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Los libros versus Peña Nieto y demás polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Crítica, Cultura, Política, Uncategorized on 5 diciembre, 2011
La metida de pata de Enrique Peña Nieto el sábado en la Feria del Libro de Guadalajara nos ha dado, además de mucho material para reÃr, una muestra más de la pobre cultura de nuestros polÃticos. Si se fija uno bien, Peña Nieto enfatiza «leà otro libro». Es decir, no está intentando responder qué libros han tenido impacto en su vida sino qué libros ha leÃdo; tan sólo eso le cuesta mucho trabajo, no por la abundancia sino por la escasez.
Pero creo que hay que ser más considerados con él. Al parecer, no le es fácil captar dos o más datos al mismo tiempo, por lo que los tÃtulos, los nombres de los autores y el contenido del libro son demasiado.
Por otra parte, tengo la impresión de que Peña Nieto no es el peor entre los polÃticos (en cuanto a cultura). Creo que la mayorÃa de ellos ni siquiera tendrÃan a la mano tÃtulos y autores para confundirlos. Es más, quizá no entenderÃan la pregunta. ¿Los libros pueden tener impacto en la vida personal y polÃtica de alguien? ¿Es importante acordarse de los libros de texto de la preparatoria? ¿Hay de otros libros? La razón de haber comprado el último libro que un negro le escribió al polÃtico de su preferencia es sólo la de apoyar a este último y tratar de convencerse de que algunas frases de ese encuadernado son geniales, para poder citarlas cuando consideren oportuno.
Por cierto, algunas frases de polÃticos plantean al lector preguntas inquietantes. ¿Va en serio? ¿Tiene un sentido profundo que me elude? ¿El autor es un idiota? Por ejemplo, un candidato a delegado de Ãlvaro Obregón ensucia bardas con frases como (sic preventivo) «respetar al peatón es respetar al conductor del mañana», en algunas versiones con puntos suspensivos intermedios y aleatorios. Otra es «cuando insultas a una mujer insultas a todas, a tu madre, a tu hermana, a tu abuela». No estoy seguro de estar siendo fiel a la letra de esta segunda frase pero sà a su espÃritu (chocarrero).
Ahora que es muy probable que, como los libros, las frases de los polÃticos tampoco sean en verdad de su autorÃa. Detrás de ellas deben estar brillantes asesores convencidos, como el resto de los que medran alrededor de los polÃticos, de que su asesorado es un genio. Ese convencimiento es lo que explica que ninguno de los asesores de Peña Nieto le haya elaborado una tarjeta con diez tÃtulos de libros y sus respectivos autores para citarlos en su presentación. No tenÃan que esperar la pregunta de los tres libros con más influencia en su vida, pero podÃan haber pensado que su jefe se verÃa muy bien si dejaba caer un tÃtulo por acá y otro por allá mientras echaba para adelante cara y copete. Si constatar (que no descubrir, por Dios) que nuestros polÃticos son incultos ya es triste, constatar que sus asesores son ineptos merma más nuestras esperanzas ciudadanas.
Pero no todo debe ser pesimismo. Las editoriales, los autores y las librerÃas tienen una gran oportunidad de incrementar sus ventas desde ahora y hasta el cierre de las campañas veladas o manifiestas que ya se desataron para una gran cantidad de puestos. Para empezar, sin tener que invertir ni planear, Gandhi, El Sótano, El Péndulo y el Fondo, entre otras librerÃas, pueden poner a la entrada de sus establecimientos una mesa igual a las que colocan cuando un autor muere o gana un premio. Esta contendrÃa tÃtulos como Los 1000 libros que hay que leer antes de morir, Datos para parecer culto o Toda la cultura en cápsulas de cinco minutos (mejor, tres minutos). PodrÃan capacitar a sus vendedores (a propósito, muy necesitados de formación, ¿me escuchas, Gandhi?) para ofrecer a los polÃticos (o a los choferes que manden de compras) una lista selecta de libros dignos de ser mencionados como influyentes en su trayectoria.
