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Piso parejo o el comienzo del terreno pedregoso

Me llaman mucho la atención las entusiastas opiniones de algunos comentaristas de los medios de comunicación que aseguran que los acuerdos del Consejo Nacional de Morena con los aspirantes a la candidatura presidencial de ese partido son un avance de civilidad y democracia y festejan que ya (como se dice del pulque y su relación con la carne) solo les falta un grado para ser elecciones primarias. No extraña que digan eso las personas involucradas, pero ¿los externos?

Pensar que con esos acuerdos el proceso de selección de la o el candidato de Morena avanzará tersamente es no conocer o hacer como que no se conoce a los políticos mexicanos. Quiero hacer notar que me resisto a llamarle a ese proceso la sucesión presidencial, porque hacerlo sería normalizarlo, asumir su naturalidad y su ajenidad respecto de la voluntad ciudadana, como en los tiempos del viejo PRI.

Los líderes morenistas tienen algo, y muy fuerte, en común, su apoyo al Presidente, pero eso no se puede confundir con unidad. Pueden firmar que respetarán los acuerdos, mas después podrán arguir que no aceptan los resultados porque el proceso se apartó de lo acordado. Y hay muchos aspectos en los que el proceso puede desviarse de lo que parece ser su espíritu. Para empezar, el hecho de que quien gane no será el que simplemente tenga más «votos» en la encuesta, sino el que tenga más puntos. Definir qué contará hacia esos puntos es una gran oportunidad de conflicto; asegurarse de que el procedimiento acordado (si se llega a ello) se siga escrupulosamente, es otra. El financiamiento de estas precampañas es una más, como lo es la prohibición de debatir.

Por cierto, un comentarista piensa que esta última prohibición fue un punto ganado por Sheinbaum, quien, supuestamente, es menos hábil en la discusión pública. Yo creo que es, más bien, un triunfo del Presidente. Evitar el debate y las confrontaciones entre sus candidatos sería una forma de bloquear las críticas a su gobierno. Una crítica a los otros es una crítica a la parte del actual régimen en la esas personas han participado. Incluso hacer propuestas es reconocer que el actual sexenio deja cosas a deber. Por eso, creo que ese acuerdo se incluyó para proteger al Presidente, si bien será un esfuerzo fallido, pues no veo forma en que la y los candidatos se posicionen sin criticar al resto, y de pasada, al gobierno saliente. En el viejo PRI sabían esto y, a su pesar, apechugaban. ¿Lo saben hoy?

Por otra parte, está la cuestión de si el Presidente dejará que las encuestas fluyan libremente y decidan quién representará a su partido en las elecciones del 2024. Busca controlar tanto su legado que no parece probable; dudo que le dé lo mismo cualquiera de los cuatro (no cuento a Velasco ni a Fernández Noroña). La posibilidad de que el Presidente oriente de alguna manera los resultados es, a mi parecer, lo que da sentido a la participación de Adán Augusto López. Sheinbaum y Ebrard pueden ganar la encuesta, esa es su motivación. Monreal no puede, pero entra para mostrar fuerza y negociar, dado que sus compañeros de partido no lo ven como su igual. Además, puede regresar al Senado, porque su salida es por licencia. En cambio, López Hernández no ganaría la encuesta y pierde mucho al renunciar a la Secretaría de Gobernación. ¿Quiere negociar algo, como Monreal, o es el as bajo la manga del Presidente? Creo que ninguno ha mostrado tanta docilidad a su jefe como él. Si de alguien se puede pensar que buscaría mantener la línea de AMLO al pie de la letra, es de él.

Hay mucho más que comentar de este proceso, pero termino con la declaración de Mario Delgado acerca de que el dedazo está muerto. Ahora sí que, como dice la canción, nadie le preguntó. Si se refiere al dedazo del viejo PRI, falleció hace años. Si se refiere al dedazo en Morena, ¿qué actos presidenciales tiene en mente? ¿Cuál es el sol que quiere tapar con ese dedo?

