobierno. Una crítica a los otros es una crítica a la parte del actual régimen en la esas personas han participado. Incluso hacer propuestas es reconocer que el actual sexenio deja cosas a deber. Por eso, creo que ese acuerdo se incluyó para proteger al Presidente, si bien será un esfuerzo fallido, pues no veo forma en que la y los candidatos se posicionen sin criticar al resto, y de pasada, al gobierno saliente. En el viejo PRI sabían esto y, a su pesar, apechugaban. ¿Lo saben hoy?
Por otra parte, está la cuestión de si el Presidente dejará que las encuestas fluyan libremente y decidan quién representará a su partido en las elecciones del 2024. Busca controlar tanto su legado que no parece probable; dudo que le dé lo mismo cualquiera de los cuatro (no cuento a Velasco ni a Fernández Noroña). La posibilidad de que el Presidente oriente de alguna manera los resultados es, a mi parecer, lo que da sentido a la participación de Adán Augusto López. Sheinbaum y Ebrard pueden ganar la encuesta, esa es su motivación. Monreal no puede, pero entra para mostrar fuerza y negociar, dado que sus compañeros de partido no lo ven como su igual. Además, puede regresar al Senado, porque su salida es por licencia. En cambio, López Hernández no ganaría la encuesta y pierde mucho al renunciar a la Secretaría de Gobernación. ¿Quiere negociar algo, como Monreal, o es el as bajo la manga del Presidente? Creo que ninguno ha mostrado tanta docilidad a su jefe como él. Si de alguien se puede pensar que buscaría mantener la línea de AMLO al pie de la letra, es de él.
Hay mucho más que comentar de este proceso, pero termino con la declaración de Mario Delgado acerca de que el dedazo está muerto. Ahora sí que, como dice la canción, nadie le preguntó. Si se refiere al dedazo del viejo PRI, falleció hace años. Si se refiere al dedazo en Morena, ¿qué actos presidenciales tiene en mente? ¿Cuál es el sol que quiere tapar con ese dedo?
¿Quien debe pedir perdón a los pueblos indÃgenas?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Democracia, Derechos humanos, Educación, Historia, Justicia, México, Política, Pueblos indígenas, Sociedad, Uncategorized on 30 marzo, 2019
Que España pida perdón por la conquista y colonización hecha por sus antepasados sobre las naciones habitantes de lo que hoy es America Latina (no sobre México, que no existÃa) me parece innecesario. Pero no serÃa tan descabellado que sus gobernantes reconocieran y lamentaran la invasión y el sometimiento, la violencia y el despojo sufrido por aquellos pueblos, pues, a pesar de que lo que dice su rey, sà es posible juzgar esos hechos desde hoy, simplemente porque ésos y otros hechos similares también fueron juzgados en su momento. Los pueblos ibéricos no aceptaron con gusto la ocupación árabe y lucharon contra ella hasta terminarla poco antes de dirigirse a estas tierras.
Lo impertinente, por decir lo menos, es pedirle a España que pida perdón desde la cabeza de otro Estado que ha estado oprimiendo, discriminando y tratando de desaparecer a los herederos de las naciones mesoamericanas durante dos siglos, incluyendo el tiempo que, para nuestro actual presidente, es la época dorada de la vida pública mexicana: los años del priato hasta el fin del sexenio de José López Portillo.
No se puede hacer un llamado asà de manera congruente desde un gobierno que, en esta materia, no se ha distanciado todavÃa de los anteriores y no tiene mejor propuesta para los pueblos originarios (enfatizo el plural, pues no son todos una misma cosa) que convertirlos en beneficiarios de programas sociales (al estilo neoliberal). El nuevo gobierno ni siquiera ha asumido explÃcitamente los derechos que esos pueblos tienen según la legislación internacional firmada por México (la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos IndÃgenas y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, el que prescribe las consultas previas, libres e informadas a los pueblos originarios cuando se proyectan polÃticas públicas que los pueden afectar) y la nacional (artÃculo 2o. constitucional, entre otras normas).