Las editoriales y los autores tendrÃan grandes ventas si cocinan al vapor un texto que emule aquellos de Frases célebres para toda ocasión y que se podrÃa titular Libros citables para toda ocasión. Se compondrÃa de cincuenta (no más, no tendrÃa caso) fichas bibliográficas con los datos de costumbre: autor (La Biblia podrÃa ser atribuida a Varios autores o a EspÃritu Santo, según el enfoque del compilador), tÃtulo, editorial, fecha de publicación, etc. Para darle valor agregado, se podrÃa incluir un rubro de «Posibles confusiones», donde se harÃan aclaraciones como Jorge Luis Borges no es igual a José Luis Borgues, Mario Vargas Llosa no es colombiano y Enrique Krauze no es el alter ego de Carlos Fuentes. Pero la aportación principal serÃa una clasificación de los libros según su afinidad o disparidad entre las ideas que proponen o las situaciones que narran y las propuestas (es un decir) de cada partido polÃtico. PodrÃa ponerse el logo del partido y, al lado, una mano con el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Claro que si los libros seleccionados son buenos, la mayorÃa de los pulgares, con independencia del partido, apuntarÃan hacia abajo.
Que la izquierda eligió candidato presidencial, según Lorenzo Meyer
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 24 noviembre, 2011
Lorenzo Meyer en su artÃculo de hoy en Reforma dice ¿ingenuamente?: «La izquierda partidista mexicana (…) pudo elegir candidato presidencial sin recurrir a la carnicerÃa fraticida». ¡Pero si la izquierda no eligió nada! Las dos figuras con más poder (y sobre todo la que tiene más poder, López Obrador), decidieron cómo dar salida a sus aspiraciones incompatibles y los partidos de izquierda sólo acataron la decisión.
Lo curioso es que al describir el procedimiento seguido, el mismo Lorenzo Meyer dice «Las dos cabezas visibles de la contienda interna, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Marcelo Ebrard, acordaron acudir a una encuesta para determinar quién contaba con más apoyo y plegarse al resultado». No hay un proceso interno organizado por los partidos de izquierda, sólo un acuerdo entre los lÃderes, en la mejor tradición de los partidos mexicanos. La aparente ausencia de «carnicerÃa fraticida» no es un cambio en el PRD, sus tribus siguen dándose con todo y AMLO sigue siendo la figura con más poder que, como hace seis años, no tuvo mayor problema para ser el candidato presidencial.
Por supuesto, los acuerdos entre las élites no son exclusivos del PRD y los demás partidos de izquierda. Sólo me llama la atención el astigmatismo (creo que la dificultad para «la visualización de detalles sutiles, ya sea de cerca o a distancia» es un sÃmil más apropiado en este caso) de los lopezobradoristas.
Si Ebrard gana, ¿cómo lo podrÃa ayudar AMLO?
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 6 noviembre, 2011
Marcelo Ebrard declaró ayer según El Universal que “el que pierda (la encuesta para seleccionar al candidato de la izquierda a la presidencia de la República) tiene que ayudar al que ganeâ€. Que el precandidato perdedor se una a la campaña presidencial del ganador es la consecuencia natural de una elección interna en la mayorÃa de los partidos. Sin embargo, en caso de que Ebrard resulté favorecido por la encuesta, el tipo de ayuda que podrÃa esperar de Andrés Manuel López Obrador y sus amigos podrÃa ser diferente a lo ordinario.
López Obrador ha perdido atractivo entre la población que no pertenece al núcleo duro de simpatizantes de la izquierda. No sólo eso, después del plantón de Reforma, muchos de los que votaron por él en ese segmento de la ciudadanÃa, empezaron a rechazarlo.
Por lo anterior, quizá la mejor ayuda que López Obrador podrÃa dar a Ebrard, en caso de que este último ganara la candidatura de la izquierda, serÃa no hacer nada: no declarar, no hacer ver a Ebrard como representante de sus posturas radicales, no estorbar.
No hay como pagar multas con dinero ajeno – Los partidos polÃticos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 28 septiembre, 2011
Según una nota de hoy (28 de septiembre de 2011) del diario Reforma, el Instituto Federal Electoral sancionó a los siete partidos polÃticos por irregularidades cometidas en 2010, como registrar ingresos por un concepto diferente al real, dar viáticos como si fueran dirigentes a personas que no lo son, omitir la presentación de comprobantes de gastos y otros. Las multas alcanzan los 66 millones de pesos en total.
Si un funcionario público cometiera irregularidades como esas con el dinero de los contribuyentes, además de la multa, se le despedirÃa y se le inhabilitarÃa para ejercer un cargo público por meses, cuando menos. Los partidos polÃticos, también sostenidos con dinero proveniente de los impuestos, sólo tienen que pagar una multa ¡con los propios fondos públicos! Y sus dirigentes siguen disfrutando alegremente e irresponsablemente el dinero que queda en sus arcas, que es mucho todavÃa. porque, al fin y al cabo, no pasa de que el próximo año deban pagar otra multa con dinero que no es de ellos.
