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Chistes sexistas
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Género on 8 marzo, 2016
¿Hay temas que deben quedar excluidos de los chistes? Ricky Gervais, el cómico británico conocido por no dejar tÃtere con cabeza opina que no. Él se mete con todo el mundo. Sin embargo, dice que no encuentra chistosos ciertos chistes y, por tanto, no los cuenta. Lo que esos chistes tienen en común no es tanto un tema sino una forma de tratarlo. Son los chistes racistas. Dice de ellos:
Puedes hacer chistes sobre las razas sin que una raza sea el blanco de la broma… No me gustan los chistes racistas. No porque sean ofensivos. No me gustan porque no son chistosos. Y no son chistosos porque no son verdaderos. Casi siempre, en algún punto, están basados en una falsedad, que me echa a perder la broma.
Creo que a todos nos pasa eso, si las premisas de un chiste sin falsas, se pierde el chiste. No me refiero, por supuesto, a los personajes. Un chiste puede ser muy bueno aunque sus personajes sean animales que hablan o fantasmas. Las premisas clave son las caracterÃsticas de esos personajes.
Si esto es cierto, ¿qué dice de nosotros que riamos ante un chiste racista o sexista? Dice que creemos que las premisas son ciertas. Si nos carcajeamos por un chiste sexista, creemos que, en efecto, las mujeres son más tontas, chismosas o emocionalmente inestables (entre otros atributos) que los hombres.
Aclaro que no creo que todos los chistes que tienen que ver con mujeres o las relaciones entre hombres y mujeres son sexistas. Comparto con Gervais la creencia de que nada debe estar al margen de los chistes y que el humor puede ser una forma de entender y criticar el mundo. Es más, me atreverÃa a decir que es una forma de amarlo. Pero no encuentro divertidos los chistes sexistas como los definà antes porque me parece que, al ser falsas las premisas (la inferioridad de las mujeres), no hay chiste. Se trate de un chiste en forma (introducción, desarrollo y desenlace) o una simple intervención en una conversación que pretende ser humorÃstica, si parte de ese supuesto, no me hace reÃr.
No estoy por la censura, pero si por la crÃtica de los chistes sexistas, racistas o discriminatorios en cualquier forma. Me parece una forma de crÃtica literaria y polÃtica que amerita ser ejercida con más frecuencia. (Y, por si las dudas, reitero: que un chiste incomode no lo convierte automáticamente en discriminatorio).
Una de las muchas formas en que podemos celebrar el DÃa Internacional de la Mujer es pensar en la última vez que escuchamos un chiste sexista. ¿Nos provocó risa?
Chistes de polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Elecciones 2015, México, Política, Sociedad on 11 abril, 2015
Denigrar a los polÃticos como un grupo, no sólo a individuos, es un pasatiempo nacional al que me uno con frecuencia. Es divertido presentarlos como lo peor de nuestro paÃs (y de casi todos los paÃses) (o de todos). Lo hacemos con artÃculos periodÃsticos, con publicaciones en Facebook y con chistes; con un gesto escéptico cuando un polÃtico expresa una idea o con una frase de descalficación en una conversación de café.
He oÃdo a personas muy serias y respetables oponerse a esta desacreditación generalizante, no a las crÃticas a actos especÃficos de polÃticos especÃficos. Ellas dicen que, al dar por hecho que todos son iguales, se contribuye a reforzar una idea de la polÃtica como una actividad despreciable, lo que lleva al desinterés por ella, con la consecuencia ulterior de dejar la conducción de México en las peores manos.
Además, se puede aducir, la satanización de los polÃticos, sobre todo acompañada de la idealización de los «ciudadanos», es absurda e hipócrita. Los polÃticos también son ciudadanos. Y ser ciudadano no es garantÃa de probidad o desinterés.
Estoy de acuerdo, todos hacemos polÃtica, incidimos en la lucha por el poder de manera directa o indirecta. Lo hacemos al votar y al no votar; al buscar ser electos como «candidatos ciudadanos» o al ilusionarnos con una de esas figuras que se proclaman puras sólo porque no han tenido ocasión de ensuciarse; cuando emitimos opiniones o reproducimos opiniones tomadas de los diarios, la televisión o la radio o cuando hacemos una broma a costa de los polÃticos. Incluso cuando tratamos de mantenernos al margen de la polÃtica, estamos participando, de una manera curiosa, es cierto, en ella. Cuando pienso en esto, hasta me arrepiento de mis excesos en criticar al gremio de los polÃticos profesionales en su conjunto.
Pero escucho los spots electorales que están inundando la radio y las acusaciones que a través de ellos lanza un partido sobre los integrantes de otro. Y confirmo que algunas de esas denuncias están fundadas. Después caigo en la cuenta de la vulgaridad de esas acusaciones, ciertas o no; de lo corrientes que son incluso los spots de «propuesta». Y veo que las propuestas son meras promesas vagas, que no hay una postura o un proyecto (¿lo tendrán pero sus cultos y refinados publicistas les aconsejan no revelarlos?). Cuando mucho hay una indignación por algo que hace otro partido que, por cierto, es lo mismo que el partido indignado ha hecho en otro momento.
Entonces, a riesgo de estar haciendo polÃtica de la manera equivocada, salgo a preguntar: ¿alguien tiene un buen chiste de polÃticos?
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