Por otra parte, las respuestas internas y externas a favor y en contra de la carta de López Obrador al Rey de España en su mayor parte reflejan el racismo que se ha instalado en la sociedad a la par de las polÃticas hacia los pueblos indÃgenas (las expresiones anti-hispanas se adentran más en la estupidez que en la xenofobia). Es una discriminación que busca la desaparición o el blanqueo de la población indÃgena. SÃ, tan blanqueo es querer mezclarlos para aclarar su piel o castellanizarlos a la fuerza como idealizarlos y atribuirles una esencia inmutable y excepcional. Con frecuencia, una y otra forma de blanqueo coexisten en las mismas personas y en las mismas polÃticas. La forma más ordinaria de combinar los dos tipos de blanqueo se da al confinar el valor de los pueblos indÃgenas en el pasado remoto y apropiárnoslo, mientras que en el presente se folcloriza e ignora a esos grupos.
Un ejemplo de esto último se puede ver en la mención superficial de sus derechos educativos en el dictamen aprobado la semana pasada en las Comisiones Unidas de Educación y Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados. Adelfo Regino Montes, Director General del Instituto Nacional de los Pueblos IndÃgenas, habÃa propuesto el siguiente texto para un nuevo inciso f) del artÃculo 3o., fracción II:
f) (La educación) Será intercultural, incluirá la educación indÃgena respetando y preservando su patrimonio histórico y cultural. En las zonas con población indÃgena se asegurará la impartición de educación indÃgena plurilingüe e intercultural, para todos los educandosâ€.
Lo que se votó el 27 de marzo después del manoseo en las comisiones unidas fue:
En las comunidades y pueblos indÃgenas se impartirá educación plurilingüe y pluricultural con base al respeto, promoción y preservación del patrimonio histórico y cultural.
A mi juicio, la propuesta de Adelfo Regino se quedó corta respecto de lo que un pueblo puede esperar de su educación, pero, en todo caso, hablaba de la educación intercultural con respeto para el patrimonio histórico de esos pueblos. Lo que quedó en el dictamen que se presentará al pleno de la Cámara de Diputados es una educación pluricultural, término este último que pone el énfasis en la cantidad de culturas y no en su entendimiento, como lo plantea la noción de interculturalidad. Además, hay una clara confusión del término pueblo como sujeto de derecho y y de pueblo como asentamiento humano. Pero, más que todo lo anterior, el patrimonio ya no es de los pueblos indÃgenas (su patrimonio), sino nuestro (el patrimonio). Resulta que respetar ese patrimonio del pasado es importante porque es de los mexicanos en su conjunto, no porque ese patrimonio es parte de la vida actual de los pueblos indÃgenas. Entonces, lo que quieren los pueblos indÃgenas para ellos, hoy, a partir de su patrimonio, no es importante.
Si se quiere abrir una época de cambio (los resultados electorales del año pasado la pidieron, pero la toma de posesión no la instauró automáticamente), convendrÃa hacer buenos los primeros cuatro párrafos del artÃculo 2o. de nuestra constitución polÃtica:
La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indÃgenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del paÃs al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y polÃticas, o parte de ellas.
La conciencia de su identidad indÃgena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indÃgenas.
Son comunidades integrantes de un pueblo indÃgena, aquellas que formen una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.
El derecho de los pueblos indÃgenas a la libre determinación se ejercerá en un marco constitucional de autonomÃa que asegure la unidad nacional. El reconocimiento de los pueblos y comunidades indÃgenas se hará en las constituciones y leyes de las entidades federativas, las que deberán tomar en cuenta, además de los principios generales establecidos en los párrafos anteriores de este artÃculo, criterios etnolingüÃsticos y de asentamiento fÃsico.
¿Está clarÃsimo cómo poner en práctica esos párrafos? No. ¿Es sencillo? No. Pero es lo que hoy manda nuestra Carta Magna y los consensos de Naciones Unidas que hemos firmado, y no lo hemos llevado a la práctica.
¿Quien debe pedir perdón a los pueblos indÃgenas? El Estado Mexicano y nosotros, los mexicanos no indÃgenas, aquÃ, hoy.
