Algunos piensan que la poesÃa describe el mundo ordinario con palabras inusitadas que nos hacen verlo de una manera diferente, y sorprendernos, conmovernos, sublimarnos. La prosa también puede mostrarnos otra cara del mundo. En el caso de Jorge Ibargüengoitia, muerto hace 30 años en un accidente aéreo en Madrid, su prosa nos revela la ridiculez, la comicidad y la ironÃa de actos humanos: la pose de un polÃtico al dar un discurso, los identificadores que le hemos dado a las imágenes de los héroes para que no se nos confundan (el paliacate en la cabeza de Morelos o la melena de Hidalgo) o los amores imposibles (y los posibles).
Ibargüengoitia negaba una intención cómica, afirmaba que asà veÃa él las cosas. Creo que alguna vez dijo que asà lo habÃan educado, como para evadir la responsabilidad. Pero en sus novelas y en sus artÃculos periodÃsticos aplicaba este poder desvelador de lo absurdo de maneras diferenciadas. Era despiadado con los polÃticos y personas con poder o aspirantes a tenerlo, y no se diga con los colegas escritores objeto de sus odios (en este caso, más bien, era venenoso). Por otra parte, era compasivo cuando mostraba los afanes descabellados de las personas comunes, él incluido. Y también podÃa burlarse con afecto y admiración, como en el artÃculo que escribió a la muerte de Rosario Castellanos. Según el blanco elegido, sus descripciones, diálogos y argumentaciones desatan desde sonrisas cómplices hasta insights carcajeantes.
Sus novelas y artÃculos son lugares a los que me gusta volver para reubicarme, reanimarme, distraerme y, sobre todo, para afinar la mirada, para recordar que puedo ver esta realidad de otras manera, que hasta la puedo imaginar otra.
Pequeña muestra de su bibliografÃa
Novelas
Los relámpagos de agosto
Estas ruinas que ves
Los pasos de López
Cuentos
La ley de Herodes
ArtÃculos periodÃsticos
Instrucciones para vivir en México
Autopsias rápidas