En el consultorio del ginecólogo o Lo que las mujeres quieren saber sobre la impotencia y los hombres no se atreven a preguntar
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 25 septiembre, 2011
Entro con mi esposa a la sala de espera del ginecólogo, nos sentamos y exploro las mesitas en busca de algo que leer, una de esas lecturas breves y olvidables que uno no harÃa más que en situaciones como esta. Como no hay nada por el estilo, me dirijo hacia un pequeño folletero con cuadernillos rosas. Ni modo, pensé por el color de los cuadernillos, a leer sobre cuidados durante el embarazo, sobre los primeros dÃas del bebé o sobre ejercicios post-parto, temas todos ellos que dejaron de ser de mi interés hace varios años. Pero al alcanzar el folletero leo “erección”.
Desde el largo tÃtulo compuesto de tres frases dispersas en la portada –“Problemas de erección”, “Una condición del hombre, una preocupación de la pareja” y “Las preguntas más frecuentes que las mujeres se hacen”– el enfoque de la publicación empieza a notarse. Contra lo que pudiera uno pensar, los destinatarios no son los hombres, por eso el color rosa. Dice asà la introducción: “Este folleto presenta información básica a las compañeras de los hombres que cursan con este tipo de disfunción (la eréctil), con el objeto de ayudarlas a conocer aún más sobre este padecimiento”. En otras palabras, al bolsillo del hombre por la necesidad de la mujer.
Muchos organismos internacionales, ONG (organismos no gubernamentales) y GNO (gobiernos no organizados) han descubierto que, para elevar el nivel de vida de las comunidades, las estrategias de desarrollo han de contar con el apoyo de las mujeres. Parece que Pfizer -el laboratorio editor de este cuadernillo y productor del Viagra- también comprende que para elevar algo en el hombre y para que dicha empresa eleve sus ingresos, tiene que aliarse con el elemento femenino de la pareja. Sabe que los hombres, por pena, pueden callarse la impotencia durante más o menos tiempo, pero que las mujeres no tienen motivaciones para aguantarse y estarán más dispuestas a tomar medidas. Viéndolo asÃ, los hombres con “disfunción eréctil” deberÃan estar agradecidos de que Pfizer proporcione una opción intramatrimonial a sus compañeras.
Después de la introducción ya mencionada, Pfizer buscar serenar a sus lectoras y a sus consortes y se esfuerza por hacer pasar a la impotencia como algo similar al catarro común: millones la padecen pero no hay por qué alarmarse. No es para tanto. Si el impotente está desesperado y deprimido (doblemente), se trata de una reacción exagerada. Se afirma que el impacto emocional causado por la disfunción eréctil es causado muy frecuentemente porque a las personas les llega mala información. Es curioso pues creo que la información básica que provoca en un hombre erecto-disfuncional un impacto emocional negativo no “le llega”. La obtiene simultáneamente de sà mismo y de su pareja y, como se dice ahora, en tiempo real. Los prejuicios, las pelÃculas y cualquier otra información externa poco pueden hacer para empeorar el estado de ánimo del sujeto, con una excepción. Esa información externa no solicitada consistente en: “tu esposa (o novia o amante) se metió con fulano porque dice que contigo nada de nada”.
En esta lÃnea de restarle gravedad al asunto, el folleto sostiene que el término disfunción eréctil es más adecuado debido a las connotaciones negativas que algunas personas adjudican a la palabra impotencia. Francamente no entiendo por qué evitar una expresión de resonancias negativas para designar una situación que todo hombre (y su pareja) percibe, más allá de su gravedad (que no dureza) y de la posibilidad de ser corregida, como inequÃvocamente negativa. Pero los redactores de Pfizer insisten y, para tranquilizar todavÃa más a la mujer y a su compañero, dicen: “no es un padecimiento que amenace la vida” (¡faltaba más!). En otras palabras “no la haga de tos, no se va a morir por impotente (perdón por usar el término de connotaciones negativas), aunque se esté muriendo por tener sexo”.