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El general sin juicio

El retiro de los cargos al Gral. Cienfuegos en Estados Unidos ha desatado muchas conjeturas, algunas, la verdad, muy atractivas. Sin embargo, por el principio de parsimonia (la navaja de Ockham) me inclino por la explicación que propone Sergio Sarmiento: que el caso no estaba bien sustentado por los fiscales por basarse en testigos protegidos no confiables.

De todos modos, me parece que la forma en que los dos gobiernos han presentado la situación es una trampa autoimpuesta: los dos se ven mal y se pueden ver peor, sobre todo el nuestro. Trump se coloca una mancha más en su salida de la presidencia, pero López Obrador enfrenta más riesgos. Si procesa o no procesa, si condena o no condena, de todos modos lleva la de perder y tiene cuatro años por delante. Solo podría quedar bien con el ejército en caso de no procesar o no condenar. ¿Le bastará con eso al presidente?

Otra liga al artículo de Sarmiento.

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Apple y Amazon, ¿codicia y altruismo?

La conductora del programa En busca del cuento perdido, Sandra Lorenzano, entrevistó ayer, 22 de marzo, a la autora del libro Enredados, Laura García. La publicación trata sobre las redes sociales y, si tiene el enfoque que García mostró en la entrevista, debe ser de mucha utilidad para despejar algunas dudas y prejuicios acerca de ese fenómeno.

A pesar de ser una entrevista interesante, lo que me llamó más la atención fue que, cuando Lorenzano le preguntó a la autora si su libro tenía una edición electrónica, ésta respondió que sí, pero que no sabía si podía decir al aire el nombre de la compañía que lo publica y optó por decir «la compañía de la manzanita». De inmediato dice que pronto habrá otra edición en otra compañía de libros digitales y, sin el menor reparo o pudor, dice «en Amazon».

No es la primera vez que escucho o leo comentarios sobre las grandes compañías de la industria electrónica en las que está implícito que Apple es una empresa hambrienta de ganancias mientras que otros gigantes, como Amazon o Google, son poco menos que organizaciones no lucrativas al servicio de la humanidad. Los comentarios pueden provenir de especialistas -como en el caso de marras- o de consumidores comunes y corrientes.

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Chistes sexistas

¿Hay temas que deben quedar excluidos de los chistes? Ricky Gervais, el cómico británico conocido por no dejar títere con cabeza opina que no. Él se mete con todo el mundo. Sin embargo, dice que no encuentra chistosos ciertos chistes y, por tanto, no los cuenta. Lo que esos chistes tienen en común no es tanto un tema sino una forma de tratarlo. Son los chistes racistas. Dice de ellos:

Puedes hacer chistes sobre las razas sin que una raza sea el blanco de la broma… No me gustan los chistes racistas. No porque sean ofensivos. No me gustan porque no son chistosos. Y no son chistosos porque no son verdaderos. Casi siempre, en algún punto, están basados en una falsedad, que me echa a perder la broma.

Creo que a todos nos pasa eso, si las premisas de un chiste sin falsas, se pierde el chiste. No me refiero, por supuesto, a los personajes. Un chiste puede ser muy bueno aunque sus personajes sean animales que hablan o fantasmas. Las premisas clave son las características de esos personajes.

Si esto es cierto, ¿qué dice de nosotros que riamos ante un chiste racista o sexista? Dice que creemos que las premisas son ciertas. Si nos carcajeamos por un chiste sexista, creemos que, en efecto, las mujeres son más tontas, chismosas o emocionalmente inestables (entre otros atributos) que los hombres.

Aclaro que no creo que todos los chistes que tienen que ver con mujeres o las relaciones entre hombres y mujeres son sexistas. Comparto con Gervais la creencia de que nada debe estar al margen de los chistes y que el humor puede ser una forma de entender y criticar el mundo. Es más, me atrevería a decir que es una forma de amarlo. Pero no encuentro divertidos los chistes sexistas como los definí antes porque me parece que, al ser falsas las premisas (la inferioridad de las mujeres), no hay chiste. Se trate de un chiste en forma (introducción, desarrollo y desenlace) o una simple intervención en una conversación que pretende ser humorística, si parte de ese supuesto, no me hace reír.

