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Presencia del náhuatl en el ¿inglés?

Todo el mundo sabe que el náhuatl ha aportado al español y a muchas otras lenguas vocablos que denominan las contribuciones gastronómicas de mesoamérica al mundo: chocolate, chía, tomate y más. Pero pocos saben (al menos, yo no sabía hasta hace poco) que también la palabra shack puede ser de origen náhuatl. La misma shack que compone nombres de muchos negocios en los Estados Unidos, como la franquicia internacional Radio Shack, y que integra el título de una de las canciones de The B52’s, «Love Shack». Según esta explicación, no del todo comprobada, shack viene del náhuatl xacalli (de la que se deriva el español jacal), que significa casa con techo de paja, según el Gran Diccionario Náhuatl. Aunque otros diccionarios proponen otras etimologías, la app del Oxford Dictionary of English (OED) se inclina por la aquí presentada y data la aparición de shack en la lengua inglesa a finales del siglo diecinueve.

Jacal texano a principios del siglo XX

Jacal texano a principios del siglo XX, tomada de http://www.texasbeyondhistory.net/dolores/images/jacal-1907.html

Shack también es un verbo y significa irse a vivir con alguien, arrejuntarse, pues. En español, jacalear es sinónimo de comadrear, que significa chismear o murmurar y, según el DLE, se dice en especial de las mujeres, aunque bien sabemos que los hombres chismeamos con igual dedicación. Yo he escuchado en poblados rurales llamar a alguien jacalera, para denotar que gusta de ir de visita a casas diferentes a la suya. Me temo que casi siempre se aplica a mujeres y que esto se debe a que se piensa que deben estar siempre en su jacal, muy modositas ellas, sin comadrear.
En su libro Studies in etymology and etiology : with emphasis on germanic, jewish, romance and slavic languages, David L. Gold duda del origen náhuatl de shack, por varias razones, entre ellas que no parecen haber existido contactos frecuentes entre el náhuatl y el inglés. Pero abre la posibilidad de que el aporte haya surgido de los pueblos originarios del ahora suroeste estadounidense que hablaban otras lenguas yuto-nahuas en las que probablemente existiera la palabra xacalli u otra similar. Dado que el término jacal aparece tal cual en el diccionario en línea Merriam-Webster y en la ya mencionada app del OED, me permito adelantar una hipótesis más parsimoniosa: que shack no viene directamente de xacalli sino que llega al inglés a través de jacal, como denominaban a sus casas los colonizadores españoles de la región mencionada, cuando todavía era parte de la Nueva España (ver el libro Hecho En Tejas: Texas-Mexican Folk Arts and Crafts).

Mientras son peras o son manzanas, aquellos que tienen una amada que no es jacalera, tienen que esforzarse para verla, como dice el huapango: «todita la noche anduve rondando tu jacalito, pa’ ver si te podía ver por algún agujerito».

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El árabe que no lo era

Hace unos días, una conversación familiar derivó (de esa manera en que derivan las conversaciones sabrosas y los barcos sin timonel) hacia el origen árabe de algunas palabras del español, muchas de las cuales inician con el artículo «al-«. Y empezó la cacería de palabras, que si álgebra, que si almíbar, que si almacén. Yo no pude menos que recordar las bellas alhaja, almohada y alfanje, integrantes de una lista cuya ortografía tuve que aprender en tercero de primaria. Alfanje me remitió a su casi anagrama falange (sólo falla la g), que nos llega del griego vía el latín y el francés, y que denomina a los huesitos de los dedos de las extremidades superiores e inferiores, a ambos lados del cuerpo, así como a ciertos movimientos políticos, pero sólo los del lado derecho.

Aunque el español tomó del árabe muchos términos que no empiezan con al- (el prometido paraíso, la sandía de carcajada y el higiénico talco, por citar algunos), nos seguimos con aljibe, alquiler y alfajor (que en España también llaman alajú y lo hacen con almendras y miel; en Argentina, con dulce de leche y en México, con coco, entre otros ingredientes). Y, como dice la pintoresca aliteración mexicana, ya encarrerado el ratón, alguien llegó hasta “¿almuerzo?”. Lo que teníamos a la mano para salir de la duda era el celular, por lo que consulté un sitio que me ha servido en ocasiones anteriores (http://etimologias.dechile.net/) y encontré la entrada «almorzar». Según Valentín Anders, autor del sitio (que no es un profesional de la lingüística pero sí un apasionado de la lengua española) la palabra es una mezcla de la citada partícula árabe con el latín morsus, mordisco. El entusiasmo que nos provocó este hallazgo se vino abajo al seguir leyendo. Una visitante de esta página desmentía esa etimología popular y mostraba que la palabra almorzar es exclusivamente latina. Esto lo pude comprobar más tarde al consultar el diccionario de Joan Coromines. Según éste, almuerzo viene del verbo latino admordére, que significa “morder ligeramente” o “empezar a comer algo”.