El folleto sigue, describe la fisiologÃa de la erección y hace una lista de las causas de la disfunción eréctil. Inmediatamente después da respuesta a esta hipotética pregunta de una mujer: ¿cómo puedo saber si mi pareja tiene disfunción eréctil? La respuesta es digna de citarse textualmente. “Si con frecuencia su pareja tiene persistentes problemas de erección, es muy probable que usted ya lo sepa”. Creo que lo que querÃan decir es: “No se haga. Si usted de verdad no se ha percatado de que su pareja es impotente, significa que no hay problema (improbable si ya llegó a este punto del folleto), que usted no ha intentado tener sexo con su pareja en mucho tiempo o que no sabe cómo se tiene sexo”.
Un par de páginas después (sÃ, son varias páginas) se responde otra supuesta interrogante de una impaciente y, como de pasada, se desliza esto: “Por experiencia propia, quizás ya se haya dado cuenta de que para algunos hombres la disfunción eréctil puede ser un tema muy difÃcil de abordar”. Vaya, si la frase citada en el párrafo anterior supone que la lectora del folleto es tan ingenua o tonta como para no sospechar un problema de erección en su pareja impotente, esta otra frase asume que es una sexóloga experta, una encuestadora que se dedica a aplicar cuestionarios sobre sexo a hombres o una mujer con una experiencia sexual tan vasta que ha reunido una muestra de actitudes masculinas tan grande como para llegar a la conclusión referida.
Entramos finalmente a consulta. Todo en orden. Al terminar, el médico nota el folleto en mi mano. “¿Qué andan leyendo ustedes?”, dice con cierta sorpresa. Se sorprende más cuando le informo que el opúsculo estaba en su sala de espera y que en la contraportada tiene esta leyenda: “Este folleto es una cortesÃa de su médico”. Mientras nos acompaña a la puerta nos comenta que hay quien aspira nasalmente el Viagra en lugar de ingerirlo por vÃa oral. No hay tiempo de pedir más detalles. Me invade la imagen de una Eva entregando una lÃnea de Viagra a un Adán que de inmediato se echa un pericazo. Me pregunto si esta vÃa de administración permite un aprovechamiento más rápido y completo del medicamento o si la razón para inhalar Viagra es que evoca el consumo de drogas y le añade al encuentro sexual la emoción de lo prohibido.
Mientras esperamos el auto en el estacionamiento leo el enunciado con el que concluye el mensaje: “Este folleto es proporcionado como un servicio educativo de Pfizer, ‘ciencia para el bienestar de la humanidad’”. Vaya un slogan apropiado este último. Con el Viagra, Pfizer, como pocas compañÃas, puede estar haciendo una gran contribución al bienestar y, por supuesto, al crecimiento de la humanidad.
Mayrán
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 15 mayo, 2011
A mis padres
Basta plantarse en cualquier sitio de este lago de polvo, levantar la cara y alargar el cuello para darse cuenta de que no hay obstáculos para ver hasta el fin, si este existiera. Aquà el tope de la vista está dado por su propia debilidad o, si más bien se le puede atribuir fortaleza, por la curvatura terráquea que amenaza respetar, sin atreverse, este desierto.
Al dar la cara a esta llanura hemisférica, es tentador creer que bastará con un primer impulso para recorrerla toda: una sola brazada para apartar el aire Ãgneo o un único golpe de remo sobre el suelo fracturado en pequeñas geometrÃas falaces. Al fin y al cabo, los animales secos, por aire o por tierra, hienden ese vacÃo sin esfuerzo.
Navegar entre las flores de cacto, la gobernadora y los reptiles cuasi estacionarios no ofrece problemas, siempre y cuando no se pretenda llegar a ningún lado. Llevar la vista tan lejos como el cristalino lo permite y fijarla allà hasta que el ojo se seque es suficiente para ser atraÃdo hasta ese punto. Y entonces se está listo para deslizarse de nuevo a otra ilusión en todo igual a la anterior, excepto en el brillo de los ojos de las cascabel, la serenidad de las patas de las lagartijas o la espiralidad de los fósiles.
No es difÃcil orientarse de un espejismo a otro y encontrar vestigios de un mar, de un bosque o de un pueblo que ya era perdido desde antes de desaparecer bajo la venganza ocasional del Nazas. Y, en caso de extravÃo, el sosiego llega al corazón tan pronto el oÃdo es alcanzado por el viento solitario y sordo.
Tanto si se avanza como si se elige la inmovilidad, más tarde o más temprano se ve cómo la corteza se yergue y se aproxima hecha de rostros de carbón que flotan sobre torsos igualmente enjutos que miran, miran, miran. Más y más capas se levantan sin que la llanura se rebaje, desnivele o desdibuje. Todos se saben juntos y perdidos. Son intercambiables en el mundo pero indispensables al desierto como el peñasco más perfecto o la más lisa de las veredas sin destino.
