Un búlgaro, un coreano y una mexicana

Estos eran un búlgaro, un coreano y una mexicana en un salón de clase… No es el inicio de un chiste xenófobo, es el comienzo de un recuerdo. Hace casi 20 años, mi esposa, Laura, cursaba la maestría en Letras y se inscribió en la clase de un investigador búlgaro que estaba como profesor invitado en la UNAM y que en la Ibero habían aprovechado para dar un curso de literatura rusa, la especialidad de Nicolai Zvezdanov. Sólo había dos alumnos, el otro era un coreano llamado Il Wan Go.

Nicolai e Il Wan leían y escribían bien en español, pero, dado que estaban algo limitados en el terreno oral (y Laura, por su parte, no hablabla ni una palabra de coreano o búlgaro), no era de extrañarse que se dieran situaciones como aquella en que Il Wan hizo doble tarea, la suya y la de Laura, porque no entendió la indicación que Nicolai le dio. Pero, en general, oírlos dialogar era presenciar un prodigio. A pesar de que era obvio que cada uno entendía lo que podía, los tres terminaban cada clase con la sensación de haber profundizado en la comprensión de El Maestro y Margarita, de Bulgakov, texto central del curso, y de haber aprendido mucho de los demás. Además, se fueron haciendo grandes amigos. Tal vez, el no tener que pelear para conformar un estricto marco común (recuerdo a Popper) facilitó todo esto.

Esa amistad no se dañó por la perplejidad que producían en Nicolai e Il Wan los modismos de Laura cuando, por ejemplo, les daba indicaciones para llegar a algún lugar: «está a tiro de piedra», «no hay pierde», «está al ladito», etc. Tampoco sufrió cuando las limitaciones del lenguaje de Nicolai dieron lugar a otra situación embarazosa. Lo habíamos invitado a cenar a casa de mi suegro quien durante un buen rato estuvo conversando alegremente con Nicolai. En algún momento, este último adoptó un tono de discurso: «Señor, lo felicito por su hija (mi suegro se esponjó de orgullo), ella es tan, tan, tan (al tercer «tan», me empecé a preocuparme)… tan pintoresca», (des)acertó a decir. El rostro de mi suegro se congeló. Aunque Nicolai seguía alabando a Laura, llegó un momento en que se dio cuenta de que algo no estaba bien. Pero un «salud» de alguno de nosotros restauró la armonía. Nunca entendí qué significaba pintoresca para él.
El endeble puente constituido por el español era reforzado de vez en cuando por un puente más estrecho pero un poco más sólido: el ruso. Nicolai tenía una alumna en la UNAM, Margarita, que hablaba ruso, lengua que aquel dominaba. Margarita era tímida pero, cuando coincidía con los otros dos alumnos cercanos al maestro, salvaba varias situaciones al explicar a Nicolai lo que Laura en español e Il Wan en medio español querían decir.

Nicolai estaba encantado en México, absorbía todo lo que podía (el español hablado, con cierta lentitud, ya lo dije) y ofrecía todo lo que tenía: conocimiento, sabiduría y una alegre y sincera amistad. Le gustaba la literatura mexicana y latinoamericana aunque les encontraba un pero: les faltaba, decía él, tragicismo. Para un amante de la literatura rusa, que la estudió en la Unión Soviética y que creció en un régimen totalitario, nuestras novelas eran casi humorísticas comparadas con las de Dostoievski, Tolstoi y Bulgakov. El tragicismo de Nicolai se reflejaba en un desencanto latente que se hacía evidente cuando consideraba su vida en declive por haber llegado a los 42 años. No obstante su incansable y exitoso trabajo académico, pensaba que ya no había nada más para él. Este pesimismo venía de una vida en el autoritarismo y en la desconfianza. A pesar de la caída del muro, no tenía esperanzas en la política de su país, quizá ni en la de ningún otro país.