Las razones de un Nobel: Dylan, Roth y Trump
Posted by Humberto Rivera Navarro in Arte, Crítica, Cultura, Literatura, Música, Sexualidad, Trump on 13 octubre, 2016
Los premios Nobel de la paz y de literatura suelen llevar mensaje. No sólo se trata de premiar a quien tiene mérito, sino de afirmar algo. Por eso, más que preguntarme por los méritos de Bob Dylan, me pregunto por lo que quiere decir (o no decir) la Academia Sueca al otorgar este premio a Bob Dylan, en lugar de otros escritores estadounidenses muy reconocidos.
En particular, pienso que el candidato lógico era Philip Roth, de 83 años, a quien muchos consideran el mejor escritor vivo de aquel paÃs. Es grande como escritor y es grande de edad. Qué mejor que él para regresar el premio a Estados Unidos después de 23 años (Toni Morrison lo ganó en 1993).
Pero Roth tiene un problema. Ha sido acusado de misógino por más de una persona. Y ha sido defendido de esa acusación por otras tantas (sobre unas y otras, ver algunas ligas al final de esta nota al pasar). Sus personajes masculinos son tanto vÃctimas como victimarios de personajes femeninos y estos últimos no siempre aparecen en la mejor luz, a decir de los crÃticos. Tampoco los masculinos, dirÃa yo. Las escenas sexuales intensas y confrontantes son frecuentes en sus novelas. En una de sus obras, el argumento es que un hombre se metamorfosea en un pecho femenino. ¿Se pueden tocar los temas que Roth toca sin ser misógino? Creo que sà y creo que lo ha logrado. Pero las opiniones en contrario son fuertes.
Quizá en otro momento los académicos de Suecia se la hubieran jugado. Quizá. Pero con Trump enfrente, la sospecha de misoginia situarÃa a la Academia en el campo de la incorrección  polÃtica, mientras que las posturas polÃticas que Dylan ha adoptado a lo largo de su carrera la mantienen libre de reproche. Repito, quizá en otras circunstancias se la hubieran jugado, aunque nunca se la jugaron con el genio de Borges.
En resumen, me atrevo a postular la hipótesis de que el premio a Dylan, merecido, resultó, además, oportuno gracias a la notoriedad del abusivo Trump. De cualquier manera, me alegro por Dylan. Sólo espero que Roth viva lo suficiente para que le pueda tocar un Nobel.
Algunos enlaces a crÃticos y defensores de Roth:
https://www.theguardian.com/commentisfree/2011/may/22/philip-roth-carmen-callil-booker
http://lilith.org/blog/2014/03/why-i-did-not-like-philip-roths-new-york-times-interview/
http://forward.com/culture/186074/philip-roth-isnt-a-misogynist-really/
MarÃa Magdalena, el pecado y la misoginia en Semana Santa
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Género, Religión, Sexualidad on 25 marzo, 2016
Algunos sacerdotes, en sus sermones, siguen eligiendo a MarÃa Magdalena, identificada como la mujer adúltera del Evangelio de Juan (8, 1-11), como la muestra más patente de la capacidad de Jesús de perdonar. Esta añeja práctica continúa a pesar de que hay tantos personajes evangélicos con una conducta reprobable (Herodes, Anás y Caifás, por sólo mencionar a tres), que seguramente estuvieron entre los «que no saben lo que hacen» y a quienes Jesús otorgó el perdón en la cruz.
Ese recurso retórico, aparentemente piadoso y conmovedor, al que son sensibles muchos cristianos (no sólo sacerdotes católicos), contribuye a reforzar la falsa idea de que la mujer es la fuente y motor del pecado supuestamente más grande, el sexual. Es decir, es denigrante de la mujer. (Además, se puede objetar la consideración subyacente del placer sexual como pecaminosos en sà mismo y, por supuesto, la misma asimilación de MarÃa Magdalena con la adúltera, pues no se sostiene en los textos neotestamentarios, canónicos o apócrifos, pero eso es lo de menos, en este caso).
A ver si ya se encuentran otro ejemplito menos misógino.