Fe, una canción, lo cursi y la victoria
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 17 abril, 2011
A fines de los años 70 del siglo pasado mi papá visitó Cuba con motivo de una reunión de la UDUAL (Unión de Universidades de América Latina) coincidente, creo, con otro evento de escuelas de medicina de la misma región. A su regreso, al igual que de otros viajes, trajo numerosas y sabrosas impresiones, asà como regalos. Entre ellos estaba un disco LP con canciones sobre la Revolución Cubana, una de las cuales incluÃa la palabra «Girón» en su tÃtulo, más no en la letra.
Antes de contar algo sobre esta canción, debo decir que en aquel entonces yo sabÃa poco de Cuba y su revolución y nunca habÃa oÃdo hablar de Playa Girón. De hecho, seguirÃa sin saber de ese episodio clave de la polÃtica internacional (la invasión de BahÃa de Cochinos) por varios años. No tengo claro lo que se pensaba en mi entorno al respecto. Sólo creo recordar que todavÃa era polÃticamente correcto, incluso fuera de la izquierda, valorar la Revolución Cubana aunque se tuvieran todo tipo de reservas ante ella.
En todo caso, mis ideas sobre Cuba eran vagas y, ante todo, poco relevantes en mi vida diaria. A pesar de la fuerte presencia de preocupaciones que podrÃamos llamar sociales en mi ambiente familiar y escolar, Cuba no era un punto de referencia, como después entendà que sà lo era para mucha gente ajena a la clase media de Torreón. Mis referencias eran eminentemente cristianas. Mi interés por la justicia y la injusticia, por la libertad y la opresión, por el cambio y la rigidez social se nutrÃan y se expresaban en una intensa vivencia religiosa. Pero justo por eso, a pesar de mi relativa indiferencia ante la Revolución Cubana, esa canción cuyo nombre, letra y tonada justo hoy he logrado reencontrar se filtró muy dentro de mà y vino a expresar mis sentimientos y esperanzas.
«Girón, la victoria», de Sara González, compositora y cantante de La Nueva Trova, es como un himno religioso, es como un salmo. Al menos asà resonaba en mà al escucharla una y otra vez. Yo no oÃa un canto propagandÃstico cubano, que lo era, qué duda cabe. Yo recibÃa la narración de las hazañas de personas valientes comprometidas con la libertad y la justicia, conscientes tanto de sus dolores y rencores como de su vocación solidaria, tanto de su escala humana como de su trascendencia. Esa narración navegaba sobre una melodÃa impetuosa, de ritmo triunfante, de Ãmpetu creciente, avasalladora pero fraternal. Es impresionante constatar lo que enseña el dicho, que lo bien trovado nos hace presentir que estamos frente a una verdad. Y también se puede concluir que si alguien trova lo que parece expresar nuestra verdad, tanto nuestra verdad como el canto se nos presentan más bellos.
Ese canto, pensaba yo, podÃa ser cantado con toda legitimidad en la misa como un himno de los cristianos que buscaban la justicia. No habÃa incrementado mi interés por la Revolución Cubana más allá de generar una imprecisa simpatÃa basada en la sospecha de que en ese movimiento habÃan estado o estaban involucradas personas valientes que luchaban por un mundo más justo. Esa simpatÃa coexistió con la duda acerca del régimen castrista, alentada por las percepciones que mi papá se formó al visitar escuelas de medicina y hospitales cubanos con su habitual escepticismo sobre casi todo (que cada vez comparto más) y en contra de los esforzados intentos propagandÃsticos de los anfitriones de aquellas reuniones universitarias.
Cuando dejé Torreón para estudiar en el Distrito Federal, ese disco se quedó en casa. Nunca lo volvà a ver y nunca escuché de nuevo la canción hasta hoy que mi hijo descubrió a Silvio RodrÃguez y a Pablo Milanés en una librerÃa de la UNAM. Le conté que cuando yo conocà su música a través de otros intérpretes, entre ellos los estudiantes universitarios, no me atrajo sino al contrario. Tanto mis compañeros (entre los que habÃa muy buenos cantantes) como los músicos profesionales reproducÃan las canciones de La Nueva Trova como si con ello estuvieran haciendo la revolución, perdón, La Revolución. El resultado me parecÃa cursi. En este caso, entendÃa y entiendo por cursi aquello que pretende, sin conseguirlo, no la elegancia o riqueza que dice el diccionario, sino el compromiso, la valentÃa, la grandeza de alma. Con algunas excepciones no escasas, siempre he hallado cursis las canciones «de mensaje», «de protesta». Para encontrar gusto por la Nueva Trova tuve que oÃr sus melodÃas con los cantantes originales y, aun asÃ, sólo he llegado a disfrutar de unas cuantas, las menos «de mensaje», las más vitales.