No estoy por la censura, pero si por la crítica de los chistes sexistas, racistas o discriminatorios en cualquier forma. Me parece una forma de crítica literaria y política que amerita ser ejercida con más frecuencia. (Y, por si las dudas, reitero: que un chiste incomode no lo convierte automáticamente en discriminatorio).
Una de las muchas formas en que podemos celebrar el Día Internacional de la Mujer es pensar en la última vez que escuchamos un chiste sexista. ¿Nos provocó risa?

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Las recomendaciones de los políticos

¿Cuál es la culpa del panista de Sinaloa que recomendó a la diputada amiga de El Chapo y que el PAN expulsará?

Si está ligado al narcotráfico, la expulsión del partido es lo de menos, se le debe denunciar penalmente.

Si la diputada ofreció apoyos políticos o económicos a cambio de su espaldarazo, la mayoría de los miembros de todos los partidos deberían ser expulsados.

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Las parejas homosexuales ante las religiones. Fe, libertad y estado de derecho.

Las parejas del mismo sexo serán consideradas apóstatas por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y podrían ser excomulgadas, según los cambios introducidos en su Manual de Instrucciones la semana pasada (el manual no está disponible en línea para todo público, pero se puede conocer la postura de la iglesia mormona a través de esta entrevista. Sus hijos no podrán ser parte de la iglesia hasta los 18 años y sólo si rechazan las relaciones entre personas del mismo sexo y dejan la casa de sus padres o madres.

Al mismo tiempo, la iglesia mormona ha ido mostrando una postura más tolerante de las parejas homosexuales en la sociedad en general y ha aceptado y hasta promovido las leyes en contra de la discriminación contra aquéllas. Uno de sus líderes declaró que las leyes antidiscriminatorias deben ser acatadas por los funcionarios públicos sin importar sus creencias personales.

Este caso de doble postura me parece digno de ser retomado en las discusiones mexicanas. Por una parte, la iglesia mormona respeta la ley civil a pesar de sus profundas convicciones acerca de la inmoralidad de las relaciones homosexuales. Eso es lo menos que podríamos esperar de las iglesias mexicanas de todas las denominaciones.

Por otra parte, las autoridades mormonas hacen lo que toda autoridad de una organización hace: definir sus reglas de ingreso y permanencia. Desde algunas perspectivas parecen arbitrarias o contradictorias, por decir lo menos, y aportan mucho al estudio del papel de las religiones en la sociedad, pero son suyas. Cualquier persona puede formar un grupo y decidir quién puede entrar y qué debe hacer para conservar su membresía. Yo, por ejemplo, podría crear un club al que sólo pudieran ingresar individuos que gusten de la música de The Beatles y que quieran compartir este aprecio con los otros miembros del club y con los externos a él. No importaría el sexo, la edad o la profesión, pero serían indispensables las características expresadas arriba. Alguien que despreciara la música del cuarteto, sería inelegible. Si ya estuviera dentro del club y se descubriera su actitud real hacia The Beatles, se le expulsaría. Me parece que es obvio que no tendría razón para quejarse.

¿Para qué poner este ejemplo junto al de la iglesia mormona? Porque ellos tienen todo el derecho de dar a su club las reglas que deseen. Quien quiera pertenecer a ese grupo, debe acatar esas reglas.

Yo mismo planteo una objeción a lo que acabo de escribir. Ser parte de una iglesia no es lo mismo que ser miembro de un club cultural. Esa pertenencia suele estar ligada no sólo a los valores más profundos de las personas sino a su identidad, a su historia personal. La mayoría de las personas creyentes han nacido y crecido en una iglesia y ser feligreses de ella es parte de su naturaleza. Incluso abrazar una fe en la edad adulta es una decisión de gran peso y producto de un proceso íntimo de cambio. Sea uno creyente desde la infancia o desde más tarde, ser expulsado o salirse por propia voluntad debido a desacuerdos con la iglesia, es una experiencia muy dolorosa.

¿Las iglesias tendrían que considerar los sentimientos y características de sus integrantes antes de imponer reglas por consideraciones doctrinales? ¿El Estado debería imponer a las iglesias normas internas antidiscriminatorias? ¿Los individuos deberían conformarse a las leyes de las iglesias en las que creen aunque éstas vayan en contra de otros elementos constitutivos de su personalidad?

