Archive for category Política
Piso parejo o el comienzo del terreno pedregoso
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Democracia, Elecciones 2024, Política, Uncategorized on 13 junio, 2023
Me llaman mucho la atención las entusiastas opiniones de algunos comentaristas de los medios de comunicación que aseguran que los acuerdos del Consejo Nacional de Morena con los aspirantes a la candidatura presidencial de ese partido son un avance de civilidad y democracia y festejan que ya (como se dice del pulque y su relación con la carne) solo les falta un grado para ser elecciones primarias. No extraña que digan eso las personas involucradas, pero ¿los externos?
Pensar que con esos acuerdos el proceso de selección de la o el candidato de Morena avanzará tersamente es no conocer o hacer como que no se conoce a los políticos mexicanos. Quiero hacer notar que me resisto a llamarle a ese proceso la sucesión presidencial, porque hacerlo sería normalizarlo, asumir su naturalidad y su ajenidad respecto de la voluntad ciudadana, como en los tiempos del viejo PRI.
Los líderes morenistas tienen algo, y muy fuerte, en común, su apoyo al Presidente, pero eso no se puede confundir con unidad. Pueden firmar que respetarán los acuerdos, mas después podrán arguir que no aceptan los resultados porque el proceso se apartó de lo acordado. Y hay muchos aspectos en los que el proceso puede desviarse de lo que parece ser su espíritu. Para empezar, el hecho de que quien gane no será el que simplemente tenga más «votos» en la encuesta, sino el que tenga más puntos. Definir qué contará hacia esos puntos es una gran oportunidad de conflicto; asegurarse de que el procedimiento acordado (si se llega a ello) se siga escrupulosamente, es otra. El financiamiento de estas precampañas es una más, como lo es la prohibición de debatir.
Por cierto, un comentarista piensa que esta última prohibición fue un punto ganado por Sheinbaum, quien, supuestamente, es menos hábil en la discusión pública. Yo creo que es, más bien, un triunfo del Presidente. Evitar el debate y las confrontaciones entre sus candidatos sería una forma de bloquear las críticas a su gobierno. Una crítica a los otros es una crítica a la parte del actual régimen en la esas personas han participado. Incluso hacer propuestas es reconocer que el actual sexenio deja cosas a deber. Por eso, creo que ese acuerdo se incluyó para proteger al Presidente, si bien será un esfuerzo fallido, pues no veo forma en que la y los candidatos se posicionen sin criticar al resto, y de pasada, al gobierno saliente. En el viejo PRI sabían esto y, a su pesar, apechugaban. ¿Lo saben hoy?
Por otra parte, está la cuestión de si el Presidente dejará que las encuestas fluyan libremente y decidan quién representará a su partido en las elecciones del 2024. Busca controlar tanto su legado que no parece probable; dudo que le dé lo mismo cualquiera de los cuatro (no cuento a Velasco ni a Fernández Noroña). La posibilidad de que el Presidente oriente de alguna manera los resultados es, a mi parecer, lo que da sentido a la participación de Adán Augusto López. Sheinbaum y Ebrard pueden ganar la encuesta, esa es su motivación. Monreal no puede, pero entra para mostrar fuerza y negociar, dado que sus compañeros de partido no lo ven como su igual. Además, puede regresar al Senado, porque su salida es por licencia. En cambio, López Hernández no ganaría la encuesta y pierde mucho al renunciar a la Secretaría de Gobernación. ¿Quiere negociar algo, como Monreal, o es el as bajo la manga del Presidente? Creo que ninguno ha mostrado tanta docilidad a su jefe como él. Si de alguien se puede pensar que buscaría mantener la línea de AMLO al pie de la letra, es de él.
Hay mucho más que comentar de este proceso, pero termino con la declaración de Mario Delgado acerca de que el dedazo está muerto. Ahora sí que, como dice la canción, nadie le preguntó. Si se refiere al dedazo del viejo PRI, falleció hace años. Si se refiere al dedazo en Morena, ¿qué actos presidenciales tiene en mente? ¿Cuál es el sol que quiere tapar con ese dedo?
Misterio gozoso: pianista perdido y hallado en Internet
A principios de los años 70 mi mamá y mi papá llevaron a casa un disco LP con las polonesas de Chopin interpretadas por Adam Harasiewicz, un pianista polaco. El romanticismo patriótico de esas obras, que se manifiesta sobre todo en las polonesas llamadas “Militar†y “Heroicaâ€, cobijaba mis preocupaciones y aspiraciones sobre mi propia vida o la vida del paÃs. Recuerdo cómo me movÃa una anécdota, que ahora considero chovinista y cursi, recogida en el reverso de la funda del disco. Un comentarista polaco contemporáneo de Chopin, ante el nacionalismo que le insuflaban las polonesas de éste, decÃa que sólo lamentaba que su apellido pareciera más francés que polaco, que no se apellidara Chopinsky.