La plática con mi hijo trajo a mi conciencia aquella canción de cuyo nombre sólo me quedaba un Girón. Esa me gustó siempre a pesar de ser «de mensaje». Asà que, al regresar a casa esta noche, busqué en Internet algunos versos que recordaba: «Canto y llanto de la tierra, / canto y llanto de la gloria, / y entre canto y llanto de la guerra, / nuestra primera victoria». Encontré la letra completa (leer aquÃ), la interpretación de Sara González en un concierto y la misma grabación que yo escuché repetidamente hace casi treinta y cinco años (ver aquÃ), ahora como parte de un video sobre la batalla de Playa Girón y, sobre todo, en elogio de Fidel Castro y compañÃa. TodavÃa resuenan dentro de mà algunos de los sentimientos e ideas de mi adolescencia. Me sigue pareciendo un canto religioso. Sólo que su capacidad inspiradora ha disminuido pues también hace surgir en mà una sonrisa triste porque ahora sé a qué se refiere la canción y sé lo que ha ocurrido después de esa «primera victoria»; porque conozco lo que el régimen cubano junto con la polÃtica estadounidense (en contra) y otras polÃticas latinoamericanas (a favor) le han hecho a esas voces representadas por las palabras y las notas de Sara González; porque lo bélico ya no se me aparece bello aunque se recubra de palabras poéticas; tal vez también porque extraño algo de mÃ.
¿Y qué hay de la canción en sà misma? ¿Es cursi «Girón, la victoria» y lo fue desde la primera vez que la oà y yo con ella? ¿Quiere expresar ideas y sentimientos elevados sin un sustrato real? Quizá, pero no puedo dejar de encontrar autenticidad en el canto de Sara González a pesar de lo ilusorio de la victoria que celebraba. O quizá sólo quiero encontrar autenticidad y la verdadera naturaleza de la victoria.
Mensaje a la delincuencia organizada en cuatro palÃndromos
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 9 abril, 2011
Se nota, matones
Alaban una bala
No, no nos sometemos, ¿sonó non?
rÃo somos, ¡oÃr!
Soporte al técnico
Posted by Humberto Rivera Navarro in Comunicación, internet, Tecnología, Uncategorized on 27 febrero, 2011
Mi papá solÃa decir que uno debÃa tener entre sus amigos un médico, un abogado y un sacerdote. Él querÃa decir que asà se contarÃa con alguien de confianza a la hora de problemas de salud, legales o espirituales. El médico acudirÃa presto en respuesta a nuestros gritos de dolor, el abogado nos sacarÃa del bote al que fuimos a parar injustamente (esta posibilidad existe mucho antes de la filmación de Presunto culpable) y el sacerdote nos asesorÃa en las grandes decisiones de la vida, además de celebrar esa misa que suele seguir a algunas grandes decisiones.
Siempre he estado de acuerdo con mi papá. Las tres profesiones en las que él recomendaba tener amigos detentan una autoridad proveniente de unas técnicas especializadas, un lenguaje esotérico y un licenciamiento muy estricto, autoridad que puede producir grandes beneficios a los clientes de estos profesionales pero también puede someterlos y perjudicarlos de varias maneras. Los legos tenemos hacia ellos una mezcla de respeto y miedo. Por su poder pueden (o pensamos que pueden) enviarnos al cielo o al infierno terrenos y ultraterrenos (los abogados y sacerdotes) o ponernos en la puerta de uno de esos destinos (los médicos). Por eso es tan deseable contar con profesionistas de estas áreas en cuya capacidad y honestidad podamos confiar.
Mi papá tuvo mucha suerte. Además de ser médico, estar casado con una médico y gozar del afecto de muchos de sus colegas, tuvo varios amigos abogados y sacerdotes. A mà no me ha ido nada mal. En mi familia ampliada hay de todo, incluso combinaciones: sacerdotes (o sacerdotes en retiro) médicos, sacerdotes abogados y abogados con carrera trunca en sacerdocio, incluso abogados con, por decirlo de alguna manera, carrera técnica en sacerdocio. Por su parte, todos mis amigos médicos tienen algo de sacerdotes. Uno de mis cuates abogados, notario, además de dar fe, da esperanza y caridad (dirÃa Marco A. Almazán).