Mis respuestas a estas preguntas son: quizá, no y no. En todo caso, pienso que los creyentes de las iglesias se podrían beneficiar de ver a éstas desde un punto de vista sociológico, es decir, desnaturalizarlas, lo que en este caso es lo mismo que desdivinizarlas. Por eso mi ejemplo del club. Un club de The Beatles no es menos una construcción social arbitraria que una iglesia. Tiene líderes e integrantes humanos que obedecen a una variedad de motivaciones. Los feligreses pueden atribuirles una autoridad y una validez divina a sus dichos y hechos pero la posición de poder de esos líderes, así como sus acciones y opiniones siguen siendo producto de relaciones sociales. La fijación de leyes y la toma decisiones podría ser democrática o autocrática. La mayoría de las iglesias tienen lo segundo.

Pero, si los creyentes quitan el carácter divino a sus líderes y estructuras religiosas, ¿qué queda de su fe? Esa pregunta se la debe contestar cada creyente que no está completamente de acuerdo con su institución. Mi impresión es que las personas con profundas convicciones religiosas siempre pueden conservar la esencia de ellas al tiempo que deciden que sus obispos, apóstoles, pastores, rabinos y gurús son tan divinos como el presidente del club de The Beatles. Algunas deciden permanecer en sus iglesias y luchar para hacerlas más democráticas, otras prefieren ejercer su fe al margen de esas instituciones.

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Chistes de políticos

Denigrar a los políticos como un grupo, no sólo a individuos, es un pasatiempo nacional al que me uno con frecuencia. Es divertido presentarlos como lo peor de nuestro país (y de casi todos los países) (o de todos). Lo hacemos con artículos periodísticos, con publicaciones en Facebook y con chistes; con un gesto escéptico cuando un político expresa una idea o con una frase de descalficación en una conversación de café.

He oído a personas muy serias y respetables oponerse a esta desacreditación generalizante, no a las críticas a actos específicos de políticos específicos. Ellas dicen que, al dar por hecho que todos son iguales, se contribuye a reforzar una idea de la política como una actividad despreciable, lo que lleva al desinterés por ella, con la consecuencia ulterior de dejar la conducción de México en las peores manos.

Además, se puede aducir, la satanización de los políticos, sobre todo acompañada de la idealización de los «ciudadanos», es absurda e hipócrita. Los políticos también son ciudadanos. Y ser ciudadano no es garantía de probidad o desinterés.

Estoy de acuerdo, todos hacemos política, incidimos en la lucha por el poder de manera directa o indirecta. Lo hacemos al votar y al no votar; al buscar ser electos como «candidatos ciudadanos» o al ilusionarnos con una de esas figuras que se proclaman puras sólo porque no han tenido ocasión de ensuciarse; cuando emitimos opiniones o reproducimos opiniones tomadas de los diarios, la televisión o la radio o cuando hacemos una broma a costa de los políticos. Incluso cuando tratamos de mantenernos al margen de la política, estamos participando, de una manera curiosa, es cierto, en ella. Cuando pienso en esto, hasta me arrepiento de mis excesos en criticar al gremio de los políticos profesionales en su conjunto.

Pero escucho los spots electorales que están inundando la radio y las acusaciones que a través de ellos lanza un partido sobre los integrantes de otro. Y confirmo que algunas de esas denuncias están fundadas. Después caigo en la cuenta de la vulgaridad de esas acusaciones, ciertas o no; de lo corrientes que son incluso los spots de «propuesta». Y veo que las propuestas son meras promesas vagas, que no hay una postura o un proyecto (¿lo tendrán pero sus cultos y refinados publicistas les aconsejan no revelarlos?). Cuando mucho hay una indignación por algo que hace otro partido que, por cierto, es lo mismo que el partido indignado ha hecho en otro momento.

Entonces, a riesgo de estar haciendo política de la manera equivocada, salgo a preguntar: ¿alguien tiene un buen chiste de políticos?

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Los pasos de Herodes. Jorge Ibargüengoitia a 30 años de su muerte.