Chistes sexistas
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Género on 8 marzo, 2016
¿Hay temas que deben quedar excluidos de los chistes? Ricky Gervais, el cómico británico conocido por no dejar tÃtere con cabeza opina que no. Él se mete con todo el mundo. Sin embargo, dice que no encuentra chistosos ciertos chistes y, por tanto, no los cuenta. Lo que esos chistes tienen en común no es tanto un tema sino una forma de tratarlo. Son los chistes racistas. Dice de ellos:
Puedes hacer chistes sobre las razas sin que una raza sea el blanco de la broma… No me gustan los chistes racistas. No porque sean ofensivos. No me gustan porque no son chistosos. Y no son chistosos porque no son verdaderos. Casi siempre, en algún punto, están basados en una falsedad, que me echa a perder la broma.
Creo que a todos nos pasa eso, si las premisas de un chiste sin falsas, se pierde el chiste. No me refiero, por supuesto, a los personajes. Un chiste puede ser muy bueno aunque sus personajes sean animales que hablan o fantasmas. Las premisas clave son las caracterÃsticas de esos personajes.
Si esto es cierto, ¿qué dice de nosotros que riamos ante un chiste racista o sexista? Dice que creemos que las premisas son ciertas. Si nos carcajeamos por un chiste sexista, creemos que, en efecto, las mujeres son más tontas, chismosas o emocionalmente inestables (entre otros atributos) que los hombres.
Aclaro que no creo que todos los chistes que tienen que ver con mujeres o las relaciones entre hombres y mujeres son sexistas. Comparto con Gervais la creencia de que nada debe estar al margen de los chistes y que el humor puede ser una forma de entender y criticar el mundo. Es más, me atreverÃa a decir que es una forma de amarlo. Pero no encuentro divertidos los chistes sexistas como los definà antes porque me parece que, al ser falsas las premisas (la inferioridad de las mujeres), no hay chiste. Se trate de un chiste en forma (introducción, desarrollo y desenlace) o una simple intervención en una conversación que pretende ser humorÃstica, si parte de ese supuesto, no me hace reÃr.
No estoy por la censura, pero si por la crÃtica de los chistes sexistas, racistas o discriminatorios en cualquier forma. Me parece una forma de crÃtica literaria y polÃtica que amerita ser ejercida con más frecuencia. (Y, por si las dudas, reitero: que un chiste incomode no lo convierte automáticamente en discriminatorio).
Una de las muchas formas en que podemos celebrar el DÃa Internacional de la Mujer es pensar en la última vez que escuchamos un chiste sexista. ¿Nos provocó risa?
El Chapo, Sean Penn, nosotros
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, México, Narcotráfico, Periodismo, Política, Sociedad on 11 enero, 2016
Es claro que la entrevista de Sean Penn a JoaquÃn El Chapo Guzmán es más sobre Sean Penn que sobre El Chapo, como ya varios han dicho (veánse Trejo Delabre en Crónica y Jack Mirkinson en Salon). Trata de la admiración del actor hacia poderosos megalómanos y criminales, de alguien que quiere creerlos menos malos que los poderosos por mandato legal (y, a veces, también criminales). En la medida en que ése es su tema, también trata de todos nosotros, los ciudadanos comunes y nuestra relación con el poder.
El recurso amarillista usado por Penn al decir que se dirigÃa a entrevistar a uno de los dos presidentes de México es más que una exageración de mal periodista. Lo mismo puede decirse de su beatificación de la violencia empleada por El Chapo, de su empatÃa hacia la elección profesional del traficante de drogas y de la falta de criticidad -aunque fuera diferida- hacia las respuestas de su entrevistado. Cuando los hombres y las mujeres de a pie contemplamos la corrupción de los gobernantes, la complicidad de los lÃderes de la “sociedad civil†y la cobardÃa oprimida de muchos de nosotros, surge la tentación de reverenciar a quienes son o parecen ser organizados y eficaces, valientes y asertivos, competidores del Estado -no opositores- desde la ilegalidad.