Era mi adolescencia y una época en la que muchos estábamos hartos de la corrupción, el autoritarismo y la injusticia, en la que Estados Unidos no era todavÃa nuestro socio comercial, sino el antiguo invasor y expoliador, asà como la potencia que intervenÃa en la vida de los demás paÃses y la torcÃa. El discurso tercermundista de Luis EcheverrÃa y, más tarde, el pseudomisticismo nacionalista de José López Portillo, asà como las ocasionales salidas del huacal norteamericano realizadas por estos presidentes, no ocultaban nuestra dependencia ni, por supuesto, la situación interior. Amar a México incluÃa hacerse cargo de esto y más, y requerÃa una fuerte dosis de esperanza que en las décadas siguientes muchos convirtieron en acción polÃtica para aportar poco a poco un paÃs mejor en algunos aspectos, aunque su desigualdad y su corrupción siguen doliendo, siguen punzando.
Ya sé que es un lugar común hablar del poder expresivo de la música, pero no puedo dejar de admirarme por la manera en que las polonesas me resonaron tanto como mexicano, a pesar de que contaba con poca información sobre Polonia, su liquidación y resurgimiento, las invasiones, la pérdida de territorio, sus luchas de liberación. Bueno, quizá no es tan extraño: el romanticismo…
No creo haber escuchado aquel disco después de salir de la casa familiar para estudiar la universidad. Escuché versiones orquestales que, sin disgustarme, no me satisfacÃan ni me satisfacen. Parece que algunas obras escritas para un instrumento en particular no se benefician mucho de orquestaciones sinfónicas. Siento que, si las polonesas de Chopin no son generadas por la percusión de los martinetes sobre las cuerdas del piano, no alcanzan toda su fuerza.
En diferentes momentos busqué el disco en las tiendas de música, sobre todo cuando llegaron los CD, pero nunca lo encontré. Hallé las versiones de varios pianistas famosos, algunos polacos. Entre las versiones que me gustaron están las de Arthur Rubinstein y Vladimir Ashkenazy, pero no me sabÃan igual que las escuchadas años atrás.
Al no encontrar siquiera el nombre de Harasiewicz me preguntaba si aquel disco de mi adolescencia no era una de esas grabaciones baratas que se hacen con músicos secundarios y que bajan de precio una y otra vez hasta agotarse y desaparecer de los catálogos, si es que alguna vez estuvieron en ellos.
No sé por qué, al llegar la World Wide Web y, después, la música descargable, no tuve la iniciativa de buscar a Harasiewicz. Sà busqué las polonesas, pero ese pianista no aparecÃa en los resultados. Hoy, tampoco sé por qué, se me ocurrió buscarlo directamente y lo encontré a él y a aquel disco editado por Philips con el que conocà a Chopin.
Resulta que el pianista, nacido en 1932 y vivo todavÃa, fue reconocido en su momento como uno de los mejores intérpretes de Chopin, cuyo repertorio grabó en su totalidad. A partir de mediados de los setenta, dejó de grabar y, al parecer, su quehacer ha consistido en dar clases magistrales, asesorar a otros pianistas y ser juez de concursos de piano. Algún comentarista en Internet opina que su especialización en Chopin no le ayudó a seguir vigente. Eso sucede a veces con los artistas, se encasillan o los encasillan, pero no me acaba de explicar la forma en que Harasiewicz se invisibilizó. ¿Qué lleva a un pianista como a él a abandonar los conciertos y las grabaciones?
Hoy, después de oÃr la “Militar†y la “Heroicaâ€, sentà de nuevo el efecto de las interpretaciones de Harasiewicz, aunque mi forma de sentir mi vida y al paÃs haya cambiado. Esas polonesas saben a casa y, de una manera distinta, aún resuenan con mi conciencia de mi situación y la de México, todavÃa vigorizan una esperanza que está bastante menguada.
Los enlaces a mis dos polonesas favoritas, tanto en Apple Music como en Spotify.