Algunos piensan que la poesía describe el mundo ordinario con palabras inusitadas que nos hacen verlo de una manera diferente, y sorprendernos, conmovernos, sublimarnos. La prosa también puede mostrarnos otra cara del mundo. En el caso de Jorge Ibargüengoitia, muerto hace 30 años en un accidente aéreo en Madrid, su prosa nos revela la ridiculez, la comicidad y la ironía de actos humanos: la pose de un político al dar un discurso, los identificadores que le hemos dado a las imágenes de los héroes para que no se nos confundan (el paliacate en la cabeza de Morelos o la melena de Hidalgo) o los amores imposibles (y los posibles).

Ibargüengoitia en su estudio. (Imagen tomada de Revista Ir)

Ibargüengoitia negaba una intención cómica, afirmaba que así veía él las cosas. Creo que alguna vez dijo que así lo habían educado, como para evadir la responsabilidad. Pero en sus novelas y en sus artículos periodísticos aplicaba este poder desvelador de lo absurdo de maneras diferenciadas. Era despiadado con los políticos y personas con poder o aspirantes a tenerlo, y no se diga con los colegas escritores objeto de sus odios (en este caso, más bien, era venenoso). Por otra parte, era compasivo cuando mostraba los afanes descabellados de las personas comunes, él incluido. Y también podía burlarse con afecto y admiración, como en el artículo que escribió a la muerte de Rosario Castellanos. Según el blanco elegido, sus descripciones, diálogos y argumentaciones desatan desde sonrisas cómplices hasta insights carcajeantes.

Sus novelas y artículos son lugares a los que me gusta volver para reubicarme, reanimarme, distraerme y, sobre todo, para afinar la mirada, para recordar que puedo ver esta realidad de otras manera, que hasta la puedo imaginar otra.

Ibargüengoitia boy scout. (Imagen tomada de http://jorgeibarguengoitia.blogspot.mx/)

Pequeña muestra de su bibliografía

Novelas
Los relámpagos de agosto
Estas ruinas que ves
Los pasos de López
Cuentos
La ley de Herodes
Artículos periodísticos
Instrucciones para vivir en México
Autopsias rápidas

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Los libros versus Peña Nieto y demás políticos

La metida de pata de Enrique Peña Nieto el sábado en la Feria del Libro de Guadalajara nos ha dado, además de mucho material para reír, una muestra más de la pobre cultura de nuestros políticos. Si se fija uno bien, Peña Nieto enfatiza «leí otro libro». Es decir, no está intentando responder qué libros han tenido impacto en su vida sino qué libros ha leído; tan sólo eso le cuesta mucho trabajo, no por la abundancia sino por la escasez.

Pero creo que hay que ser más considerados con él. Al parecer, no le es fácil captar dos o más datos al mismo tiempo, por lo que los títulos, los nombres de los autores y el contenido del libro son demasiado.

Por otra parte, tengo la impresión de que Peña Nieto no es el peor entre los políticos (en cuanto a cultura). Creo que la mayoría de ellos ni siquiera tendrían a la mano títulos y autores para confundirlos. Es más, quizá no entenderían la pregunta. ¿Los libros pueden tener impacto en la vida personal y política de alguien? ¿Es importante acordarse de los libros de texto de la preparatoria? ¿Hay de otros libros? La razón de haber comprado el último libro que un negro le escribió al político de su preferencia es sólo la de apoyar a este último y tratar de convencerse de que algunas frases de ese encuadernado son geniales, para poder citarlas cuando consideren oportuno.

Por cierto, algunas frases de políticos plantean al lector preguntas inquietantes. ¿Va en serio? ¿Tiene un sentido profundo que me elude? ¿El autor es un idiota? Por ejemplo, un candidato a delegado de Álvaro Obregón ensucia bardas con frases como (sic preventivo) «respetar al peatón es respetar al conductor del mañana», en algunas versiones con puntos suspensivos intermedios y aleatorios. Otra es «cuando insultas a una mujer insultas a todas, a tu madre, a tu hermana, a tu abuela». No estoy seguro de estar siendo fiel a la letra de esta segunda frase pero sí a su espíritu (chocarrero).