Sin embargo, como  ya he dicho, también era un amigo alegre, tal vez seguía teniendo esperanza en las personas. El asunto es que era divertidísimo en las reuniones, en especial aquella a la que él invitó cuando vivió por un tiempo en la abandonada casa de la agregaduría cultural búlgara. Convocó a una red de amigos formada a partir de sus dos alumnos de la Ibero y nos atendió como diplomáticos en esa casa a un tiempo elegante y fría. Nos sentamos a una mesa de unos siete metros de longitud para disfrutar de lo que él mismo cocinó y de allí nos levantamos para bailar a la búlgara, con vasos de vodka en la cabeza o en los pies. En esa ocasión mostró lo que, forzándolo un poco, se puede interpretar como una mudanza en su valoración de la literatura latinoamericana. Al bailar y cantar ensimismado y exultante «María Cristina me quiere gobernar», parecía haber descubierto en esa rumba un mensaje profundo oculto para todos los demás.

Para cuando ocurrió esa cena, Margarita ya había adoptado abiertamente el papel que todos sabíamos que tenía, el de pareja de Nicolai. Bueno, casi todos, pues unos días antes Il Wan había tenido una epifanía que lo hizo exclamar mientras señalaba a Margarita y Nicolai: «Joo, el Ma-es-tro y Mar-ga-ri-ta», en referencia a la novela estudiada en clase. Estoy seguro de que Margarita, al acompañarlo cuando regresó a Bulgaría, ayudó a Nicolai a darse cuenta de que a los 42 años no era un viejo de decadencia. Los cambios en las circunstancias de su país ayudaron también. Al poco de llegar a casa, después de años de estar ninguneado, lo nombraron decano en su universidad, la de Cirilo y Metodio. Algún tiempo después tuvieron una hija a la que llamaron Estrella, como el apellido de su papá.

Esa y otras pocas noticias más tuve del Maestro y de Margarita desde que nos despedimos de ellos una noche fresca de mayo. Experimentábamos todos una emoción difícil de contener por nuestra conciencia de que, después de meses de intensa amistad, nos despedíamos quizá para siempre. Nicolai, como se acostumbra en los pueblos eslavos, estuvo a punto de darme un beso de despedida en la boca. Afortunadamente para todos, ahora sí captó el lenguaje no verbal mexicano y todo quedó en largos y estrechos abrazos. Pero tuvo otro gesto que no he observado en ninguna de las despedidas similares a las que me he enfrentado. Nunca ofreció regresar, ni escribir, ni llamar por teléfono, solamente gritó una y otra vez mientras nos alejábamos «voy a contar todo, voy a contar todo». Es la promesa de conservación de la amistad y del recuerdo más original y más elogiosa que me han hecho. Estoy seguro de que la cumplió. Con estos párrafos espero haberle correspondido un poco.

  1. #1 by Héctor Guerrero Guadarrama on 4 diciembre, 2010 - 2:34 pm

    Hola Beto

    He leído de ti muchos párrafos interesantes, que me han hecho agradecer tu estilo y armonía al escribir. Pero el contenido de este artículo ha estado muy desequilibrado y parcial. Has olvidado la economía, la política, la sociología y hasta el wikileaks; todo ello para invadir el terrero de las emociones, el recuerdo, la amistad, la solidaridad, la espiritualidad y demás inapreciables. ¡Me has sorprendido!

    Ya venía por mi dosis de conciencia social con ánimo de reforzar mi vocación de ciudadano o por un chiste de esos de un gringo, un ruso y un mexicano. Sin embargo, me has hecho viajar en la distancia y en el tiempo; has logrado que mi imaginación se ubique en escenarios más allá de este entorno que nos mantiene absortos.

    ¡Pero no le hace compadre! Resultó mejor que excelente. Me has hecho recordar que hay otros usos para una pluma y para los ojos que la siguen, que ahora sí, los has llevado a viajar por el mejor de los universos vivenciales.

    Felicidades por haber logrado reflejar con cordialidad y alegría tu corazón; que quienes tenemos la fortuna de conocerte, lo encontramos con gran riqueza en este escrito.