Polonesa No. 3, “Militarâ€
https://music.apple.com/mx/album/polonaise-no-3-in-a-op-40-no-1-military/1452794328?i=1452794335
https://open.spotify.com/track/56QppLEixlTo8CG463RXoe?si=LouCHwQfRGWDfCUacdDdug
Polonesa No. 6, “Heroicaâ€
https://music.apple.com/mx/album/polonaise-no-6-in-a-flat-op-53-heroic/1452794328?i=1452794582
https://open.spotify.com/track/0rU6QXQrFk9Ibgt8u0AY0I?si=YJEOM57iThOF2t10TDQRpg
¿Quien debe pedir perdón a los pueblos indÃgenas?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Democracia, Derechos humanos, Educación, Historia, Justicia, México, Política, Pueblos indígenas, Sociedad, Uncategorized on 30 marzo, 2019
Que España pida perdón por la conquista y colonización hecha por sus antepasados sobre las naciones habitantes de lo que hoy es America Latina (no sobre México, que no existÃa) me parece innecesario. Pero no serÃa tan descabellado que sus gobernantes reconocieran y lamentaran la invasión y el sometimiento, la violencia y el despojo sufrido por aquellos pueblos, pues, a pesar de que lo que dice su rey, sà es posible juzgar esos hechos desde hoy, simplemente porque ésos y otros hechos similares también fueron juzgados en su momento. Los pueblos ibéricos no aceptaron con gusto la ocupación árabe y lucharon contra ella hasta terminarla poco antes de dirigirse a estas tierras.
Lo impertinente, por decir lo menos, es pedirle a España que pida perdón desde la cabeza de otro Estado que ha estado oprimiendo, discriminando y tratando de desaparecer a los herederos de las naciones mesoamericanas durante dos siglos, incluyendo el tiempo que, para nuestro actual presidente, es la época dorada de la vida pública mexicana: los años del priato hasta el fin del sexenio de José López Portillo.
No se puede hacer un llamado asà de manera congruente desde un gobierno que, en esta materia, no se ha distanciado todavÃa de los anteriores y no tiene mejor propuesta para los pueblos originarios (enfatizo el plural, pues no son todos una misma cosa) que convertirlos en beneficiarios de programas sociales (al estilo neoliberal). El nuevo gobierno ni siquiera ha asumido explÃcitamente los derechos que esos pueblos tienen según la legislación internacional firmada por México (la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos IndÃgenas y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, el que prescribe las consultas previas, libres e informadas a los pueblos originarios cuando se proyectan polÃticas públicas que los pueden afectar) y la nacional (artÃculo 2o. constitucional, entre otras normas).
Por otra parte, las respuestas internas y externas a favor y en contra de la carta de López Obrador al Rey de España en su mayor parte reflejan el racismo que se ha instalado en la sociedad a la par de las polÃticas hacia los pueblos indÃgenas (las expresiones anti-hispanas se adentran más en la estupidez que en la xenofobia). Es una discriminación que busca la desaparición o el blanqueo de la población indÃgena. SÃ, tan blanqueo es querer mezclarlos para aclarar su piel o castellanizarlos a la fuerza como idealizarlos y atribuirles una esencia inmutable y excepcional. Con frecuencia, una y otra forma de blanqueo coexisten en las mismas personas y en las mismas polÃticas. La forma más ordinaria de combinar los dos tipos de blanqueo se da al confinar el valor de los pueblos indÃgenas en el pasado remoto y apropiárnoslo, mientras que en el presente se folcloriza e ignora a esos grupos.
Un ejemplo de esto último se puede ver en la mención superficial de sus derechos educativos en el dictamen aprobado la semana pasada en las Comisiones Unidas de Educación y Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados. Adelfo Regino Montes, Director General del Instituto Nacional de los Pueblos IndÃgenas, habÃa propuesto el siguiente texto para un nuevo inciso f) del artÃculo 3o., fracción II:
f) (La educación) Será intercultural, incluirá la educación indÃgena respetando y preservando su patrimonio histórico y cultural. En las zonas con población indÃgena se asegurará la impartición de educación indÃgena plurilingüe e intercultural, para todos los educandosâ€.
Lo que se votó el 27 de marzo después del manoseo en las comisiones unidas fue:
En las comunidades y pueblos indÃgenas se impartirá educación plurilingüe y pluricultural con base al respeto, promoción y preservación del patrimonio histórico y cultural.