Ahora que es muy probable que, como los libros, las frases de los políticos tampoco sean en verdad de su autoría. Detrás de ellas deben estar brillantes asesores convencidos, como el resto de los que medran alrededor de los políticos, de que su asesorado es un genio. Ese convencimiento es lo que explica que ninguno de los asesores de Peña Nieto le haya elaborado una tarjeta con diez títulos de libros y sus respectivos autores para citarlos en su presentación. No tenían que esperar la pregunta de los tres libros con más influencia en su vida, pero podían haber pensado que su jefe se vería muy bien si dejaba caer un título por acá y otro por allá mientras echaba para adelante cara y copete. Si constatar (que no descubrir, por Dios) que nuestros políticos son incultos ya es triste, constatar que sus asesores son ineptos merma más nuestras esperanzas ciudadanas.

Pero no todo debe ser pesimismo. Las editoriales, los autores y las librerías tienen una gran oportunidad de incrementar sus ventas desde ahora y hasta el cierre de las campañas veladas o manifiestas que ya se desataron para una gran cantidad de puestos. Para empezar, sin tener que invertir ni planear, Gandhi, El Sótano, El Péndulo y el Fondo, entre otras librerías, pueden poner a la entrada de sus establecimientos una mesa igual a las que colocan cuando un autor muere o gana un premio. Esta contendría títulos como Los 1000 libros que hay que leer antes de morir, Datos para parecer culto o Toda la cultura en cápsulas de cinco minutos (mejor, tres minutos). Podrían capacitar a sus vendedores (a propósito, muy necesitados de formación, ¿me escuchas, Gandhi?) para ofrecer a los políticos (o a los choferes que manden de compras) una lista selecta de libros dignos de ser mencionados como influyentes en su trayectoria.

Las editoriales y los autores tendrían grandes ventas si cocinan al vapor un texto que emule aquellos de Frases célebres para toda ocasión y que se podría titular Libros citables para toda ocasión. Se compondría de cincuenta (no más, no tendría caso) fichas bibliográficas con los datos de costumbre: autor (La Biblia podría ser atribuida a Varios autores o a Espíritu Santo, según el enfoque del compilador), título, editorial, fecha de publicación, etc. Para darle valor agregado, se podría incluir un rubro de «Posibles confusiones», donde se harían aclaraciones como Jorge Luis Borges no es igual a José Luis Borgues, Mario Vargas Llosa no es colombiano y Enrique Krauze no es el alter ego de Carlos Fuentes. Pero la aportación principal sería una clasificación de los libros según su afinidad o disparidad entre las ideas que proponen o las situaciones que narran y las propuestas (es un decir) de cada partido político. Podría ponerse el logo del partido y, al lado, una mano con el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Claro que si los libros seleccionados son buenos, la mayoría de los pulgares, con independencia del partido, apuntarían hacia abajo.

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Censura y ética: el asunto Aristegui/MVS

Como muchos mexicanos repudio la censura aplicada a Carmen Aristegui por la empresa MVS. Sin embargo, creo que no comparto con muchos de esos mexicanos la caracterización de lo ocurrido. No creo que la terminación de la relación laboral de Aristegui y MVS por parte de esta última sea una acción injusta ante un comportamiento profesional, ético y valiente de la conductora. Creo que es una reacción incongruente y desproporcionada ante un comportamiento no del todo profesional y ético de parte de Aristegui.

En defensa de Carmen Aristegui se ha dicho que sólo hizo una pregunta, nada más pidió al Presidente aclarar algo y que eso no es una acusación. Es cierto, Aristegui no acusó de alcohólico a Calderón, pero sí lo puso en calidad de sospechoso con base en lo que se dice en las redes sociales y en lo expresado por una manta colocada en el Congreso por el diputado Fernández Noroña y otros congresistas del Partido del Trabajo. Es decir, asumió que el Presidente debe presentar pruebas de su salud porque circula un rumor en un medio donde predomina el anonimato y porque un no anónimo barbaján dice que Calderón es alcohólico. Ella misma dijo en su programa “no podemos corroborar (el rumor), no hay información específica, por lo menos, que nosotros dispongamos de ella”. Como señala Raymundo Riva Palacio en Eje Central, no se le ocurrió pedir pruebas a los acusadores, como hasta en nuestra deficiente práctica judicial se hace. Tampoco pensó en, antes de pedir aclaraciones a la Presidencia, tomarse la molestia de conducir una investigación periodística: entrevistar personas presentes en actos del Presidente, revisar videos, correlacionar acciones, etc. Eso no es algo demasiado difícil, es posible obtener filtraciones hasta de la salud de Fidel Castro.