Pero el consejo paternal es insuficiente o, mejor dicho, no está actualizado. Data más o menos de los años 80 del siglo pasado y el mundo ha cambiado. Mi padre no previó el surgimiento de otra profesión u ocupación con caracterÃsticas muy similares a las tres de marras cuya influencia en la vida contemporánea es central: el profesional de soporte técnico. No tengo ningún amigo en ese gremio y me siento incompleto. (Aclaro, en caso de que me estén leyendo mis amigos ingenieros en electrónica y licenciados en sistemas, algunos también bastante sacerdotales, que no los estoy ignorando, pero lo que ellos hacen, la ayuda en materia tecnológica que me han dado y dan a otras personas más allá de lo que podemos agradecer, es algo distinto a lo que comentaré a continuación, es otra cosa, pues).
Antes de seguir, admito que “soporte técnico†suena feo, pero esa es la traducción de technical support que se ha impuesto en español. También entiendo que no se trata de un solo tipo de profesional, seguramente entre ellos hay ingenieros, licenciados en sistemas, diseñadores y gente sin una carrera propiamente dicha. Por supuesto, tampoco hay un proceso de certificación tan riguroso como, por ejemplo, el de los médicos (eso es parte del problema). Las semejanzas clave del ejercitante del soporte técnico con abogados, sacerdotes y médicos son las técnicas especializadas, el lenguaje esotérico y la capacidad para hacer a los comunes mortales felices o infelices. Por lo demás, los encargados de soporte técnico superan a los otros profesionistas en la amplitud de su presencia en la vida diaria. Pueden pasar meses y hasta años para que yo tenga que recurrir a uno de mis amigos en su calidad de sacerdote, médico o abogado, pero cada mes o con más frecuencia tengo que enfrentarme (sÃ, en todos los sentidos: estar frente a frente, estar ante un peligro y estar con un enemigo) con alguien de soporte técnico: en la compañÃa de teléfonos, en la de cable, en la de telefonÃa celular, en la fabricante de computadoras o programas para ellas, en la oficina, etc.).
Las técnicas propias de los profesionales del soporte técnico van del sentido común a la superespecialización, del “salirse y volver a entrar†(esto es, apagar la computadora y encenderla de nuevo) a hacer complejas reconfiguraciones de software y hardware. Lo malo es que suelen presentar el sentido común a los clientes como un conocimiento sofisticado, esotérico, cuando lo único que hacen es oprimir un par de teclas para resolver el problema, pero, eso sÃ, cuidando que sus dedos queden ocultos para que los legos no vayamos a intentar aquello reservado a los consagrados. Y por otra parte, cuando se necesitan las técnicas especializadas, estas parecen ser desconocidas para ellos o los técnicos las quieren hacer pasar como sentido común: ¿a quién no le ha dicho un profesional de soporte técnico, después de explicar con toda confusión un diagnóstico y la solución propuesta, “¿de acuerdo?â€, como si uno tuviera los elementos para avalar la decisión?
Quizá la razón de no conocer o no usar conociéndolas las técnicas especializadas es que los de soporte técnico parecen tener como máximas “el que me llama es un idiota†y “el problema que me presenta, si existe, necesariamente es uno de los cinco que tengo en mi protocolo de atenciónâ€. Entiendo bien que ante la llamada de un cliente sin señal de Internet, lo primero es descartar lo obvio: el módem está apagado, desconectado de la red o requiere una contraseña olvidada. Pero insistir en ello después de una hora de llamada efectiva (posteriores a treinta minutos de espera) tiempo en el que uno describió con todo detalle el contratiempo y lo que ha hecho para solucionarlo y ha repetido la descripción tantas veces como haya sido necesario para que el del otro lado de la lÃnea se convenza de que uno no está mintiendo, es francamente desesperante.
Por cierto, quienes se destacan por pensar que la quejas o consultas de los clientes se basan en una mentira son los encargados de atender al público en las grandes corporaciones de software. Los errores que reportamos no pueden haber ocurrido, ese inconveniente que tenemos no está pasando, lo estamos imaginando. Cada prueba que les demos, incluso mediante el envÃo de una imagen de la pantalla en el momento del problema, es contradicha contundentemente por el dogma, expresado en un lenguaje iniciático, de que ese programa no puede fallar. Quienes sufren el mal funcionamiento de un programa y se quejan de ello son acusados de herejÃa cuando no de franca apostasÃa.