A mi juicio, la propuesta de Adelfo Regino se quedó corta respecto de lo que un pueblo puede esperar de su educación, pero, en todo caso, hablaba de la educación intercultural con respeto para el patrimonio histórico de esos pueblos. Lo que quedó en el dictamen que se presentará al pleno de la Cámara de Diputados es una educación pluricultural, término este último que pone el énfasis en la cantidad de culturas y no en su entendimiento, como lo plantea la noción de interculturalidad. Además, hay una clara confusión del término pueblo como sujeto de derecho y y de pueblo como asentamiento humano. Pero, más que todo lo anterior, el patrimonio ya no es de los pueblos indÃgenas (su patrimonio), sino nuestro (el patrimonio). Resulta que respetar ese patrimonio del pasado es importante porque es de los mexicanos en su conjunto, no porque ese patrimonio es parte de la vida actual de los pueblos indÃgenas. Entonces, lo que quieren los pueblos indÃgenas para ellos, hoy, a partir de su patrimonio, no es importante.
Si se quiere abrir una época de cambio (los resultados electorales del año pasado la pidieron, pero la toma de posesión no la instauró automáticamente), convendrÃa hacer buenos los primeros cuatro párrafos del artÃculo 2o. de nuestra constitución polÃtica:
La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indÃgenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del paÃs al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y polÃticas, o parte de ellas.
La conciencia de su identidad indÃgena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indÃgenas.
Son comunidades integrantes de un pueblo indÃgena, aquellas que formen una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.
El derecho de los pueblos indÃgenas a la libre determinación se ejercerá en un marco constitucional de autonomÃa que asegure la unidad nacional. El reconocimiento de los pueblos y comunidades indÃgenas se hará en las constituciones y leyes de las entidades federativas, las que deberán tomar en cuenta, además de los principios generales establecidos en los párrafos anteriores de este artÃculo, criterios etnolingüÃsticos y de asentamiento fÃsico.
¿Está clarÃsimo cómo poner en práctica esos párrafos? No. ¿Es sencillo? No. Pero es lo que hoy manda nuestra Carta Magna y los consensos de Naciones Unidas que hemos firmado, y no lo hemos llevado a la práctica.
¿Quien debe pedir perdón a los pueblos indÃgenas? El Estado Mexicano y nosotros, los mexicanos no indÃgenas, aquÃ, hoy.
No seamos Trump
Posted by Humberto Rivera Navarro in Democracia, Justicia, México, Política, Trump on 28 enero, 2017
No seamos Trump.
Trump está cometiendo, entre otros, dos errores.
1. Identificar mal las causas de los problemas de Estados Unidos, lo que lo lleva a inventar culpables y enemigos.
2. Pensar que para engrandecer a su paÃs tiene que atacar a otros.
No cometamos esos errores. Los estadounidenses en conjunto no son nuestros enemigos. Tampoco sus empresas en conjunto. A la mayorÃa de ellos también les afectarán varias de la decisiones de su presidente. Y los más abiertos pueden ser nuestros aliados.
¿Boicotear a Starbucks o a McDonald’s? ¿Tratar mal a los estadounidenses o a otros extranjeros? No inventemos enemigos y culpables. La cerrazón patriotera no se combate con ella misma. Muchas agresiones se ven en el horizonte como para empezar a pelearnos con la parte equivocada. En su momento, los mexicanos tendremos que defendernos con inteligencia.
Mientras tanto, y siempre, a los mexicanos nos toca mejorar a nuestro paÃs:
– Siendo creativos, productivos y eficientes.
– Reduciendo la desigualdad, la pobreza y la injusticia.
– Respetando los derechos humanos.
-Votando con inteligencia por nuestros gobernantes.
– Vigilando al gobierno y exigiéndole resultados en beneficio de la población.
– Combatiendo la corrupción, para empezar, no siendo parte de ella.
– Contribuyendo a la vigencia de la ley.
– Reconociendo que ser corruptos y violar la ley no es la forma de protegernos o desquitarnos de los malos gobiernos, es la forma de alimentarlos.
No seamos Trump.
En la educación, ¿de qué lado estamos? ¿Estamos en un lado?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Cultura, Desarrollo humano, Educación, Política, Sociedad on 29 febrero, 2016
La reseña de José Antonio Aguilar Rivera del libro Moisés Sáenz: vigencia de su legado (Monterrey, Escuela Normal Superior “Moisés Sáenz Garzaâ€, 2015, de Edmund T. Hamann (nexos), compara las posturas educativas de Sáenz con las de Vasconcelos. Junto a las obvias diferencias, se aprecian las similitudes. Representan dos caminos: la renuncia o la afirmación de lo local/nacional/indÃgena (entendido de maneras no necesariamente ordinarias). Pero en ambos casos se aspira a la universalidad. Uno es pragmatista y protestante, sólo lo que tiene una utilidad concreta es valioso. Entre lo útil/valioso está aprender a disfrutar la vida. Duda Aguilar Rivera si eso materia de la educación o más bien de la religión (o de la filosofÃa, dirÃa yo) y recuerda que el pragmatismo de Dewey se llegó a descarrilar en antiintelectualismo. El otro es católico, metafÃsico, y busca altos valores y conceptos consagrados. Ambos quieren transformar las vidas de los mexicanos. Ambos quieren enseñarles una vida buena.