Antes que Penn, todo indica que la actriz Kate del Castillo ya habÃa sucumbido a esa tentación. Y seguro más de uno ha escuchado a un amigo, a un compañero de trabajo o a sà mismo expresar esa actitud. Pero ni El Chapo ni ningún otro criminal está de nuestro lado. El hecho de que, además de delincuentes, sean personas con afectos familiares y con lealtades gremiales y comunitarias no desvanece sus hechos. Las aberraciones de los polÃticos y de los perseguidores del narcotráfico no compensan las perpetradas por los traficantes. Se podrÃa cambiar la ley para hacer legal la producción, el comercio y el consumo de las drogas -como yo creo que se debe hacer- y ellos seguirÃan teniendo culpas que pagar por el uso de la violencia, por el terror que han diseminado.
De acuerdo, esta entrevista, no tanto por sus méritos cuanto por sus defectos, da para reflexionar sobre más temas. Pero, al final, casi todos tienen que ver con nosotros y el poder, con la manera en que lo buscamos, lo enfrentamos, lo evadimos y lo disfrutamos.
Al estereotipo, mujeres y niños primero
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Género, Reflexiones on 12 noviembre, 2015
Uno ha oÃdo o leÃdo muchas veces ciertas expresiones que le molestan y no hace nada más que incomodarse, pero llega un momento en que la necesidad de expresar esa molestia se hace apremiante, aunque la gota que derramó el vaso sea minúscula, menor a algunos de los chisguetes y chorros que ha presenciado antes. Asà me pasó hoy al leer una semblanza de la pintora Joy Laville publicada por Jorge F. Hernández en Letras Libres de noviembre (p. 88-89), texto, por lo demás, muy disfrutable. Al describir la reticencia de Laville a exponer sus obras, Hernández dice que en las salas de exhibición «sus cuadros corren el riesgo de ser grafiteados por niños traviesos o del todo incomprendidos por damas sofisticadas que se creen sabihondas». Desconozco si eso lo dijo la artista o es la interpretación de Hernández sobre lo que ella dijo o simplemente al escritor se le ocurrió que ayudarÃa a su texto explicar asà la actitud de Laville. Por este desconocimiento me apena un poco usar este fragmento como pie para lo que voy a decir a continuación, que me disculpe el autor si sólo transcribió la voz de la pintora.
El asunto, mi asunto, es que, cuando se trata de retratar, criticar y burlarse de la banalidad y de la ignorancia, los intelectuales (hombres y mujeres), al escribir o dar entrevistas o en sus conversaciones, suelen encarnar esos defectos en las mujeres y los niños. Es raro que seleccionen a un varón como el ejemplo de sujeto superficial y estúpido que no llega a las alturas del conocimiento y el arte en las que el intelectual mora. Y no es que falten los ejemplos pero, al parecer, los hombres incultos suplen esta carencia con… ser hombres, sobre todo si son ricos. Porque los varones pobres, en especial, campesinos, sà llegan a ser objeto de las mofas intelectuales, aunque mucho menos que las mujeres de cualquier estrato social.
Además de superficiales, las mujeres del imaginario masculino (intelectual y no intelectual) son chismosas y emocionalmente inestables, sin importar que, al menos en mi experiencia, el chisme y los arrebatos emocionales fluyan por igual en caballeros y damas. De hecho, con base en algunos casos que conozco, me atrevo a proponer que un indicador para identificar a un hombre chismoso e histérico es que califique de tales a las mujeres.
Las esposas de los intelectuales se salvan un poco de todo eso. Cuando otro intelectual habla de las cónyuges de sus colegas, ellas tienen el dudoso honor de ser aludidas como «su bella esposa», que tan graciosamente los atendió y escuchó en aquella memorable velada, aunque sean tan inteligentes, cultas y productivas como sus maridos.
Por otra parte, las mujeres son excluidas de otras formas de expresión que, al menos yo, encuentro agradables. Me refiero al apelativo «hermano». No al que nos dirigen nuestros hermanos carnales o «de cariño» (que, por supuesto, es muy agradable), sino con el que nos distinguen aquellas personas que nos consideran compañeros de ideales y causas. Nunca he oÃdo que un hombre le diga «hermana» a una mujer con la que tiene esa comunión de principios. Si acaso, es una «compañera». Me pregunto si esto se debe a que no se considera a las mujeres dignas de entrar a ese cÃrculo de hermandad o si se evita el término para dejar siempre abierta la posibilidad de otro tipo de relación sin incurrir en incesto.