Y ya hablando del lenguaje esotérico del soporte técnico, este léxico le dice quÃtate que a’i te voy al de un cardiólogo, un abogado fiscalista o un teólogo escolástico. Las soluciones de soporte técnico pueden ser más mágicas que una misa para evitar el purgatorio. Más de una vez un técnico de cable ha decidido en su inmensa sabidurÃa que me concederá parar de sufrir y que me va a “mandar un refuerzo de señalâ€. Este sacramento se puede recibir más de una vez, de hecho, se tiene que recibir cada dos o tres meses so pena de ver solamente televisión abierta. La preparación para recibirlo consiste en pasar media hora apretando botones del aparato telefónico en obediencia ciega a los dictados de voces de ultratumba, llegar por fin al taumaturgo con acento entre puertorriqueño, cubano y argentino, obedecer de nuevo órdenes como apagar y prender, desconectar y conectar, esperar cinco minutos y repetir el rito. Una vez que el mago constata que no estamos actuando por pura ociosidad, idiotez o ganas de quitarle su tiempo, enviará el refuerzo de señal y nos describirá una serie de interacciones entre seres sobrenaturales que ocasionaron nuestra excomunión del entretenimiento y la información. TodavÃa habrá que ser pacientes y no hacer nada con la tele por algunos minutos hasta que el poder del profesional de soporte técnico se manifieste en nuestra pantalla.
En cuanto a la capacidad de soportador técnico para hacernos felices o miserables, mis experiencias más ilustradoras vienen del mundo de la telefonÃa celular. Estos trabajadores pueden hacernos pensar que estamos dementes cuando afirman con desparpajo todo lo contrario de lo que leÃmos en el sitio de Internet de su empresa en relación a las capacidades de un celular, a los componentes de un plan de contratación o a nuestros adeudos. No sólo nuestra incipiente competencia tecnológica se va desmoronando, sino también esa habilidad adquirida en nuestra infancia y cuyo dominio damos por descontado, la de leer, es descalificada con toda seguridad por el técnico. En esos momentos también se nos puede ocurrir que tienen razón todos esos correos electrónicos que nos advierten sobre genios maléficos de la informática que tratan de controlar nuestras computadoras. SÃ, todo indica que uno de ellos se metió a nuestra portátil y falsificó justo la página que querÃamos consultar. La mejor forma de superar este estado de incertidumbre y de paranoia es lograr que nuestro asesor se asesore con el compañero que tiene a su lado en el mostrador. Cuando empiecen a contradecirse entre ellos nos daremos cuenta de que no estamos locos.
En todo caso, para que eliminen un cargo injustificado, nos habiliten una función que hemos contratado o simplemente reconozcan que existimos como clientes, dependemos de los profesionales de soporte técnico. Lo que ellos aten en el mostrador o en la lÃnea telefónica quedará atado en nuestra computadora, televisor o celular, lo que no, no. Por todo esto, los humildes clientes tenemos respeto y miedo por los técnicos de soporte a los que casi nunca vemos cara a cara. Los evitamos tanto como podemos pero más temprano que tarde, de buena o mala gana, recurrimos a ellos. Recuerdo que en uno de mis empleos, hace unos veinte años, el soporte técnico ordinario en materia de cómputo nos lo dábamos los compañeros de trabajo pues sabÃamos que asà solucionábamos nuestros problemas con mayor rapidez y eficacia. Sólo llamábamos a los técnicos cuando ya habÃamos agotado nuestros conocimientos, experiencia y corazonadas colectivos. Y los convocábamos no tanto por confianza en que ellos nos darÃan la respuesta necesaria sino con el supuesto de que el aparato descompuesto o una de sus partes ya estaba perdido y que la única forma de conseguir que nos lo renovaran serÃa con el dictamen de los de soporte técnico.
Bueno, el hecho es que ahora la trilogÃa de profesionales necesarios en la vida es una tetralogÃa, que no tengo ni un amigo en este campo del soporte técnico y que necesito al menos tres: para cable, telefonÃa fija/Internet y telefonÃa celular. Como ya dije, me siento incompleto. Si un profesional de soporte técnico quiere ser mi amigo, puede encontrarme en Facebook.
Un búlgaro, un coreano y una mexicana
Posted by Humberto Rivera Navarro in Uncategorized on 4 diciembre, 2010
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