A pesar de no ser un caso de palabra árabe basada en una latina, el vocablo tiene mucho que decir. Según el Diccionario de la Lengua Española (DLE, antes conocido como DRAE), el almuerzo es:
1. m. Comida del mediodía o primeras horas de la tarde.
2. m. Comida que se toma por la mañana.
3. m. Acción de almorzar. El almuerzo duró dos horas.
4. m. Bol. Caldo o primer plato del almuerzo o comida principal.

Me parece que esa entrada se podría completar con, al menos, dos acepciones. La primera se usa tanto en España como en México: comida ligera que se consume entre el desayuno y la comida del mediodía. Va de la mano con la idea de mordisco o mordida ligera. Esta acepción, que podría considerarse una especificación de la segunda del DLE, sí está recogida aproximadamente en el Diccionario del Español de México (DEM), del Colegio de México. La segunda acepción que, según yo, falta es más bien mexicana pero no aparece en el DEM. Se refiere a una comida realizada entre el despertar y la comida del mediodía, que puede servir de desayuno (es decir, para romper el ayuno) o no, y que no es ligera. La usamos, por ejemplo, cuando alguien nos cuenta que desayunó un vaso de jugo, un plato de fruta con yogurt, un par de huevos estrellados con chilaquiles, café con leche y pan dulce. Los mexicanos, entre escandalizados y envidiosos, corregimos a esa persona: “eso no fue desayuno, fue almuerzo”. En México, aunque llamamos almuerzo a algo ligero, como lo que los estudiantes toman en el receso y los empleados ingieren en un descanso, también tenemos otras palabras: tentempié, colación e, inclusive, lunch la palabra inglesa. A esta última hasta la convertimos en un platillo: el lonche norteño. Claro que éste puede ser desde un sencillo sandwich hasta una comida completa. Pienso en el lonche “mixto», de carne de cerdo con aguacate, cebolla, tomate y condimentos, que se come en La Laguna.

El lunch inglés remite también a una comida ligera y una expresión relacionada, to grab a bite, alude al mordisco. Por otra parte, el brunch, que combina un breakfast y un lunch, a veces se traduce como almuerzo. La diferencia con el almuerzo sustancioso mexicano es que después del brunch no se come nada hasta la noche, mientras que al almuerzo mexicano le suceden la comida del mediodía, la merienda de la tarde y la cena.

¿Entonces, almuerzo no tiene nada de árabe? Quizá sí haya algo. El Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, de Guido Gómez de Silva, además de lo ya consignado en el DLE y el DEM, dice en la entrada “almuerzo»: “…al– por ad-, probablemente por influjo del artículo árabe al– ‘el, la’, que aparece al principio de muchas palabras españolas de origen árabe…”. Interpreto esta breve acotación de Gómez de la Silva en el sentido de que almuerzo no es una palabra árabe que incorporó a una latina (como, al parecer, es alpiste, ver a Coromines y a de Silva), sino que es una palabra española derivada del latín cuya pronunciación y escritura se deformó por influencia del árabe. Los dos diccionarios etimológicos que he mencionado dicen que es probable que la palabra alborotar (de origen latino) haya cambiado su forma original, abolotar, por influencia del árabe alborozo. Así, almuerzo no sería único en su raigambre latina y en su interacción con el árabe. Pero, ¿por qué no ocurrió a otras palabras latinas lo mismo que a almuerzo? Admordére pasó a almorzar pero allí siguen administrar, admitir y adoptar entre muchas más. ¿Los árabes que ocuparon la península almorzaban de una manera tan peculiar que provocaron la alteración de admordére? Quizá nunca se sepa.

Lamento que almuerzo no sea un injerto de árabe y latín, pero, al menos no es del todo ajena al árabe. Como sea, agradezco a Valentín Anders, de http://etimologias.dechile.net/, por su intuición creativa que me regaló la ilusión momentánea de esa falsa etimología. Se cumplió lo que él dice en su sitio, las etimologías, verdaderas o erróneas, dan tema de conversación. Además, como dice la expresión italiana que también él cita, se non è vero, è ben trovato.

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