Y los niños, siempre impredecibles e indignos de confianza, buenos para nada en la mente intelectual. No niego que haya lugares y situaciones que no se llevan bien con los niños y las niñas y reconozco que no todo el mundo tiene por qué encontrarles interesantes, pero eso no es lo mismo que ver a la infancia vacÃa de reflexión, de sensibilidad y de inteligencia. Son exceptuados de esta percepción los hijos e hijas de los intelectuales, pues o bien están siempre ausentes del escenario o son unos genios según sus padres, como ocurre con todos los padres.
Vaya, si lo que acabo de escribir tiene alguna relación con la realidad, mujeres y niñas y niños siguen siendo objeto de discriminación.
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Chistes de polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Elecciones 2015, México, Política, Sociedad on 11 abril, 2015
Denigrar a los polÃticos como un grupo, no sólo a individuos, es un pasatiempo nacional al que me uno con frecuencia. Es divertido presentarlos como lo peor de nuestro paÃs (y de casi todos los paÃses) (o de todos). Lo hacemos con artÃculos periodÃsticos, con publicaciones en Facebook y con chistes; con un gesto escéptico cuando un polÃtico expresa una idea o con una frase de descalficación en una conversación de café.
He oÃdo a personas muy serias y respetables oponerse a esta desacreditación generalizante, no a las crÃticas a actos especÃficos de polÃticos especÃficos. Ellas dicen que, al dar por hecho que todos son iguales, se contribuye a reforzar una idea de la polÃtica como una actividad despreciable, lo que lleva al desinterés por ella, con la consecuencia ulterior de dejar la conducción de México en las peores manos.
Además, se puede aducir, la satanización de los polÃticos, sobre todo acompañada de la idealización de los «ciudadanos», es absurda e hipócrita. Los polÃticos también son ciudadanos. Y ser ciudadano no es garantÃa de probidad o desinterés.
Estoy de acuerdo, todos hacemos polÃtica, incidimos en la lucha por el poder de manera directa o indirecta. Lo hacemos al votar y al no votar; al buscar ser electos como «candidatos ciudadanos» o al ilusionarnos con una de esas figuras que se proclaman puras sólo porque no han tenido ocasión de ensuciarse; cuando emitimos opiniones o reproducimos opiniones tomadas de los diarios, la televisión o la radio o cuando hacemos una broma a costa de los polÃticos. Incluso cuando tratamos de mantenernos al margen de la polÃtica, estamos participando, de una manera curiosa, es cierto, en ella. Cuando pienso en esto, hasta me arrepiento de mis excesos en criticar al gremio de los polÃticos profesionales en su conjunto.
Pero escucho los spots electorales que están inundando la radio y las acusaciones que a través de ellos lanza un partido sobre los integrantes de otro. Y confirmo que algunas de esas denuncias están fundadas. Después caigo en la cuenta de la vulgaridad de esas acusaciones, ciertas o no; de lo corrientes que son incluso los spots de «propuesta». Y veo que las propuestas son meras promesas vagas, que no hay una postura o un proyecto (¿lo tendrán pero sus cultos y refinados publicistas les aconsejan no revelarlos?). Cuando mucho hay una indignación por algo que hace otro partido que, por cierto, es lo mismo que el partido indignado ha hecho en otro momento.
Entonces, a riesgo de estar haciendo polÃtica de la manera equivocada, salgo a preguntar: ¿alguien tiene un buen chiste de polÃticos?
Tweetbalas: la discriminación cotidiana hecha visible
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Género, Sexualidad, Sociedad, Uncategorized on 22 abril, 2012
México es balaceado por la discriminación en Twitter. Esa es la persuasiva afirmación de un arma que dispara una bala de pintura sobre una pared con la palabra «México» cada vez que en las cuentas de Twitter mexicanas se acumulan 20 nuevos twits con una etiqueta o hashtag discriminatorios. Se trata de la instalación #tweetbalas, que se puede ver en el Museo Memoria y Tolerancia o en el sitio web tweetbalas.com (aunque, al escribir esto, la transmisión estaba suspendida).