Creo que esa conducta no es profesional, pero tampoco inusual en Carmen Aristegui. Ella con frecuencia toma rumores o, sobre todo, sus propias conjeturas (y sus conjeturas sobre sus conjeturas) para hacer “análisis” y señalar personas como posibles responsables de acciones reprobables o para plantear la existencia de problemas con poca sustancia. Es más, creo que este caso de uso inapropiado de suposiciones no es el más grave que se le puede encontrar. Por estas dos razones, porque no es la primera vez que Aristegui infla notas y porque en esta ocasión lo hizo de manera más leve que de costumbre, me parece que la respuesta de MVS fue incoherente y desproporcionada. Hasta ahora, el estilo Aristegui les traía audiencia y estaban contentos. Sólo ahora, cuando se ve afectado el Presidente, se le ocurrió a los directivos de la empresa llamarle la atención y, finalmente, despedirla. No parece haber una verdadera preocupación por la ética periodística, más bien hay una cobardía que los lleva a censurar lo que en otros momentos toleraron.

Pero es obligado decir que inflar los rumores y las suposiciones para obtener notas escandalosas es una práctica muy común en el periodismo, Aristegui y MVS no son los únicos. Algunos medios, como Proceso, han hecho de esa práctica toda una disciplina. Por nuestra parte, los lectores y audiencias tendemos a aprobar noticias y editoriales cuando señalan a alguien que nos disgusta y a descalificarlos cuando atacan a quien respetamos, con independencia de los datos y los razonamientos. Los medios menos críticos (quiero decir los que menos usan criterios explícitos y consistentes para opinar) suelen denostar y alabar a las figuras y a las políticas adecuadas para tener contento a su público y a sus aliados políticos. Así se mantiene un círculo vicioso que, por supuesto, no ayuda a informar objetivamente ni a fomentar la crítica en la ciudadanía.

Se puede objetar a lo que acabo de expresar que cuando se escribe o se conduce un programa todos los días y cuando se tiene que procesar información con rapidez para ofrecerla al público, es difícil trazar con precisión la línea que separa los hechos estrictos de las suposiciones probables pero eso no es una excusa para dejar de preocuparse por ello en aras de atraer lectores u oyentes. El ser una figura consagrada tampoco otorga la infalibilidad a los periodistas.

A propósito de esto último, me llama la atención que varios de los editorialistas que han criticado a MVS por despedir a Aristegui incluyen en sus artículos una frase del estilo de «estemos o no de acuerdo con la forma en que Carmen Aristegui manejó la noticia, MVS hizo mal en despedirla…». Parece que ellos mismos se censuran ante esta popular periodista. ¿Por qué no decir abiertamente si están de acuerdo o no con el tratamiento que ella hizo de la nota sobre la manta petista en la Cámara de Diputados? ¿No enriquecería el trabajo de los periodistas en general? ¿O es que temen perder la simpatía de sus lectores si hacen notar una pequeña mancha en la carrera de Aristegui?

Finalmente, a pesar de estos comentarios críticos sobre Carmen Aristegui, no dejo de reconocer su trabajo en temas como los abusos de Marcial Maciel y la persecución a Lydia Cacho por parte de Mario Marín. Su labor en esos asuntos benefició a muchos, involucrados y ciudadanos en general, incluso fuera de México. En el primer caso, dio voz a víctimas largamente ignoradas y contribuyó a abrir el problema. En el segundo, además de ayudar a proteger a Cacho, su cobertura sirvió para evidenciar lo opresivo y brutal de un lenguaje (el de Mario Marín y Kamel Nacif) que los oyentes de un país tan machista como el nuestro podríamos haber encontrado inocuo y hasta chistoso. Carmen Aristegui ha tenido un lugar importante en la vida pública mexicana, espero que podamos ver lo mejor de ella.

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