Me gustarÃa decir que esta discusión sigue en el México actual pero, en realidad, la discusión educativa es muy escasa. El debate se da sobre lo accesorio, no sobre lo que los mexicanos, diversos, aspiramos para los mexicanos: lo común y lo diverso. Y la escasa discusión propiamente educativa, con pocas y valiosas excepciones, es incoherente: universalismos que recortan tramposamente el universo, pragmatismo antiintelectualista mezclado con una exaltación de lo local que los locales no reconocerÃan, propuestas de una nueva escuela que no reconocen a la actual o a cualquier otra como fenómeno social y se diluyen en deseos a los que se hace mucho favor al llamarlos buenos.
Resulta entonces que, cuando se piensa que está a favor de algo o de alguien, bien puede uno estar combatiéndolo, gracias a un pensamiento poco riguroso. SÃ, se necesita rigor en la discusión y el trabajo educativo. La educación no es un campo en el que los problemas se resuelven con términos efectistas pseudo profundos.
Las recomendaciones de los polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Narcotráfico, Política on 17 febrero, 2016
¿Cuál es la culpa del panista de Sinaloa que recomendó a la diputada amiga de El Chapo y que el PAN expulsará?
Si está ligado al narcotráfico, la expulsión del partido es lo de menos, se le debe denunciar penalmente.
Si la diputada ofreció apoyos polÃticos o económicos a cambio de su espaldarazo, la mayorÃa de los miembros de todos los partidos deberÃan ser expulsados.
El Chapo, Sean Penn, nosotros
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, México, Narcotráfico, Periodismo, Política, Sociedad on 11 enero, 2016
Es claro que la entrevista de Sean Penn a JoaquÃn El Chapo Guzmán es más sobre Sean Penn que sobre El Chapo, como ya varios han dicho (veánse Trejo Delabre en Crónica y Jack Mirkinson en Salon). Trata de la admiración del actor hacia poderosos megalómanos y criminales, de alguien que quiere creerlos menos malos que los poderosos por mandato legal (y, a veces, también criminales). En la medida en que ése es su tema, también trata de todos nosotros, los ciudadanos comunes y nuestra relación con el poder.
El recurso amarillista usado por Penn al decir que se dirigÃa a entrevistar a uno de los dos presidentes de México es más que una exageración de mal periodista. Lo mismo puede decirse de su beatificación de la violencia empleada por El Chapo, de su empatÃa hacia la elección profesional del traficante de drogas y de la falta de criticidad -aunque fuera diferida- hacia las respuestas de su entrevistado. Cuando los hombres y las mujeres de a pie contemplamos la corrupción de los gobernantes, la complicidad de los lÃderes de la “sociedad civil†y la cobardÃa oprimida de muchos de nosotros, surge la tentación de reverenciar a quienes son o parecen ser organizados y eficaces, valientes y asertivos, competidores del Estado -no opositores- desde la ilegalidad.
Antes que Penn, todo indica que la actriz Kate del Castillo ya habÃa sucumbido a esa tentación. Y seguro más de uno ha escuchado a un amigo, a un compañero de trabajo o a sà mismo expresar esa actitud. Pero ni El Chapo ni ningún otro criminal está de nuestro lado. El hecho de que, además de delincuentes, sean personas con afectos familiares y con lealtades gremiales y comunitarias no desvanece sus hechos. Las aberraciones de los polÃticos y de los perseguidores del narcotráfico no compensan las perpetradas por los traficantes. Se podrÃa cambiar la ley para hacer legal la producción, el comercio y el consumo de las drogas -como yo creo que se debe hacer- y ellos seguirÃan teniendo culpas que pagar por el uso de la violencia, por el terror que han diseminado.
De acuerdo, esta entrevista, no tanto por sus méritos cuanto por sus defectos, da para reflexionar sobre más temas. Pero, al final, casi todos tienen que ver con nosotros y el poder, con la manera en que lo buscamos, lo enfrentamos, lo evadimos y lo disfrutamos.
