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¿Es el bicentenario que esperaba?

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¿Es el bicentenario que esperaba?

Cuando se preparaba la celebración del bicentenario de los Estados Unidos de América yo era un adolescente y, en mi mente nacionalista, me parecía que ese país no se merecía tanto como México un festejo tan fastuoso como el que se estaba organizando allá. Pensaba con ilusión en nuestro bicentenario y me preguntaba cómo sería yo cuando México cumpliera doscientos años. Mi preocupación era, en concreto, si no sería yo demasiado grande como para disfrutar esa fiesta. El supuesto de esta pregunta era que los adultos no se divertían tanto como los niños y jóvenes.

Se llegó este año y esta noche del 15 de septiembre y me doy cuenta de que no he disfrutado mucho. También veo que no se trata, al menos no principalmente, de que he llegado a una edad aburrida (sí, quizá, más crítica, en ese sentido sí influye la edad). Más bien me cuesta trabajo dar entrada al júbilo cuando tenemos la violencia del narcotráfico, la corrupción gubernamental y la corrupción ciudadana, que es la contraparte de la anterior, y la ausencia de un sentido de país que nos haga trabajar juntos. En fin, rasgos que no parecen coyunturales sino más bien endémicos en México. ¿Qué puedo festejar?, me digo.

Detrás de mi pesadumbre están, acumulados desde hace años, muchas ideas y sentimientos y experiencias que me dicen que sí tengo razones para celebrar. Si bien estoy enojado con mi país, no dejó de sentirlo mío y quiero, más allá del patrioterismo y de ingenuidades, celebrar que estamos aquí y que conservo algo de esperanza en él. Quisiera decir más acerca de lo que significa México para mí y de por qué quiero celebrar esta noche, pero hay alguien que ya lo dijo y de una manera infinitamente mejor. Por eso, más adelante, transcribo el poema de José Emilio Pacheco titulado “Alta traición”. Sólo quiero añadir que, al hacer mías esas palabras de Pacheco, el verso que dice “cierta gente” se refiere a ustedes: familia, amigos, compañeros.

Alta traición

No amo a mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques, desiertos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

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