El Chapo, Sean Penn, nosotros

Es claro que la entrevista de Sean Penn a Joaquín El Chapo Guzmán es más sobre Sean Penn que sobre El Chapo, como ya varios han dicho (veánse Trejo Delabre en Crónica y Jack Mirkinson en Salon). Trata de la admiración del actor hacia poderosos megalómanos y criminales, de alguien que quiere creerlos menos malos que los poderosos por mandato legal (y, a veces, también criminales). En la medida en que ése es su tema, también trata de todos nosotros, los ciudadanos comunes y nuestra relación con el poder.

El recurso amarillista usado por Penn al decir que se dirigía a entrevistar a uno de los dos presidentes de México es más que una exageración de mal periodista. Lo mismo puede decirse de su beatificación de la violencia empleada por El Chapo, de su empatía hacia la elección profesional del traficante de drogas y de la falta de criticidad -aunque fuera diferida- hacia las respuestas de su entrevistado. Cuando los hombres y las mujeres de a pie contemplamos la corrupción de los gobernantes, la complicidad de los líderes de la “sociedad civil” y la cobardía oprimida de muchos de nosotros, surge la tentación de reverenciar a quienes son o parecen ser organizados y eficaces, valientes y asertivos, competidores del Estado -no opositores- desde la ilegalidad.

Antes que Penn, todo indica que la actriz Kate del Castillo ya había sucumbido a esa tentación. Y seguro más de uno ha escuchado a un amigo, a un compañero de trabajo o a sí mismo expresar esa actitud. Pero ni El Chapo ni ningún otro criminal está de nuestro lado. El hecho de que, además de delincuentes, sean personas con afectos familiares y con lealtades gremiales y comunitarias no desvanece sus hechos. Las aberraciones de los políticos y de los perseguidores del narcotráfico no compensan las perpetradas por los traficantes. Se podría cambiar la ley para hacer legal la producción, el comercio y el consumo de las drogas -como yo creo que se debe hacer- y ellos seguirían teniendo culpas que pagar por el uso de la violencia, por el terror que han diseminado.

De acuerdo, esta entrevista, no tanto por sus méritos cuanto por sus defectos, da para reflexionar sobre más temas. Pero, al final, casi todos tienen que ver con nosotros y el poder, con la manera en que lo buscamos, lo enfrentamos, lo evadimos y lo disfrutamos.

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