Chistes de polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Elecciones 2015, México, Política, Sociedad on 11 abril, 2015
Denigrar a los polÃticos como un grupo, no sólo a individuos, es un pasatiempo nacional al que me uno con frecuencia. Es divertido presentarlos como lo peor de nuestro paÃs (y de casi todos los paÃses) (o de todos). Lo hacemos con artÃculos periodÃsticos, con publicaciones en Facebook y con chistes; con un gesto escéptico cuando un polÃtico expresa una idea o con una frase de descalficación en una conversación de café.
He oÃdo a personas muy serias y respetables oponerse a esta desacreditación generalizante, no a las crÃticas a actos especÃficos de polÃticos especÃficos. Ellas dicen que, al dar por hecho que todos son iguales, se contribuye a reforzar una idea de la polÃtica como una actividad despreciable, lo que lleva al desinterés por ella, con la consecuencia ulterior de dejar la conducción de México en las peores manos.
Además, se puede aducir, la satanización de los polÃticos, sobre todo acompañada de la idealización de los «ciudadanos», es absurda e hipócrita. Los polÃticos también son ciudadanos. Y ser ciudadano no es garantÃa de probidad o desinterés.
Estoy de acuerdo, todos hacemos polÃtica, incidimos en la lucha por el poder de manera directa o indirecta. Lo hacemos al votar y al no votar; al buscar ser electos como «candidatos ciudadanos» o al ilusionarnos con una de esas figuras que se proclaman puras sólo porque no han tenido ocasión de ensuciarse; cuando emitimos opiniones o reproducimos opiniones tomadas de los diarios, la televisión o la radio o cuando hacemos una broma a costa de los polÃticos. Incluso cuando tratamos de mantenernos al margen de la polÃtica, estamos participando, de una manera curiosa, es cierto, en ella. Cuando pienso en esto, hasta me arrepiento de mis excesos en criticar al gremio de los polÃticos profesionales en su conjunto.
Pero escucho los spots electorales que están inundando la radio y las acusaciones que a través de ellos lanza un partido sobre los integrantes de otro. Y confirmo que algunas de esas denuncias están fundadas. Después caigo en la cuenta de la vulgaridad de esas acusaciones, ciertas o no; de lo corrientes que son incluso los spots de «propuesta». Y veo que las propuestas son meras promesas vagas, que no hay una postura o un proyecto (¿lo tendrán pero sus cultos y refinados publicistas les aconsejan no revelarlos?). Cuando mucho hay una indignación por algo que hace otro partido que, por cierto, es lo mismo que el partido indignado ha hecho en otro momento.
Entonces, a riesgo de estar haciendo polÃtica de la manera equivocada, salgo a preguntar: ¿alguien tiene un buen chiste de polÃticos?
Los libros versus Peña Nieto y demás polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Política, Uncategorized on 5 diciembre, 2011
La metida de pata de Enrique Peña Nieto el sábado en la Feria del Libro de Guadalajara nos ha dado, además de mucho material para reÃr, una muestra más de la pobre cultura de nuestros polÃticos. Si se fija uno bien, Peña Nieto enfatiza «leà otro libro». Es decir, no está intentando responder qué libros han tenido impacto en su vida sino qué libros ha leÃdo; tan sólo eso le cuesta mucho trabajo, no por la abundancia sino por la escasez.
Pero creo que hay que ser más considerados con él. Al parecer, no le es fácil captar dos o más datos al mismo tiempo, por lo que los tÃtulos, los nombres de los autores y el contenido del libro son demasiado.
Por otra parte, tengo la impresión de que Peña Nieto no es el peor entre los polÃticos (en cuanto a cultura). Creo que la mayorÃa de ellos ni siquiera tendrÃan a la mano tÃtulos y autores para confundirlos. Es más, quizá no entenderÃan la pregunta. ¿Los libros pueden tener impacto en la vida personal y polÃtica de alguien? ¿Es importante acordarse de los libros de texto de la preparatoria? ¿Hay de otros libros? La razón de haber comprado el último libro que un negro le escribió al polÃtico de su preferencia es sólo la de apoyar a este último y tratar de convencerse de que algunas frases de ese encuadernado son geniales, para poder citarlas cuando consideren oportuno.
Por cierto, algunas frases de polÃticos plantean al lector preguntas inquietantes. ¿Va en serio? ¿Tiene un sentido profundo que me elude? ¿El autor es un idiota? Por ejemplo, un candidato a delegado de Ãlvaro Obregón ensucia bardas con frases como (sic preventivo) «respetar al peatón es respetar al conductor del mañana», en algunas versiones con puntos suspensivos intermedios y aleatorios. Otra es «cuando insultas a una mujer insultas a todas, a tu madre, a tu hermana, a tu abuela». No estoy seguro de estar siendo fiel a la letra de esta segunda frase pero sà a su espÃritu (chocarrero).