    La esperanza es el futuro que nos mueve y siempre nos hace sonreír
    Héctor

  2. #2 by Edith on 6 diciembre, 2010 - 5:45 pm

    Hola Humberto!

    Gracias por este artículo, he disfrutado mucho esta lectura imaginando las escenas que describes con tu especial estilo.

    Maria Cristina me quiere gobernar…

    Edith

  3. #3 by Elizabeth on 6 diciembre, 2010 - 10:26 pm

    Hola Humberto!!!
    He de confesar que empecé a leer con toda la predisposición de encontrar el típico chiste, pero me encantó que hayas compartido esta vivencia tan original en un estilo tan agradable, que me sacó de las lecturas comunes y pesadas. Gracias porque me quedo con una agradable sensación, como todas las veces que tengo la oportunidad de platicar contigo. Felicidades por tu proyecto!!!!!

  4. #4 by milly on 12 diciembre, 2010 - 9:41 pm

    Después de verte hoy por casualidad y conocer a tu familia, imagino a la perfección las escenas que tan divertidamente relatas. ¿Verdad que es más sabroso el lenguaje literario que el académico?
    Un abrazo, milly.

  5. #5 by Laura Guerrero on 17 febrero, 2011 - 6:52 pm

    A la mexicana le encantó, sobre todo porque me hizo recordar esas clases llenas de luz que enriquecieron mi comprensión de la vida.

  6. #6 by tere on 12 abril, 2012 - 5:58 pm

    Me encuentro sorprendida de poder encontrar algo de este profesor bulgaro tan maravilloso fue mi maestro en el CELE de la UNAM, y que ademas su hija Polina fue una gran amiga espero poder reencontrarlos algun ddia. Por hoy me quede muy contenta con tu lectura maravillosa bye!!

    • #7 by Humberto Rivera Navarro on 12 abril, 2012 - 6:48 pm

      Tere:

      Me da mucho gusto encontrar a una amiga de Nicolai. Si sé algo de él, con gusto te lo haré saber. Gracias por visitar el blog.

  7. #8 by Magdalena Cepeda on 9 mayo, 2012 - 11:24 am

    Saludos Humberto! Mi hermana Tere me comentó de tu artículo y quedé sorprendida al leerlo, yo también fui estudiante de Nicolai en el CELE de la UNAM y gurdo en mi corazón al profesor, a sus hijas y a la compañera Margarita. No los hemos podido localizar en el internet (hasta ahora que tenemos noticias de ellos). Si alguna contacto tienes porfa dales nuestro correo. Por lo pronto la sensación que me deja tu artículo es mágica porque me fui imaginando todos los contextos. Un abrazo

  8. #9 by fabio on 21 abril, 2015 - 9:01 pm

    Hola:
    Yo conci a Nicolai y margarita en la UIC, fue todo un placer haber conocido a todo un personaje, el fue mi asesor para tesina y Margarita era una gran amiga enamorada …del maestro. Jajaja. Debo de tener una foto de ellos, de hace 20 años porfavor si saben de ellos denme datos. Margarita tenía una hermana y cuando se fue a casar con Nicolai me escribió que había tenido una boda mágica, como de princesa pues Nicolai era un personaje Importante en Sofía. Nunca más tuve contacto pero siempre lo recuerdo porque decia :»VOY a PRESUMIR QUE APRENDI A MANEJAR EN LA CIUDAD DE MËXICO y TOME UN VODKA CON HIELO DEL POPO» jajajajajaj

    • #10 by Humberto Rivera Navarro on 8 noviembre, 2015 - 1:03 pm

      Hola, Fabio. Disculpa que he tardado tanto en aprobar y responder tu comentario. He estado algo alejado de mi blog. Tengo noticias muy tristes para ti y las demás personas que han comentado sobre Nicolai en este blog. Él falleció el 8 de noviembre de 2012. Me enteré porque Margarita vio mi publicación y me escribió. Estoy seguro de que todos lo lamentamos mucho. Sólo nos queda lo que él me ofreció: contarlo todo.

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