Las etiquetas que hacen disparar a este artefacto son (según Milenio): #EsDeNacos, #Indio, #Gata, #Zorra, #EsDePobre,#EsDeChacha, #EresPuto, #ForeverSirvienta y #HuelesAIndÃgena. El museo, la agencia de publicidad Ogilvy, la Facultad de Mecatrónica de la UNAM y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación CONAPRED, responsables de la instalación, quieren hacer evidente que esas expresiones no son insultos triviales. Son una contribución a reforzar las situaciones de discriminación que les dan origen.
Un insulto es, en esencia, la comparación del objeto insultado con un objeto, persona o idea que el insultador (y, muy probablemente, el insultado) considera indeseable, negativo, despreciable. Cuando, por ejemplo, calificamos de cerdo a una persona cuya higiene personal nos parece inadecuada estamos diciendo que su forma de ser es similar a la de un puerco. A veces, incluso queremos decir que esa persona es, tal cual, un puerco. La eficacia de este insulto se basa en la estereotipación (obviamente infundada) de los cerdos como animales sucios. La persona que insultemos con este epÃteto puede sentirse ofendido, puede considerar que la calificación que le damos es injustificada o que es una exageración o que, con independencia de su pertinencia, es agresiva. Pero no necesariamente hay discriminación. La habrÃa si le llamamos cochino por una conducta que no es antihigiénica desde un punto de vista objetivo (y creo que en el campo de la higiene hay algunos aspectos que objetivamente son adecuados o no, como lavarse las manos después de ir al baño o antes de preparar comida, en especial comida para otros) sino que es sólo diferente a la del insultador. Ciertamente no hay discriminación contra los puercos, a pesar de que los estamos estereotipando. Se pueden discutir los derechos de los animales pero, en este momento, los dejo fuera de la discusión sobre los derechos humanos.
En cambio, si pensamos que un hombre está enfrentando una situación con miedo injustificado (al menos desde nuestro punto de vista), y por eso le decimos joto, la situación es otra. No sólo estamos usando una forma despectiva de referirse a los hombres homosexuales sino que le estamos atribuyendo de manera estereotipada a este grupo lo que consideramos un defecto (ser pusilánime). Esa expresión discrimina a los homosexuales tanto si se espeta a un heterosexual como si se le endilga a un homosexual. En este último caso, reducimos al insultado al supuesto defecto que pensamos presentan todos los homosexuales.
Otro insulto discriminatorio, quizá el menos advertido como tal y el más difundido, es llamar puta a una mujer porque su conducta o sus ideas no se ciñen a una vaga y equÃvoca pero férrea noción de lo que es ser mujer. Incluso es uno de los insultos preferidos cuando simplemente hay enojo con una mujer y se le quiere causar daño, aunque no se haya desviado de esa noción. El insulto es usado tanto hombres como por mujeres. Con este insulto, la discriminación ocurre, en primer lugar, porque se estereotipa a las mujeres que se dedican a la prostitución, es decir, al declarar que todas ellas son despreciables y que son despreciables del todo por su forma de ganarse la vida. En segundo lugar, se discrimina a la insultada por asimilarla a un estereotipo debido a una conducta o rasgo parcial. Pero, suele haber otro matiz discriminador, quizá el más grave. Muchos de los hombres que emiten este insulto no sólo están asimilando a la mujer que insultan al grupo de las prostitutas sino que suelen dar por hecho que todas las mujeres se merecen el calificativo o, si no se lo merecen, es porque no han tenido oportunidad o no se las ha descubierto. Hace poco un legislador nos dio una muestra de este tipo de pensamiento.
Los insultos discriminatorios comunes en todo México son más: indio, prieto, chacha, pobre. Y hay otros de alcance local o propios de ciertos grupos. Discriminan a la persona insultada y al grupo que se toma como modelo para el insulto. Hacerlos visibles no es la solución a la discriminación pero es un paso para hacernos conscientes de que los mexicanos también somos racistas, clasistas y, por supuesto, sexistas, a pesar de que tratemos de no ver.
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