Ahora que es muy probable que, como los libros, las frases de los polÃticos tampoco sean en verdad de su autorÃa. Detrás de ellas deben estar brillantes asesores convencidos, como el resto de los que medran alrededor de los polÃticos, de que su asesorado es un genio. Ese convencimiento es lo que explica que ninguno de los asesores de Peña Nieto le haya elaborado una tarjeta con diez tÃtulos de libros y sus respectivos autores para citarlos en su presentación. No tenÃan que esperar la pregunta de los tres libros con más influencia en su vida, pero podÃan haber pensado que su jefe se verÃa muy bien si dejaba caer un tÃtulo por acá y otro por allá mientras echaba para adelante cara y copete. Si constatar (que no descubrir, por Dios) que nuestros polÃticos son incultos ya es triste, constatar que sus asesores son ineptos merma más nuestras esperanzas ciudadanas.
Pero no todo debe ser pesimismo. Las editoriales, los autores y las librerÃas tienen una gran oportunidad de incrementar sus ventas desde ahora y hasta el cierre de las campañas veladas o manifiestas que ya se desataron para una gran cantidad de puestos. Para empezar, sin tener que invertir ni planear, Gandhi, El Sótano, El Péndulo y el Fondo, entre otras librerÃas, pueden poner a la entrada de sus establecimientos una mesa igual a las que colocan cuando un autor muere o gana un premio. Esta contendrÃa tÃtulos como Los 1000 libros que hay que leer antes de morir, Datos para parecer culto o Toda la cultura en cápsulas de cinco minutos (mejor, tres minutos). PodrÃan capacitar a sus vendedores (a propósito, muy necesitados de formación, ¿me escuchas, Gandhi?) para ofrecer a los polÃticos (o a los choferes que manden de compras) una lista selecta de libros dignos de ser mencionados como influyentes en su trayectoria.
Las editoriales y los autores tendrÃan grandes ventas si cocinan al vapor un texto que emule aquellos de Frases célebres para toda ocasión y que se podrÃa titular Libros citables para toda ocasión. Se compondrÃa de cincuenta (no más, no tendrÃa caso) fichas bibliográficas con los datos de costumbre: autor (La Biblia podrÃa ser atribuida a Varios autores o a EspÃritu Santo, según el enfoque del compilador), tÃtulo, editorial, fecha de publicación, etc. Para darle valor agregado, se podrÃa incluir un rubro de «Posibles confusiones», donde se harÃan aclaraciones como Jorge Luis Borges no es igual a José Luis Borgues, Mario Vargas Llosa no es colombiano y Enrique Krauze no es el alter ego de Carlos Fuentes. Pero la aportación principal serÃa una clasificación de los libros según su afinidad o disparidad entre las ideas que proponen o las situaciones que narran y las propuestas (es un decir) de cada partido polÃtico. PodrÃa ponerse el logo del partido y, al lado, una mano con el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Claro que si los libros seleccionados son buenos, la mayorÃa de los pulgares, con independencia del partido, apuntarÃan hacia abajo.
Censura y ética: el asunto Aristegui/MVS
Posted by Humberto Rivera Navarro in Comunicación, Crítica, Periodismo, Política on 11 febrero, 2011
Como muchos mexicanos repudio la censura aplicada a Carmen Aristegui por la empresa MVS. Sin embargo, creo que no comparto con muchos de esos mexicanos la caracterización de lo ocurrido. No creo que la terminación de la relación laboral de Aristegui y MVS por parte de esta última sea una acción injusta ante un comportamiento profesional, ético y valiente de la conductora. Creo que es una reacción incongruente y desproporcionada ante un comportamiento no del todo profesional y ético de parte de Aristegui.
En defensa de Carmen Aristegui se ha dicho que sólo hizo una pregunta, nada más pidió al Presidente aclarar algo y que eso no es una acusación. Es cierto, Aristegui no acusó de alcohólico a Calderón, pero sà lo puso en calidad de sospechoso con base en lo que se dice en las redes sociales y en lo expresado por una manta colocada en el Congreso por el diputado Fernández Noroña y otros congresistas del Partido del Trabajo. Es decir, asumió que el Presidente debe presentar pruebas de su salud porque circula un rumor en un medio donde predomina el anonimato y porque un no anónimo barbaján dice que Calderón es alcohólico. Ella misma dijo en su programa “no podemos corroborar (el rumor), no hay información especÃfica, por lo menos, que nosotros dispongamos de ellaâ€. Como señala Raymundo Riva Palacio en Eje Central, no se le ocurrió pedir pruebas a los acusadores, como hasta en nuestra deficiente práctica judicial se hace. Tampoco pensó en, antes de pedir aclaraciones a la Presidencia, tomarse la molestia de conducir una investigación periodÃstica: entrevistar personas presentes en actos del Presidente, revisar videos, correlacionar acciones, etc. Eso no es algo demasiado difÃcil, es posible obtener filtraciones hasta de la salud de Fidel Castro.
Creo que esa conducta no es profesional, pero tampoco inusual en Carmen Aristegui. Ella con frecuencia toma rumores o, sobre todo, sus propias conjeturas (y sus conjeturas sobre sus conjeturas) para hacer “análisis†y señalar personas como posibles responsables de acciones reprobables o para plantear la existencia de problemas con poca sustancia. Es más, creo que este caso de uso inapropiado de suposiciones no es el más grave que se le puede encontrar. Por estas dos razones, porque no es la primera vez que Aristegui infla notas y porque en esta ocasión lo hizo de manera más leve que de costumbre, me parece que la respuesta de MVS fue incoherente y desproporcionada. Hasta ahora, el estilo Aristegui les traÃa audiencia y estaban contentos. Sólo ahora, cuando se ve afectado el Presidente, se le ocurrió a los directivos de la empresa llamarle la atención y, finalmente, despedirla. No parece haber una verdadera preocupación por la ética periodÃstica, más bien hay una cobardÃa que los lleva a censurar lo que en otros momentos toleraron.
Pero es obligado decir que inflar los rumores y las suposiciones para obtener notas escandalosas es una práctica muy común en el periodismo, Aristegui y MVS no son los únicos. Algunos medios, como Proceso, han hecho de esa práctica toda una disciplina. Por nuestra parte, los lectores y audiencias tendemos a aprobar noticias y editoriales cuando señalan a alguien que nos disgusta y a descalificarlos cuando atacan a quien respetamos, con independencia de los datos y los razonamientos. Los medios menos crÃticos (quiero decir los que menos usan criterios explÃcitos y consistentes para opinar) suelen denostar y alabar a las figuras y a las polÃticas adecuadas para tener contento a su público y a sus aliados polÃticos. Asà se mantiene un cÃrculo vicioso que, por supuesto, no ayuda a informar objetivamente ni a fomentar la crÃtica en la ciudadanÃa.
Se puede objetar a lo que acabo de expresar que cuando se escribe o se conduce un programa todos los dÃas y cuando se tiene que procesar información con rapidez para ofrecerla al público, es difÃcil trazar con precisión la lÃnea que separa los hechos estrictos de las suposiciones probables pero eso no es una excusa para dejar de preocuparse por ello en aras de atraer lectores u oyentes. El ser una figura consagrada tampoco otorga la infalibilidad a los periodistas.
A propósito de esto último, me llama la atención que varios de los editorialistas que han criticado a MVS por despedir a Aristegui incluyen en sus artÃculos una frase del estilo de «estemos o no de acuerdo con la forma en que Carmen Aristegui manejó la noticia, MVS hizo mal en despedirla…». Parece que ellos mismos se censuran ante esta popular periodista. ¿Por qué no decir abiertamente si están de acuerdo o no con el tratamiento que ella hizo de la nota sobre la manta petista en la Cámara de Diputados? ¿No enriquecerÃa el trabajo de los periodistas en general? ¿O es que temen perder la simpatÃa de sus lectores si hacen notar una pequeña mancha en la carrera de Aristegui?
Finalmente, a pesar de estos comentarios crÃticos sobre Carmen Aristegui, no dejo de reconocer su trabajo en temas como los abusos de Marcial Maciel y la persecución a Lydia Cacho por parte de Mario MarÃn. Su labor en esos asuntos benefició a muchos, involucrados y ciudadanos en general, incluso fuera de México. En el primer caso, dio voz a vÃctimas largamente ignoradas y contribuyó a abrir el problema. En el segundo, además de ayudar a proteger a Cacho, su cobertura sirvió para evidenciar lo opresivo y brutal de un lenguaje (el de Mario MarÃn y Kamel Nacif) que los oyentes de un paÃs tan machista como el nuestro podrÃamos haber encontrado inocuo y hasta chistoso. Carmen Aristegui ha tenido un lugar importante en la vida pública mexicana, espero que podamos ver lo mejor de ella.
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